Para ti...
(Foto de archivo)
jueves, 28 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Guadalhorce, río nuestro
El río echa por el camino de en medio. A un lado la sierra
de San Jorge; al otro, Gibalto. Aulagas,
espinos y flores con ribetes de oro viejo; encinas, chaparros y quejijos;
melojos, cornicabras y rosales silvestres… Ladera de piedra. En lo alto, casi
siempre el cielo limpio y alguna nube perdida que va a alguna parte…
Un camino lleva a la Fuente de los Cien Caños. Se derrama el
agua de cristal; rompe la caliza. Se precipita, baja a borbotones - Va al
encuentro con su razón de ser, o sea, con el río. El transito, corto; la
belleza, enorme. Higueras, sauces, fresnos, chopos.
El arroyo de las Hazas de las Matas le tributa antes del
llegar al Cortijuelo. El río es espada que abre herida cuando pasa por el
pueblo. Flores y plátanos orientales; un río remansado… Cuando los que saben
del tiempo dicen de gotas frías y esas cosas, entonces… Entonces es un bicho
desbocado que no conoce a nadie.
El pueblo – Villanueva del Trabuco – recostado a pie de
sierra. Olivares y campiña. El río se va, después, para tierras del Rosario; es
hilo de plata entre vegetación de ribera. Cauce estrecho, besos de una a otra
orilla…Aguas abajo, parque de orquídeas, regates de amor e historia. Archidona
es la gracia de la Virgen de Gracia.
Se entrega abierto a
la vega. Busca el encuentro con otro río, el río Grande. Dicen los libros de
Geografía que nació con vocación de Atlántico y… pues no, pues no. Bordea
Antequera. Antes le vino el Parroso; ahora, el de la Villa, agua de las nieves
purificadas en la caliza de El Torcal.
El río sabe que San Sebastián queda en el
centro. Una plaza y encrucijada de cinco
calles: Estepa, Nueva, Cuesta de Santo Domingo, Cuesta de Zapateros y
Encarnación.
El
templo, soberbio. Hay que detenerse y escudriñar, a golpe de vista, la belleza
del campanario con el angelote desafiando vientos. Es diferente. No se parece
en nada a las veletas que coronan otras torres.
El
interior, asombra. Lápidas funerarias - la de Rodrigo Narváez, alcaide
conquistador- repartidas por las paredes. Recuerdan a los poderosos en dinero (¡y en qué queda
todo!) gustaban pasar a la posteridad desde las umbrías de los templos bajo el
amparo de luz de velas y de rezos pagados en mandas, fundaciones, capellanías,
testamentos...
(Fragmento
de “El río nuestro”. Publicado en la Revista: Desde el Alto Guadalhorce. Núm.
8)
miércoles, 27 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alora, revoleras y poesía
El río que iba para
la campiña feraz y ubérrima para la sierra Sur de Sevilla, para donde Dios le
había marcado ruta y camino, para… pues no , miren que no. El tío va y se
vuelve y le hace un regate a Campillos y como los toros bravos se arranca de
lejos y remata en tablas y como las tablas está bien puestas, las empitona y le
lanza una cornada certera y las abre en dos (a las tablas de la cordillera,
claro) y la caliza se echa a un lado y a otro y entonces, él, sigiloso, casi
con humildad se mete por medio y abre uno de las hendiduras más asombrosas, más
soberbias, y más impresionantes. Se precipita de piedra en piedra, abajo, el
agua. Crea el Desfiladero de los Gaitantes y cuando sale por El Chorro es un
reguero de espuma clara; es un canto entre huertas con azahares en primavera y
almendros floridos en lo más crudo del invierno…
Y la ve allí,
arriba, y el río sabe que es Álora. Y ella se abre en revoleras y porque es
poesía hecha pueblo, porque es pincelada en ladera que baja del monte – desde
El Hacho- al río, porque es nácar de cal
blanca que se ofrece y liba y perfuma y es esencia y aroma y desde la lejanía,
saca el pañuelo y lo invita y lo reclama y lo llama….
Álora se asoma,
como de puntillas, a la vega, y ve cómo corre
el río - el Guadalhorce que aún no se le ha llamado por su nombre- y
desde la parte más alta a donde no
llegan las brisas que suben de la mar y se ofrece generosa, pletórica y llena.
