17 de enero, martes. Mireille
Mathieu es una cantante francesa que tuvo su época de más éxitos en las décadas
de los 60 y 70 del siglo pasado. Alguien, en atención a ese timbre tan especial
de melodía que da su voz, la bautizó como el “Ruiseñor de Avignon”.
Gente del mucho saber en la
música – Paul Mauriat, Johnny Stark, Maurice Chevalier…- de aquellos años, cuando
escucharon en su voz la “Vie en rose” de Édith Piaf, vieron que aquella
mujer era algo distinto. Afloraba la originalidad y aportaba una personalidad
con un poderío y un enganche que todos sabían que estaban ante alguien
diferente.
El 15 de abril de 1915 Pastora
Imperio estrenó en el Teatro Lara de Madrid, la obra cumbre de Manuel de Falla,
El Amor Brujo. El propio Falla, ante el asombro de lo que él había
realizado decidió modificarla y, a lo que era un Ballet para Orquesta, agregó
tres canciones cortas para mezzo-soprano…. Luego vino todo lo que tenía que
venir.
Muchos años después, don Manuel
de Falla desconoce que una mujer – palla, por más señas – le ha dado un sello
tan especial, tan diferente, con tango gancho y fuerza a su obra cumbre que ha vuelto
a crear algo que parecía casi imposible de mejorar. Esa mujer se llama Antonia
Contreras.
Antonia, además de El Amor
Brujo que ha paseado por tablaos y teatros de España, Francia (Orquesta de
Avignon bajo la dirección de Débora Walmand; Orchestra de Chambre Nouvelle de
Aquitania…) Canadá o Sudamérica, aporta una savia nueva al Flamenco. Ha
introducido letras de poetas (Dulce María Loynaz o Antonio García Barbeito…).
Ha roto moldes con lo que es la continuidad – a veces confundida con
inmovilismo – y ha aportado un estilo nuevo. Ha creado su ‘propia’ Malagueña.
Dentro de unos días inicia una
gira por Barcelona, Nantes, Strasburgo, Suiza, Segovia… Antonia, cuando haga los palos de Flamenco
– desconozco si ahora la acompañará a la guitarra Juan Ramón Caro, como hace
unas noches en el Cervantes de Alora con la recreación única de El Amor Brujo,
o esa ‘nueva’ Malagueña - con el sello que marcan su obra,- ella al cante; él, a la guitarra - y que solo hacen los que son grandes de verdad.
Antonia es trabajo, esfuerzo,
entrega y una voz que se diferencia de otros timbres, de otros tonos. Si tienen
la suerte de encontrarla en un cruce de caminos. No lo duden, saquen la entrada
y entren. Les van a dejar sin resuello.
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