viernes, 27 de enero de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y, de pronto, ella...

 



 Sierra de las Nieves. 


27 de enero, viernes. Era media mañana. El cielo azul. Algunas nubes – muy pocas - pasaban despacio, sin prisa. Las nubes no usan el reloj. No lo necesitan nunca porque no tienen costumbre. Eran esas nubes conocedoras de que pasean por algo que es suyo. ¿Hay algo más de las nubes que el cielo azul? Se visten de las formas más extrañas y siendo iguales, no se repiten.

Desde esa altura, las nubes columbran el mar lejano. El mar esta mañana de luz tiene un color diferente. El mar se ha vestido de plata y es algo así como lo que se apetece y se desea y se conoce y se sabe que nunca, nunca será de uno. El mar solo se da a quien él quiere darse…

Desde esa altura las nubes ven, en medio del campo, en las laderas o en la llanura pinceladas blancas que tienen nombres de pueblo: Álora, - a donde Dios me dejó caer hace hoy setenta y seis años - Cártama, Pizarra, Alhaurín – que alguien dijo que era el jardín de Dios a quien otros llaman Alá, Yahvé…  – Coín, Guaro, Monda, Jorox, Alozaina, Casarabonela, Yunquera… Todos son pueblos bellísimos, pueblos de calles estrechas, tortuosas, de lugares recónditos con jazmines y parras que dan sombra.

He ido a Flores. Visita para agradecer y recordar a muchos, hoy de manera especial, a mi padre y a mi madre. Luego por una carretera tortuosa, con buen asfalto y muchas curvas he ido a buscar la nieve. Tenía ganas de encontrármela.

El campo está bellísimo. Una capa mínima de yerba crece por los olivares; las cunetas de la carretera se visten de verde. Es invierno, pero vendrá la primavera y, entonces, se vestirá de florecillas silvestres para que los ángeles cuando salgan al recreo, entre ellos, se disputen las magarzas, las malvas, las amapolas…

Casi corono el puerto. Al dar una curva, en frente, sobre la sierra a la que da nombre, ha aparecido ella. Es la nieve. El frío, intenso. Se metía en los huesos. Era un anuncio de que dese hace unas noches se ha posado en los picos más altos, en las umbrías, donde no entra el sol y cuando la derrita será agua en las correntías, vericuetos, cañadas… Jorox, abajo; enfrente, ella, la nieve. ¡La Sierra de las Nieves! Gracias a mis padres, gracias a mi familia, gracias a cuentos con vuestra amistad me habéis hecho vivir un día especial en un lugar de privilegio.

 

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