Como el amor brujo
que canta Antoñita Contreras y rompe en el pellizco por dentro; como el poderío
de una malagueña en la voz de Benito Moreno, como esa luz enigmática, silente,
única que caza a la noche que va y viene por calles de misterio y recovecos, de
encanto y sueños…
(Fragmento
de “El río nuestro”. Publicado en la Revista: Desde el Alto Guadalhorce. Núm.
8)
martes, 26 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antequera de siempre
Antequera
es Renacimiento y Barroco. Los libros cuentan que lo primero fue lo primero. Si
nos remontamos a viejo hay que irse al Romeral y a Viera y a Menga. Si no, una
subida a Santa María. Allí, Pedro
Espinosa, de espaldas al templo, - que no es irrespetuoso, que no, que es
porque lo colocaron así - sigue con su lectura abierta…
Dormita el Barroco
en el Carmen, en los Remedios, en San Agustín, en Santiago, en Belén… Araña
vientos el Giraldillo; se hacen fuertes espadañas, torres y veletas. Antequera la de
las una y mil iglesias. Conventos, curas, frailes y monjas que rezan maitines de madrugada, señoritos
arruinados, y el pueblo, siempre el pueblo que espera.
Está la ciudad de
dulce. Flores en las jardineras; macetas. Han sembrado de pensamientos –
amarillos, lilas, nazarenos, blancos - los arriates de la Puerta de
Estepa. “Pensamientos míos vete a
buscarla / si se niega a venirse…”
Antequera es un pensamiento recóndito; profundo, bello,
íntimo… “Si acaso te pregunta / que
quién te manda / dile tú…” En la plaza de Castilla juegan unos niños.
Vociferan. Corren detrás de un balón rojo y blanco; las madres echan el rato...
Pasa un hombre con un perro sujeto por una cadena. Habla en alto; el hombre
habla solo. ¿Con el perro? No. Simplemente, habla.
Antequera es un pensamiento de plata, de belleza
escondida que subió de la vega, arrancado por la reja del arado a modo de
Efebo; de Venus; de piezas de un mosaico romano. O encumbrada por la mano del
hombre en el silencio de arte que habla por todos los rincones… “Pensamientos
míos… ciegos de amores”. “A ti la siempre flor, la siempre viva”,
palabras del maestro Muñoz Rojas.
¿Sigo? Sigo. Hay
que ir (porque existen los pecados mortales y si no se va se cae en pecado mortal),
al Carmen. Entren. Siéntense ante el retablo del altar mayor. Contemplen. Hay
que dejar que pase el tiempo y el silencio, hay que recogerse en uno mismo y,
después, entonces, sí, véanlo.
Desde detrás de una
tapia asoma un ciprés, (como escapado de Silos). Dentro se encierra la mística
de las monjitas que rezan a esas hora de la madrugada en que se para el reloj.
Antequera, por donde, todavía, se pide, que salga el sol, está ahí mismo, en la
orilla izquierda del río…
(Fragmento
de “El río nuestro”. Publicado en la Revista: Desde el Alto Guadalhorce. Núm.
8)
lunes, 25 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El campo tiene sed
Está con la desesperación que
se asoma por la puerta de la garganta. Pide agua, agua del cielo. Una noche,
o una tarde, o un rocío, o algo, pide
algo. El campo está seco porque quien manda en las alturas de eso que llamamos ‘cielos’
dice que no se mueva de ahí el anticiclón.
Hace unos días fui a Antequera.
El camino antinatural – porque no hay zona más dejada de la mano de los
políticos que toman decisiones en los despachos que el trazado de esa carretera
– por el Valle de Abdalajís, lleva por medio de campos donde la sementera casi
no ha nacido.
Están los trigos en la Herriza
del Duque, en la Cureña, en el cortijo del Guiterrete, en las Cuerdas, con un
quiero pero ya no puedo. Es una alfombra verde, con demasiados espacios donde
ya se ve el marrón de la tierra que se apodera del sembrado.
Pasados los Atanores, un
cabrero bajada de la sierra. Me paré con él. “Todavía, me dijo, un remedión
podría darse, pero como esto tarde, ya no habrá arreglo”. El hombre me marcó
con su mano extendida, hacia el arroyo del Búho. “Mire usted, mire usted cómo
está el campo. Da pena”.
