28 de enero, sábado. Hasta
hace unos años – ahora casi no quedan panaderías y sí lugares donde despachan
pan – las panaderías de los pueblos, al
amanecer, cuando comenzaban a salir las primeras hornadas, inundaban la calle
con olor a pan caliente, a hornos caldeados con retamas, y aulagas, a calor
dulce y acariciador.
Ahora nos venden pan
prefabricado. La levadura artificial y
lo calientan en unas máquinas especiales y rápidas. De momento tienen muy buena
pinta, pero cuando les pasan unas horas, eso es una masa parecida a lo que
puede llamarse chicle. Cuando llega la tarde, ya es algo con lo que puedes
descalabrar a alguien que pase por la calle.
Dicen que los pescados que nos
ofrecen criados en piscifactorías están alimentados – y por supuesto, criados –
con piensos prefabricados con las cosas más raras que uno puede imaginarse.
Aquí cuadra aquello de “lo que no mata, engorda”. Es cierto que hay peces o
pescados que de no ser por las piscifactorías no podríamos tener acceso a
ellos, pero…
En los mercados ofrecen “rosada
fresca”. Es imposible el apellido. La rosada es un pescado que no se da en los
mares del hemisferio norte. La que consumimos viene de Sudáfrica, del Sur de
Argentina o de Chile… Si no es congelado, no puede llegar al consumidor como
producto “fresco”. El congelado, ‘caliente’, desde luego, no es.
Tampoco se escapan las carnes.
Un bistec, un filete o un trozo de pollo que permanece toda la noche
descongelándose a la mañana siguiente aparece flotando, en ocasiones, sobre un
líquido sanguinolento de un aspecto horroroso. Es lo que hay.
No hablo de frutas, ni de
hortalizas ni de otros productos que llegan a la mesa con un aspecto visual
excelente. Le miras la etiqueta y son uvas – sin pepitas – que vienen desde
miles de kilómetros del Cono SUR, por ejemplo.
Ha saltado la noticia que más
de trecientos niños en Gambia, Uzbekistán e Indonesia han muerto por un
problema renal después de haber ingerido un jarabe para la tos, fabricado en
India y distribuido por multinacionales del dinero ¡y de los pocos escrúpulos!
Solo están movidas por el afán de ganar más y más y más… Así podríamos alargar
la lista. No es necesario. Solo cabe una pregunta para la que no tenemos
respuesta, pero sí mucho temor: ¿qué nos dan?
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