lunes, 22 de julio de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carta de amor






Tuve conocimiento de ti desde no sé cuándo. Supe entonces, ahora ya es afirmación de aquel presentimiento, que tú venías a mi vida a llenar algo que el destino nos tenía guardado, desde siempre para los dos aunque ninguno lo habíamos buscado y fueron los hados quienes marcaron los hitos de nuestros caminos.

Eras, al principio, un misterio. Algo por escudriñar. Lo nuevo que, por inesperado,  se presentaba como lo hace todo lo ignoto, de pronto. Eras la aventura por vivir.  Eras una sorpresa. Cada vez que me acercaba ti tenías algo nuevo, un encanto diferente, un no sé qué que te hacía irresistible y a la que yo siempre tendía como ese imán que me atraía y me atraía…

Hurgué en mis noches de insomnio palmo a palmo lo que yo intuía que podía ser tu cuerpo. Todos los rincones, todos los vericuetos en los bosques más deseados.  A veces, cuando el viento dejaba de ulular por el tejado te sentía cercana, próxima, tan mía que empapabas mi alma y yo, entornaba los ojos y me dejaba empapar por ti y tú eras mía, tan mía que entonces yo ya era todo tuyo…

Sé que probablemente nunca leerás esta carta de amor que te escribo una tarde tórrida de verano al sur del Sur, cuando las brisas del mar parecen que juegan al escondite con las olas de espumas de nácar y las sirenas, en la lejanía ven la costa como una línea de neblina que se pierde en el horizonte.

Me llegué, hace unos días, hasta donde esperaba que estuvieses tú. Me alojé en un hotel con ventanera. Miraba al otro lado de los cristales por si aparecási tú...Anduve por la calles ,por las plazas, doblé las esquinas. Le pregunté al viento y las campanas en las torres de las iglesias me respondían con el silencio. Todas me decían: ‘hace unos días que no la vemos…”

Me dejaste desconcertado. Yo, que siempre que iba a tu reencuentro te encontraba allí, tan sutil, tan tuya, tan especial y diferente y no hallaba la respuesta. Y entonces, en mi interior comencé a desgranar un rosario de lágrimas gordas y supe que “Santiago, donde la lluvia es arte” ya no era el mismo porque tú, lluvia de Santiago, no habías requerido venir a nuestro reencuentro…


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