27 de enero, viernes. Era
media mañana. El cielo azul. Algunas nubes – muy pocas - pasaban despacio, sin
prisa. Las nubes no usan el reloj. No lo necesitan nunca porque no tienen
costumbre. Eran esas nubes conocedoras de que pasean por algo que es suyo. ¿Hay
algo más de las nubes que el cielo azul? Se visten de las formas más extrañas y
siendo iguales, no se repiten.
Desde esa altura, las nubes
columbran el mar lejano. El mar esta mañana de luz tiene un color diferente. El
mar se ha vestido de plata y es algo así como lo que se apetece y se desea y se
conoce y se sabe que nunca, nunca será de uno. El mar solo se da a quien él
quiere darse…
Desde esa altura las nubes ven,
en medio del campo, en las laderas o en la llanura pinceladas blancas que
tienen nombres de pueblo: Álora, - a donde Dios me dejó caer hace hoy setenta y
seis años - Cártama, Pizarra, Alhaurín – que alguien dijo que era el jardín de
Dios a quien otros llaman Alá, Yahvé… –
Coín, Guaro, Monda, Jorox, Alozaina, Casarabonela, Yunquera… Todos son pueblos
bellísimos, pueblos de calles estrechas, tortuosas, de lugares recónditos con
jazmines y parras que dan sombra.
He ido a Flores. Visita para
agradecer y recordar a muchos, hoy de manera especial, a mi padre y a mi madre.
Luego por una carretera tortuosa, con buen asfalto y muchas curvas he ido a
buscar la nieve. Tenía ganas de encontrármela.
El campo está bellísimo. Una
capa mínima de yerba crece por los olivares; las cunetas de la carretera se
visten de verde. Es invierno, pero vendrá la primavera y, entonces, se vestirá
de florecillas silvestres para que los ángeles cuando salgan al recreo, entre
ellos, se disputen las magarzas, las malvas, las amapolas…
Casi corono el puerto. Al dar
una curva, en frente, sobre la sierra a la que da nombre, ha aparecido ella. Es
la nieve. El frío, intenso. Se metía en los huesos. Era un anuncio de que dese
hace unas noches se ha posado en los picos más altos, en las umbrías, donde no
entra el sol y cuando la derrita será agua en las correntías, vericuetos,
cañadas… Jorox, abajo; enfrente, ella, la nieve. ¡La Sierra de las Nieves!
Gracias a mis padres, gracias a mi familia, gracias a cuentos con vuestra
amistad me habéis hecho vivir un día especial en un lugar de privilegio.
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