El hombre llevaba razón. Por el
arroyo de las Piedras, el que viene desde los Prados de Eslava, baja un hilo
desganado de agua. Son las escorrentías de lo que llovió en otoño cuando sembró
de muerte, Campillos, Teba, y los pueblos de la Sierra Sur de Sevilla.
Parece que sobre nosotros se
cierne una maldición. ¿Será un repetición de aquello que llamaban plagas
bíblicias en Egipto? No sé. Mi amigo José María dice que es el cambio
climático. Mi amigo que lleva razón en muchas cosa, a lo mejor, también la
lleva en esto.
Otro amigo, Antonio García
Barbeito, lo culpa a tanto cemento que se ha comido la tierra calma y da como
solución sembrar y sembrar y sembrar árboles. No sé, después de ver lo que
están haciendo en Cantabria y cómo está por aquí el campo…,cunde, ¿qué quieren
que les diga? el desánimo….
domingo, 24 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pie cambiado
Febrero viene, en algunas cosas,
con el pie cambiado. Verán. Anoche se presentó en Villanueva del Trabuco - qué nombre tan feo para un pueblo tan bello –
una de las mejores revistas de las que se editan en la provincia de Málaga… Y
digo con pie cambiado porque esa publicación tenía que haber visto la luz hace
unos meses. Burocracia, y otras lindeces, bueno. Dejémoslo estar.
Casi en los Alazores nace el Guadalhorce. Allí, en las cumbre de
San Jorge y Gibalto, se da la vuelta el viento – si vienes de Granada, viento
frío que corta el alma- “cuando te perdió el rey moro, Granada por ti lloró” – y, si del sur, trae
brisas del mar de Ulises cargadas de
azul y olas de nácar. Allí brota en
lloros filtrados en la caliza y en la fuente de los Cien Caños los encauzan como
rumor cristalino. El río da nombre a la revista: “Desde el Alto Guadalhorce”.
Un grupo de hombres con muy
buen saber hacer y un espíritu crítico e inquieto han coincidido en formar una
gavilla con colaboraciones, que abren un abanico excepcional en torno al río
que nos vertebra y aglutina, desde Villanueva del Trabuco al arreijanal
malagueño, recogidas en una publicación
excepcional.
Fulgencio, su hermano José
Manuel, Gerásimo, Paco Campos que anoche – y bien que se le echa de menos – estaba
ahí, solo ahí, un poco más allá, en esa
tierra de estepas que llaman Uzbekistán, Luis Utrilla y… (que me perdonen los
demás del equipo el no mencionarlos) Ayuntamientos del Rosario y el Trabuco,
alguna empresa privada… Hacen posible algo que es para deleitarse.
Este número, el octavo, lo
dedican al pueblo de Fuente de Piedra y su laguna y “su espejo de agua” en el
que vuelan los flamencos. Ponen esa nota de color como cuando el amor no está
revuelvo y todo es de color de rosa y paz; belleza y sosiego, quietud y calma.
La maquetación acorde con los
contenidos que encierra; color, papel, “paisaje y paisanaje”, historia, etnografía, buen gusto y tacto. Todos
los palos, mejor, todas las cuerdas de un arpa imaginaria. Dios, las arpegea, arranca
las notas de algo sublime como es la música embaucadora de sirenas de tierra
adentro. Navegan por las aguas de cristal, afloran en olivos, azahares y orquídeas. “Desde
el Alto Guadalhorce”, si pueden…
jueves, 21 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mascotas
Un titular en el
‘Comercio de Gijón’ dice que en Asturias
hay más mascotas que bebés, niños y jóvenes, juntos. Tiene dos lecturas esa
noticia. En Asturias la gente es muy cariñosa con los animales y, otra, más dura,
hay mucha gente que necesita que alguien les haga caso.
La soledad buscada no es soledad. Se puede encontrar en los
sitios más insospechados. Es algo
necesario para reencontrarse consigo mismo, para la creación, para atender a
esos asuntos, la mayoría de las veces espirituales, en los que se necesita un poco de paz exterior
y lo que es más importante, la paz interior.
La soledad impuesta es una cruz con demasiadas aristas. Una
cruz tremenda que pesa y habla sola, a veces, incluso desde lejos pero que cae cuando
a la vida le viene a bien enviarla y hay que sobrellevarla y solventarla si se
puede, y si no, hay que recurrir a algún cirineo que ayude. Puede que a eso le
llamen mascota.
