viernes, 19 de julio de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Astorga, ribeteada de rojo y verde


                                      


                                           A Andrés que programó con primorisidad de pespunteo los detalles de ese viaje.
                                     
El viajero  - que no va solo, sino en compañía – llega a Astorga a media tarde. El viajero y sus compañeros, antes, en León habían dado cuenta de un cocido maragato lo que supone que es imperiosa la necesidad de dar un paseo, a pie, largo y sin prisa, pero largo, bastante largo.

El viajero cruzó la llanura central, que está a medio camino entre los Montes de León, con el Teleno que lo corona, y el Páramo, o sea, la que está en el corazón de La Maragatería, tierra de gente diferente en su manera de vestir, en su folclore, en su vocabulario, en su modo  de encarar la vida.

Astorga dice la guía que lleva y en la que se documenta es la capital de la comarca. Tiene una historia vieja. Tan añeja como las tribus celtas que bajaban de Asturias y de Galicia, tan vieja como los romanos que buscaron oro en los contornos, tan vieja como los árabes que dicen  - y que el viajero sabe que no es cierto – que influyeron en aquella gente y que los hicieron de otra pasta.




En Astorga porque la geografía lo ha querido así no confluyen ríos de agua. Su río el Tuerto va al Órbigo. En Astorga confluyen ríos de gentes. Los que venían, y vienen – por el Camino de Santiago después de atravesar Castilla y parte del Reino de León y las que subían o bajaban por la Vía de la Plata entre Sevilla y Gijón.

De ella han hablado el Codex Calixtinus, el Cobarrubias y Elio Antonio de Nebrija…



El viajero y sus amigos andan las calles. En la plaza del Ayuntamiento escuchan  las horas del reloj.  Sobre una campana las golpean, con una maza, dos figuras vestidas de maragatos. Junto a la catedral – antes ha admirado la obra de Gaudí en el palacio episcopal – ha recordado a don Marcelo. ¿Don Marcelo? Sí aquel obispo entre el Vaticano II y la Transición española que enviaron de Astorga a Barcelona. El sector catalanista no lo quería. Entró en su homilía de presentación con la carta de San Pablo a los Efesios: “Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre…”

Caen  - no lo conocían - en el parque de la Sinagoga. Se topan con una de las rosaledas más preciosa que se pueden soñar. Se va la tarde…







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