martes, 5 de marzo de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sevilla tuvo que ser..





“Paréceme que la primera vez que vi el sol, fue en Sevilla, y en su matadero que está fuera de la puerta de la Carne;…” lo dice Cervantes. Y, a su espalda, el Barrio de Santa Cruz. Judería de entonces, rincones recónditos, ahora. Eso y muchas más cosas y, enfrente, lo que fue cuartel de Intendencia y un río de gente que va y viene.

Día gris; lluvia fina de esa que dicen que riza el pelo a las mujeres. Y más gente. Calles con sabor rancio. Su paredes venden historia y retranqueos imposibles: Mateo Gago, Mesón del Moro, Ximénez de Enciso, Callejón del Agua: “Voy soñando con tus besos / por el callejón del agua, / no despertarme del sueño / campanas de la Giralda”.

Y más gente. ¿De todos estos quienes serán los herederos de Rinconete y Cortadillo? Sí, aquellos que, camino del patio de Monipodio, – donde había que aprender por si les faltaba algo – reciben la consigna: “y tú roba cuanto puedas y reparte a muchos porque así luego es imposible recogerlo, y todos, por la cuenta que les tiene, callarán”. Lo dice, también, Cervantes. ¿A que no parece tan lejano?

 De la iglesia donde reposó Murillo, nada. Una cruz de hierro forjado y recuerdo de encuentros románticos. Carmelo Larrea dijo que Sevilla tuvo que ser con su lunita plateada y… el destino por medio que impone siempre su criterio. “Y me parece mentira / y todo aquello pasó...” ¡Ay barrio de Santa Cruz!

Dice un mosaico en la pared que, en la calle del Chorro, nació “un hidalgo sin que nadie le aventajase en juego, en lid o en amores que tocado por la gracia del amor murió y se redimió en Sevilla por Doña Inés…” Zorrilla lo bautizó con el nombre de Don Juan Tenorio.

-      ¿Y este “marqués de Vega Inclán es pariente de..?
-      No, dicen, las malas lenguas, que fue quien impulsó y apostó por el barrio.

Y en la muralla decrepita quedan huellas de ‘las pajas de aguas’ que venía por el acueducto desde la mina de Alcalá de Guadaira para servicio del Alcázar; al otro lado, los jardines de Murillo y un ficus centenario y mirlos cantando… “¡Ay bario de Santa Cruz! / ¡Ay plaza de Doña Elvira! / hoy yo voy a recordar…”


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