31 de enero, martes. Dicen
que es una planta propia del clima mediterráneo. Se cría de manera espontánea
por todo el sur de Europa, desde Grecia a Gibraltar, y el norte de África.
Algunos van mas lejos y la consideran como planta autóctona de la Península
Ibérica y de las Islas Baleares.
No soy quién para contradecir
esa hipótesis. Sí les puedo afirmar que conozco algunas zonas en ambos
territorios de una excepcional pujanza. En torno al monasterio de Lluch en
Mallorca, en la bajada hace el Torrente de Pareis y en las cercanías del cabo
de Formentor hay ejemplares de una vistosidad impresionante.
Mas cerca de nosotros, en el
Cerro de la Fiscala, (por aquí hay un dicho: “es más viejo que el palmar de la
Fiscala), por Virote, la subida a Panza Burra, por los Lentiscares, por los Cortigüelos,
o por Pozo Viejo hay manchones de palmas que no tienen nada que envidiar a
otros que se crían en zonas más alejadas y distantes. Resiste el frío – no las
heladas – y el calor hasta el punto de que siempre permanecen verdes.
En los tiempos duros, en los
años cuarenta y cincuenta, se aprovechaba el cogollo de la palma del que, una
vez secado, se obtenía la pleita que servía de materia prima para una industria
muy primaria. Muchas familias vivieron - malvivieron, la mayoría de veces – con
la ayuda auxiliar de la pleita. Se confeccionaban sombreros de palma,
soplillos, cestas, y un sinfín de utensilios que suplían las carencias más
elementales.
La palma da un fruto, la uva de palma, que
toma color por las proximidades de la Navidad. No es comestible, aunque para
los niños se presentaba como algo exótico y novedoso, pero siempre venía más de
la mano de la curiosidad del sabor diferente y por lo novedoso que por su valor
alimenticio.
Algo parecido ocurría con el
palmito. Era un trozo de palma en el que brotaban tallos nuevos, para arrancarlo
de la propia palma había una herramienta a la que dio nombre: la palmitera.
Ente los tallos prietos, unos contra otros, que arropaban la parte interior
creían unos brotes tiernos que se conocían como “abuelas”. Era frecuente
escuchar: ‘tiene más abuelas que un palmito’.
Hoy es una planta protegida por
la Ley que la considera de gran valor ecológico. Prohíbe arrancarlos e incluso
comercializar tantos los cogollos como los brotes tiernos o sea los palmitos.
La industria de la pleita es algo ya del recuerdo.
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