En Palma de Mallorca, dice la radio, que el ayuntamiento se
plantea limitar el número de mascotas a una, por piso; tres si se vive en
chalet. O sea, perro, loro y gato (o gata), por ejemplo. Bueno a lo mejor no es
así y lo que pretenden es que los tres sean de la misma especie. Yo, bromas
aparte, quiero leer que algunas personas necesitan más de un animal para que les
proporcione compañía… No sé, no sé…
Sarna con gusto no pica. Lo dice el refranero que es muy
sabio y que tiene receta para muchas cosas. A lo mejor es una manera de
justificar la esclavitud que conlleva la atención a esos animales que comporten
con nosotros la compañía y espacio vital y nos proporcionan momentos de
atención que nos son necesarios.
Veo, algunas noches, cuando ya se ha ido la luz y arrecia el
frío en la calle a persona que salen a dar el paseo necesario al perro porque
el animal lo precisa. Su biología lo pide. La calle, en esos momentos no es
plato de buen gusto y puede que incluso si hace noche de lluvia ventosa se
vuelva el paraguas. Ellos impasibles, a lo suyo. Corresponden al animal. Son
personas admirables, aunque nos cueste entender el sacrificio que conlleva. Que
Dios los bendiga a ambos.
miércoles, 20 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El río aquel...
¿Te acuerdas? Era una mañana de
sol tibio y viento echado, como se echan los toros después de una noche de
luna, como se echa el campo cuando ha pasado un tornado, como se echa el alma
después de haber depurado un montón de emociones…
Llegamos a Coria, ‘Coria
camaronera’, que había cantado el Pali y, antes, Gelves, la tierra de los
Gallos, esos que fueron tan grandes, tan soberbios, que solo un puñado de
hombres ha sido capaz de llegar a alcanzar la gloria que ellos consiguieron.
Y, después, vino Coria. Coria
estaba allí desde siempre aunque yo no había estado nunca. Y aparcamos para ir
a ver el parque que el príncipe japonés quiso visitar en su última estancia y
dejó un legado - ¿por qué las cosas que se regalan se valoran tan poco? – para
reponer lo que los cafres son capaces de destruir en un rato.
En un puesto callejero tomamos
camarones, camarones de río abajo o de sabe usted de dónde pero tan exquisitos
que aún queda un regusto de recuerdo en el paladar y ese no sé qué que no se
olvida de los lugares que se descubren al azar pero, también, porque una mano
amiga te llevó hasta allí.
Y subimos a la ermita de la
Vera Cruz en el Cerro de San Juan. Desde aquella ‘altura’ se ve que Coria
extiende los brazos al Aljarafe y a la Vega y a pedir de mano, La Puebla y la
Dehesa y…, los campos ahítos de arroz pidiendo siega porque era tiempo y hora,
porque habían cumplido ciclo y a todo le llega su tiempo.
De la Dehesa – sin pollos en
los nidos - ya se habían ido algunos pájaros; no habían llegado aún los que
tenían que venir para pasar el invierno y había un vacío que deja la marcha de
los que ya no están y que aún no se han llenado por los que tienen que cumplir
cita.
Y allí, a orillas del río sauces, alisos, cañas…
¿te acuerdas?, “los álamos eran pentagramas de pájaros y un sereno roce de alas
y hojas”, uno de los espectáculos más excepcionales que se pueden soñar. Todo fue un embeleso, todo fue como aquel día del
Obi en Novosibirsk o el Kama en los
Urales… Todo, único, extraordinario; todo, encanto y ensueño…
martes, 19 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tren
En la segunda mitad del siglo
XIX se pone en marcha el ferrocarril. Supuso la revolución económica más grande
del siglo en estas tierras. El ferrocarril lo cambió todo, o casi todo.
Costumbres, modos de viajar, acercamiento. Los pueblos – y no digamos Málaga- ya no estaba tan lejos.
Se hizo en dos tramos. Primero,
Málaga–Alora; luego, un segundo, Álora-Cordoba. La compañía que lo explotó se
conoció como ‘Andaluces’ . Su finalidad era acercar el carbón de Sierra Morena,
en Peñarroya-Pueblo Nuevo, hasta la industria floreciente que la familia
riojana de los Heredia impulsaba en la costa.
