Dibujo a plumilla. Diego Borrego
30 de enero, lunes. La
calle Toro era el camino por donde se iban los niños que se escapaban de la
escuela para bañarse en “la Playita o en la Puente”. Entonces, los niños
se escapaban, pero cuando la ‘libertad’ pedía no entrar aquel día a clase,
entonces, a eso, se le llamaba hacer “la rabona”. Los niños, según qué
tiempo, en esos momentos de libertad conquistada ponían trampas y cazaban con
alúas, pajarillos insectívoros, buscaban nidos entre el ramaje de las huertas o
se daban un toleo en las primeras tardes calurosas de la primavera.
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“El Madreaguas se ha bañao en el
río”.
La noticia corrió entre la chiquillería.
Normal, a no ser porque no más comenzaban los primeros días de un mes de
febrero del cincuenta y tantos del siglo pasado, claro. “El Madreaguas,
desde aquel día estuvo rodeado por el hálito de admiración con el que los niños
visten a sus héroes aunque estén sentados en una banca un poco más allá, solo
un poco, de la suya.
Por la calle Toro bajaban los
que cogían, casi de madrugada, el tren de las “seis”, y los que,
también, pero un poco más tarde, viajaban a Málaga, en el “mixto” que
venía de Antequera y Ronda…
Había, en la mediación, a la
derecha, una fragua y un niño enfermo que murió (entonces morían muchos niños),
pero para nosotros, Manolito, al que su madre lo tenía entres sábanas muy
blancas y muy limpias, era un niño al que íbamos a ver a su casa.
Por la puerta con un escudo
sobre el dintel y ventanas con rejas y que rompía la tónica de la calle, se
entraba al “Huerto” que era un reducto cerrado y enigmático. Nunca podíamos
acceder a él. Solo entraban algunos niños de la calle. Decían que tenía un
ciruelo con frutos rojos y muy dulces. En un tiempo fue morada de clérigos. Clérigos
de los de antes, de esos que usaban una sotana con muchas manchas, manteo y
bonete y dicen que acudían a los actos religiosos con un boato diferente. Esos
clérigos merendaban un tazón de chocolate y picatostes fritos…
La calle, en otro tiempo, se
llamó de La Puente y terminaba al pie del Cerro de las Torres…, y por las
Piedras Blancas se llegaba al túnel.
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