Mediodía largo. Más cerca de
las primeras horas de la tarde que de ese momento en que el sol alcanza el
cenit. Todo es silencio en el interior del Santuario. A Flores acude un chorreo
de gente continua. En ese momento, en ese preciso momento, no hay nadie.
Desprende el templo ese olor
propio que solo tienen los lugares en los que uno se encuentra a gusto. Un hálito
de recogimiento lo envuelve todo. Deja ese algo especial que se busca, y, en ocasiones, se encuentra.
En la penumbra, al principio, impera la oscuridad. Umbrosa, asida a la mano
de algo que está por sorprender. Luego, a medida que se hace la vista a la
falta de luz sobresalen los objetos, los bultos, los altares, los bancos, los
jarrones con flores de plástico… Los de la Virgen, no; esos tienen flores de
verdad.
El camarín de la Virgen está
protegido por un cristal. Se refleja la ventana del fondo del coro. Cuando se
avanza por el pasillo central el reflejo se disipa, se pierde. No se ve, la
perspectiva da una óptica diferente.
Se está a gusto, muy a gusto
allí dentro. De fueran llegan los trinos de los mirlos. Los mirlos cantan a
todas horas; en algunas de un modo diferente. Son los mirlos que viven en la
huerta que hay por debajo del convento, conforme se baja, a la izquierda. Luego, olivos y la vega
y el río que viene de la mole gris de la sierra de Abdalajís y busca el mar…
Arrullan las palomas en el alféizar de la ventana.
La Virgen está rodeada por una
yesería inspirada en las advocaciones marianas del Antiguo Testamento: “Pozo de
aguas vivas”, “Torre de David”, “Huerto
escondido” (eres jardín cercado, hermana
mía, esposa, eres jardín cercado, fuente sellada. (Cant. 4,12), “Olivo de
la llanura…”
En el arco toral otra
inscripción bíblica: “Las flores aparecieron en nuestra tierra”. Ya nacen
margaritas, apuntan las florecillas silvestres, esas de las que desconocemos
sus nombres. Orlan los bordes de los caminos.
Se está bien, muy bien, en
Flores a esas horas del mediodía. Luego, vienen recuerdos de gente a la que se
quiere y, esas cosas….
HOLA...con mi jaleo de cuentas, hoy logro leer este articulo que vi en el Tfno movil, y no pude leer. Con la paz que da estar a la hora que describes,en ese Santuario,debe salir uno un poco reconfortado. Aunque los recuerdos de la gente que quieres y ya no estan, te entristezcan un poco. Bonito retablo del Santuario de la Virgen de Flores. Un abrazo.
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