martes, 19 de marzo de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Agobiado





Lo confieso. No me da pudor ni sonrojo. De verdad, palabrita del Niño Jesús… Hay una lluvia de propuestas - ¿a ustedes no les han llegado a sus casas ?- de los partidos políticos en la pre-campaña electoral  con soluciones para el campo. Cuando vengan la campaña, la de verdad, vendrán más. Estoy hecho un auténtico lío.

Se deshacen todos hablando de, para, por, según, (sin, no, esa preposición no, como que no) sobre el campo. No sé a quién voy a votar. Todos tan majos, tan guapos, tan preocupados por nuestras cosas… Nos quitan el sueño. Encima de mi mesa se amontonan las propuestas de solución. Ah, que ¿a ustedes no les ha llegado? ¡Qué raro!

Los precios por los suelos – naranjas a 10 céntimos de euro poco más de 16 pesetas hablando en cristiano del Concilio de Trento, para entendernos – sin que nada ni nadie lo remedie. Podría hablar- yo, ellos, por supuesto que no -  de jornales de miseria,  de inmigrantes explotados trabajando ‘por cuenta’, escaparates con precios desorbitados a los que los consumidores no pueden llegar en las fruterías de medio pelo…, pero no. No quiero machacar.

Uno de los que vienen de ‘paracaidista’, pero no de los militares, no, no, de los otros,  ha dado la solución. Oye, y nosotros que no habíamos caído. Dice que la solución está en que los agricultores se unan.

Puede que hasta esté convencido. No le voy a negar la buena voluntad. Habría que echar pie a tierra. Saber cuál es la realidad. Vamos, pisar el campo. Mi abuelo decía que todo el que se arrimaba al campo sacaba algo y, si no, por lo menos, polvo en los zapatos.

Ninguno, por un casual, en sus apariciones públicas o en sus programas (esos da lo mismo porque tampoco los cumplen), habla de ‘una agricultura  manifiestamente mejorable’, ‘aprovechamiento energético’, ‘mejora del sector forestal’, ‘potenciar el factor humano’ ‘nueva agricultura’, ‘respeto al agricultor’… Esto no es mío. Es del profesor Tamames. De estas cosas, este hombre sabe algo.

Del despoblamiento interior, de los pueblos abandonados y casi fantasmas, de la soledad donde impera el silencio porque no hay nadie, de… De eso tampaco.
Ni en el rosario de promesas les han dado cabida al campo…¡qué malas las tenemos! Y, encima, sin llover. ¿Quién arregla esto?


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