No solo intervienen los
Heredia. Aparecen otras familias como los Loring, los Livermore, los Larios…
Unos procedían de tierras hispanas; otros, de lugares lejanos que vieron el
subdesarrollo en que se estaba sumido y donde ellos podrían obtener beneficios
extraordinarios.
Al margen de la capacidad
económica, su arriesgo en los negocios y el impulso de gestión demostraron que
tenían algo por dentro que iba por delante del adormecimiento en que se
encontraba la sociedad malagueña de aquel tiempo.
El primer tren circula entre
Málaga y Álora en los la década de los años sesenta del XIX. Todo fue tan nuevo que revolucionó al
personal. Los primeros que viajan, cuando regresan, cuenta y no acaban. Los
demás escuchan y ponen el odio y quieren quedarse con todos los detalles.
-
Y hay,
cuenta uno, una vigas muy largas de hierro que llaman raíles y que están sobre
unos palitos que se llaman traviesas…. Y por ahí, dando saltitos, se va y….
El nota que escucha no dice
nada. Al día siguiente, a la estación. Todo se confirma: hierros largos,
palitos atravesados y se pone en marcha saltando de palito en palito, y ¡a
Málaga…!
A los pocos días regresa. Se viene por el camino de Las Cruces – como
siempre - porque era el más corto. En el partido ya se había corrido la voz del
viaje porque su mujer ‘muy prudente’ se había encargado de contarlo a las
vecinas… “Ya veréis, ya veréis lo que va a venir contando…”
-
Y ¿qué? ¿qué? Cuenta, cuenta…
-
Eso, contesta, está todo muy bien, muy bien,
pero es cusi, cuasi como irse andando…
Viendo cómo está patio, a tenor
de los mensajes de los presuntos padres patrios para arreglar esto, pasadas las
elecciones ¿será todo, otra vez, como irse andando?
lunes, 18 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Hoy
Día
gris y anodino. La prensa viene –si no es porque es preceptivo leerla- como
para no abrirla. A los telediarios se les echa de comer aparte. Confunden,
algunos, la información con el
proselitismo. Imágenes de políticos que se insultan y se ladran y ni se mudan de color…
Viaje
rápido a Benalmádena. Mediodía. El mar conservaba, desde la distancia, - la
carretera va por la mediación de la montaña - el rizado del oleaje de ayer.
Hacía viento. Trabajan en los bordes de la carretera. Parece que van a adecuar
los accesos. Entrar, desde la autovía, en ese pueblo es una odisea.
A media
tarde, a medida que se alargaban las sombras, cantaban los mirlos en el soto
del arroyo. Me callé. Procuraba no hacer ruido. Estuve, un rato, al acecho de
algo único, bellísimo. Ellos seguían en su labor que no era otra que
comunicarse entre sí. Afortunadamente, los hombres no somos capaces de
descifrar el canto de las aves. Lo estropearíamos. No me cabe la menor duda. Yo
permanecí quieto, inmóvil. Pasó no sé cuánto tiempo. En un momento determinado
ellos decidieron que se había acabado el concierto. ¿Se recogieron en la
frondosidad del cañaveral? ¿En los zarzales impenetrables del arroyo?
De
regreso a casa me refugio en mis soledades. Pocos placeres tan llenos de
hedonismos como el de las zapatillas viejas y el batín que ya tiene los codos
un tanto raídos; la mesa camilla y el silencio de la noche; el viento que ulula
por los tejados, y de vez en cuando un ladrido de un perro en la lejanía y, uno
enfrascado en la maraña de la buena lectura.
Me acuerdo
de los mirlos. ¿Dónde estarán? ¿Se habrán dio a otros sotos para esperar la
llegada de un día nuevo? Ahora cuando escribo ya siento que viene la noche. El
rocío vespertino será un manto blanquecino sobre de la yerba bonita y el frío, porque se había ido el sol, me recuerda que
estamos en lo más crudo del invierno. Ahora leeré hasta altas horas de la
madrugada. Me voy a enfrascar en la
literatura del Salvador González Anaya: está trasnochada y de vocabulario
rebuscado; ya no están de moda. Me da igual. Hace falta un diccionario a mano
para adentrarse en sus entresijos. ¿Para quién escribía este hombre?
domingo, 17 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arde Cantabria
Dicen que allí todo es verde y que
los prados bajan hasta la misma lengua del mar. Dicen que el paisaje es de una
belleza tan grande que compite en belleza de paraíso con todos los demás
paisajes de la cornisa que reciben los vientos del Cantábrico.
