Fuimos andando desde la Plaza
del Salvador hasta la calle Albareda, esquina con Almirante Bonifaz. Antes, un amigo que conoce como nadie su
ciudad, me había recomendado degustar la
mejor ensaladilla de Sevilla. En la plaza, cercana a calle Córdoba. Es difícil
coger sitio. Casi siempre está llena. Mi amigo me recomendó bien; muy bien. Lo
que no me había dicho es que los precios…
Habíamos quedado con unas
amigas. Tenían hecha la reserva. En el centro de Sevilla si no vas con reserva
hay lugares a los que mejor ni te acerques. Todo es un conglomerado de gente
variopinta. ¿De dónde salimos tanta
gente?
La ciudad lo pide; la ciudad lo
devuelve con creces y, entonces, uno, que siempre tiene el gusanillo de volver,
se deja algo pendiente para la próxima vez que, aunque puede llegar pronto,
luego parece que irremisiblemente llega muy tarde.
Unas cervezas, de esa que en
Sevilla saben de manera diferente a otros sitios, vino de Jerez, cream para el
arranque; luego, blancos de aquí al lado, del Aljarafe; después, riojanos de
Haro donde dicen que conjuntamente con Elciego y Cenicero hacen los mejores
tintos de la Rioja Alta (como si en la Rioja se hiciese mal vino en algún
sitio).
Hablamos de todo. Cuando en una
tertulia se está a gusto, la conversación fluye de manera más natural. No se
fuerza nada, no se rebusca nada y la palabra es el hilo conductor como la
corriente de agua del río que busca su lugar natural y cree que lo ha
encontrado.
Los sueños en Sevilla, como las
palomas del parque, parecen al alcance de la mano, pero si vas a alcanzarlos,
se escapan…
La Giralda se asoma a la plaza
de San Francisco. La Giralda es emblema y algo más. En una ocasión un amigo me
preguntó si sabía por qué las mejores verónicas en el toreo las dan los toreros
sevillanos. Pepe Luis, Paco Camino, Morante… las han aprendido de las revoleras
que da la Giralda al viento... Me dejó sin resuello.
Las amigas nos llevaron a la
terraza del Hotel Inglaterra. Le habla – si eso no fuese una herejía- casi de
tú a la Giralda. Sevilla es otra. La tarde se va. La noche llama con los nudillos
en la ventana. Me vienen a la mente los versos de don Manual Machado: “… Y
Sevilla”.
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