La Hedionda, al pie de Sierra de Aguas. Álora (Málaga)
23 de enero, lunes. “Una niña
con rasquilla / todo el cuerpo se monda / y el médico le ha recetado / el agua
de la Jeyonda”. Así cantaba la copla. Así se difundían las
propiedades curativas del agua que como otras le dan nombre: Sierra Aguas…
La sierra, rica en minerales.
Peridotitas y olivinos, de fácil descomposición. La gente piensa que las cabras
causan los desprendimientos. No, no es eso.
La sierra en su subsuelo es
rica en agua sulfurosa, y de la otra, esa que no huele, por mor del sulfúrico,
a huevos podridos. El pueblo llano la bautizó como la “Jeyonda”. Los
manantiales más abundantes y conocidos están en Carratraca.
En el siglo XIX, era una
pedanía de Casarabonela. La llamaron: “Los Baños”. Tuvo casino, plaza de toros
y un hotel- balneario a donde vino lo más selecto de la sociedad de aquel
tiempo. Entre otros, Eugenia de Montijo, duquesa de Teba…
Las diligencias, a partir del
1865, cuando se normalizó la circulación del ferrocarril, trasportaban a los
viajeros que llegaban a la estación de Álora. Después, se construyó una
carretera de Málaga a Sevilla por Peñarrubia, y un puente de hierro sobre el
Guadalhorce y…. luego, los caminos se fueron por otros sitios y eso se fue al
olvido.
La Hedionda es un manantial de
aguas sulfurosas en la ladera sur de Sierra de Aguas. Medina Conde dijo que, en
su composición, entraban “cobre, azufre e incluso mercurio, mineralizadores de
este manantial empleados en la curación de enfermedades cutáneas y venéreas”.
El Madoz, ese diccionario al
que todos recurrimos, pero poco desentrañado, afirma que nacen dos manantiales
de agua de la misma naturaleza que los de Carratraca, aunque con bastante
rebaja de mineral. Los compuestos son una proporción de azufre de tal modo que
se nota a la vista y al paladar por lo que el pueblo, que la conoce desde el
tiempo de los árabes, la llamó la Hedionda o “jeyonda”.
García López le asigna una
temperatura constante de 19º centígrados. Esa temperatura hace su baño
agradable en verano, pero al estar a cielo abierto, en invierno, pues eso…
El caserío, blanco, a pie de
monte, en la orilla izquierda del arroyo del Sabinal junto un huerto de
limoneros. De allí ha salido gente entrañable a la que por distintas razones yo
quiero mucho; un paraje con encanto, con embrujo con algo tan especial, que es
único.
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