Lo confieso. No me da pudor ni
sonrojo. De verdad, palabrita del Niño Jesús… Hay una lluvia de propuestas - ¿a
ustedes no les han llegado a sus casas ?- de los partidos políticos en la
pre-campaña electoral con soluciones
para el campo. Cuando vengan la campaña, la de verdad, vendrán más. Estoy hecho
un auténtico lío.
Se deshacen todos hablando de,
para, por, según, (sin, no, esa preposición no, como que no) sobre el campo. No
sé a quién voy a votar. Todos tan majos, tan guapos, tan preocupados por
nuestras cosas… Nos quitan el sueño. Encima de mi mesa se amontonan las
propuestas de solución. Ah, que ¿a ustedes no les ha llegado? ¡Qué raro!
Los precios por los suelos –
naranjas a 10 céntimos de euro poco más de 16 pesetas hablando en cristiano del
Concilio de Trento, para entendernos – sin que nada ni nadie lo remedie. Podría
hablar- yo, ellos, por supuesto que no - de jornales de miseria, de inmigrantes explotados trabajando ‘por
cuenta’, escaparates con precios desorbitados a los que los consumidores no
pueden llegar en las fruterías de medio pelo…, pero no. No quiero machacar.
Uno de los que vienen de ‘paracaidista’,
pero no de los militares, no, no, de los otros, ha dado la solución. Oye, y nosotros que no
habíamos caído. Dice que la solución está en que los agricultores se unan.
Puede que hasta esté
convencido. No le voy a negar la buena voluntad. Habría que echar pie a tierra.
Saber cuál es la realidad. Vamos, pisar el campo. Mi abuelo decía que todo el
que se arrimaba al campo sacaba algo y, si no, por lo menos, polvo en los
zapatos.
Ninguno, por un casual, en sus
apariciones públicas o en sus programas (esos da lo mismo porque tampoco los
cumplen), habla de ‘una agricultura
manifiestamente mejorable’, ‘aprovechamiento energético’, ‘mejora del
sector forestal’, ‘potenciar el factor humano’ ‘nueva agricultura’, ‘respeto al
agricultor’… Esto no es mío. Es del profesor Tamames. De estas cosas, este
hombre sabe algo.
Del despoblamiento interior, de
los pueblos abandonados y casi fantasmas, de la soledad donde impera el silencio
porque no hay nadie, de… De eso tampaco.
Ni en el rosario de promesas les
han dado cabida al campo…¡qué malas las tenemos! Y, encima, sin llover. ¿Quién
arregla esto?
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