Hay un runrrún de angelitos
desembalados. Huele a purpurina y a netol, a algodón mágico, a a Tarni-Shield y a productos químicos. Los
candelabros y las cabezas de varal tienen que relucir como chorros de plata
alpacada; a neftalina y a todo lo que conserva durante mucho tiempo…, ya se
sabe.
Huele a humedad el interior de
los templos y a cera nueva y a cajas que se abren porque guardan enseres que
solo se lucen una vez al año, que comienza en tarde de ensueño y termina en
madrugada de cansancio…
Se acerca, está a pedir de
mano, la Cuaresma. Hay Cristos esperando y Vírgenes a las que han vestido de
otra manera porque como dicen que hay que adaptarse al tiempo litúrgico… Pues
eso. Pañuelos con bordados de encaje y rosarios que penden de sus manos. Uno y
otro y otro… Y puñales de plata que perforan un pecho de randa…
Hay otro murmullo. En Cádiz, en
otros sitios, también, cantan de
carnaval. La gente explota contra lo que dicen que les oprime. Se disfrazan, se
ponen unos pelos de colores y vestidos muy raros y llamativos. Luego se echan a
la calle. Algunos provocan risa. Otros… en fin la feria.
Corre un tercer murmullo. Todavía
no ha comenzado la campaña electoral. ¡Hay qué ver cómo está el patio! Dios
Santo cuánta gente necesita un puesto. Claro, con la cosas de comer no se juega
y hay mucha olla que huele en el hervor de la cocina y otra que se puede
perder. Me acuerdo de Jarcha y aquella letrilla de Encinasola: “Bienaventurados
madre, los políticos de oficio / que trabajan para el pueblo, si ello les da
beneficio…”
Se iluminan las penumbras de
los templos. Hay un pedir de tambores y cornetas (por cierto, algunas de la
bandas que acompañan a los tronos todavía no se han enterado que la música es
una cosa y el aporreo de tambores, otra), que afinan notas de la marcha que
estrenan – de un conocidísimo maestro que no conoce nadie – y que lucirán
cuando en la noche de la menos santa de todas las semanas del año salgan a la
calle.
Murmullo, rurrún… Como ustedes
quieran. Huele a tallos de olivos tiernos, a palmas y a romero por el suelo. “Hosanna el que viene,
en nombre del Señor”
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