lunes, 11 de marzo de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aquí sí se ensaya...








Pues mire usted, va a ser que sí. Aquí, dice – nos decía, el otro día el profesor Rodríguez Becerra en la presentación de la obra Semana Santa, Caminos de Pasión, en la Casa de la Provincia, Plaza del Triunfo, 1, Sevilla – aquí sí se ensaya. Ni bueno ni malo; ni mejor, ni peor, sino todo lo contrario.

Cada pueblo por perdido, recóndito u olvidado en un rincón del mapa,  tiene su ese qué, que no se sabe qué es, y que lo hace diferente. Nunca va a ser igual, pero parece que sí, pues no, mire, que no. Una Virgen y un Cristo, aunque lo parezcan, no son iguales, que no, que no…

Dice mi amigo José María Martín Urbano – con quien me reencuentro en las esquinas de la fe muchas veces- que “la Semana Santa es cada año diferente, pero maravillosamente igual a la del año anterior”. Eso es. Ni más ni menos. ¿Qué usted quiere más? No se vende. Se ha acabado la existencia. ¿Qué usted quiere menos? No es posible, viene con la medida puesta.

Llegan tiempos donde la primavera excita los sentidos. Olores, sonidos, sabores, sensaciones visuales… Se unen a una cosa que cada uno lleva por dentro. A eso, en algunos sitios le llaman fe. Pero, si yo no creo. Vale, ya crees en tu no creencia ¿o me equivoco?

La gente se echa a la calle. Buscan su esquina favorita. Cada uno tiene su alma, su ‘almario’ y ese rincón de la noche aquella, de la tarde aquella, de la mirada aquella.  En una ocasión una señora comentaba: “yo he visto cómo lloraba la Virgen de los Dolores una mañana Viernes Santo al acabar la Despedía en la esquina de la calle Ancha”. El cura – estaba en la fase se ‘Sancho el Bravo’, se la comía -, los demás, callábamos ante lo que nos parecía un disparate (por ambos bandos).

Pasó el tiempo. Mañana de Viernes Santo. Sol y nubes. Se filtra un rayo de luz. Incide directamente en la perla de cristal que la imagen lleva incrustada en la mejilla… Brillaba, parecía una lágrima. Sentí sonrojo por no haber creído en la fe del ‘carbonero’ de aquella mujer. Ella, en su fe, había visto cómo lloraba la Virgen un día de Despedía. Aquí, también, se ensaya…


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