viernes, 20 de enero de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sol del río

 

                                      

            Álora (Málaga)


20 de enero, viernes. Alguien dijo que el “hombre es un animal de costumbres”. Puede ser. Abrimos la puerta con la misma mano, colocamos el llavero en el mismo bolsillo, compramos el mismo periódico, sufrimos con el mismo equipo, vamos al mismo bar…

Desde hace unos años por no sé qué arte de birlibirloque hay una merma de bares en los que uno se sentía muy a gusto. Todos tenían un punto diferenciador que ofrecía lo que otros no daban. A veces, el público era el mismo; el comportamiento, no. En algunos, el tema convergente la política; en otros, los toros, el fútbol, o simplemente carecían de una connotación especial.

Han desaparecido amigos con los que se echaba el rato. Según que hora y según que día. Ya no están los amigos que sabía que estarían allí. Tampoco, los bares de entonces: el Zalamero, La Reja, Salvador, el Potro y Mateo del primer café; la Balita con la tertulia de los sábados… Se fue el sabor, se fue el saber de barra.

En cierta ocasión le escuché decir a uno de los grandes obispos de Málaga, Don Ramón Buxarrais que el “bar es la verdadera casa del pueblo”. Don Ramón llevaba más razón que un santo – por cierto, no lo canonizarán ni lo pondrán en los altares, pero don Ramón es un santo de los de verdad – cuando veía el bar como el lugar donde se compartían las vivencias.

Desde hace mucho tiempo, a media mañana larga, algunos días me escapo al Sol del Río. Tiene un inconveniente. Hay que coger el coche y ya saben eso de “beben y beben” es para los peces; para los demás, si te pesca la Guardia Civil, son tres puntos y trescientos euros de entrada…De ahí para arriba.

Lina, siempre tiene la sonrisa de acogida, Mariché los ojos de color de la uva moscatel de Almáchar y Ani, una mano para la cocina que… bueno. Mi amigo Juan y el que suscribe un día decidimos ‘bautizar’ una nueva tapa con el nombre de “once de enero”. ¿El contenido? no lo revelo. Eso hay que probarlo con una copa de vino lagareño y el paisaje que se abre al otro lado de la cristalera.

¿No me creen? ¿Y si les digo que, enfrente, al otro lado de orilla Álora es poesía hecha pueblo que se derrama del monte al río?

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