Dicen, también, que no hay ni diálogo ni entendimiento
entre las administraciones, agricultores y ganaderos. El problema no es nuevo.
Se repite año tras año.
El periódico y las imágenes
informan que ahora arde de una manera tan desorbitada que todo puede terminar
en una catástrofe sin precedentes. Se ven impotentes para frenar el fuego. A
las tres de la tarde tenían contabilizados cuarenta y cinco focos y en once de
los trece distritos en que dividen la Comunidad estaban sufriendo el fuego.
Los hombres que componen las
cuadrillas se multiplican. No solo es el esfuerzo humano, también hay medios
técnicos. Operan por tierra y por aire. Parece que todo es insuficiente para
frenar el infierno que ha abierto sus puertas en aquellos montes.
La Guardia Civil ha detenido a
un ‘artista’ al que acusan, presuntamente, claro, de ser artífice y haber
provocado al menos uno de los fuegos. No tiene que cundir la alarma, casi
seguro que no podrán probarlo totalmente y dentro de un rato estará en libertad
‘con cargos’ – como se suele decir – y se va a su casa de rositas.
Estamos en febrero, casi no hay
rastrojos y ahora se culpa al viento del sur el que impulsa la desolación de la
mano del fuego. Vamos como si fuese la primera vez que el viento en aquellos
lugares sopla del sur y no de otro lado. Algunas veces las explicaciones son un
tanto peregrinas. Al menos, lo parecen…
La mano del hombre, dichosos
hombres que tienen una capacidad de destrucción muy superior a la que tienen
otros seres de la naturaleza. ¿Qué puede
pasar por la cabeza – si es que tiene cabeza- de alguien para sembrar tanta
destrucción y tanta muerte?
¿Qué castigo tienen que pagar si
lo han hecho por revancha? Entre la
gente normal frustración y miedo; impotencia. Las nubes de humo han quitado el
sitio a las nieblas cargadas de humedad que viene del mar y son las que imperan
en la cumbres de la Cantábrica una de las zonas bonitas y embrujadas de esta
tierra llamada España.
sábado, 16 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Estefanía de Navarra
Año mil, año arriba o año
abajo, Puente La Reina, Camino de Santiago… Un puente largo, románico y con
ciento diez metros de longitud –cuando no existía el Sistema Métrico Decimal -,
sostenido por seis arcos de medio punto
y cinco pilares. Se le atribuye a doña Mayor, que busca solución para
los problemas de la ruta jacobea. Otros dicen que no, que a “doña Estefanía, mujer de don García, el de
Nájera”…
¿Quién esta doña Estefanía?
Todo está convulso. Los historiadores discrepan incluso en las fechas. Dicen
que oriunda de la casa de Foix. Otros que el rey navarro la halla en Barcelona.
¿Por qué? Algunos dicen que
cuando la encuentra ya era viuda. Había estado casada con algún magnate de la
sociedad catalana. No se sabe quién ni qué tiempo y que de ese matrimonio tenía
una hija…
La cosa se lía más. Un
documento afirma que su primer marido fue un normando, Roger, hijo de Rodulfo…
No es hija de los condes de Foix sino de los condes de Barcelona. O sea,
nobleza navarra emparentada con la catalana.
Las pinturas de la época la
presentan como una mujer que viste “tocas largas como viuda, una saya azul,
manto dorado, zapatos anchos con una botonadura de oro en los laterales”. Vuelve
a perderse su e rastro en los libros de
Historia. Es normal, mujer y por el tiempo en que ocurren los hechos. ¿Sin
embargo por qué los otros pormenores?
Es la sombra de su marido.
Recorren sus tierras. En 1040 afloran nuevas informaciones de la reina. Dicen
que es “dulce, amante y elegante” de gran dignidad y hermosura que la hace
acreedora de las dotes que les corresponden y “de otra que vendrán en adelante
en las conquistas a los moros”.
Las luchas fratricidas en
Apatuerca hacen bueno el epígrafe: “Fin del Rey”. La reina pasa a segundo
plano. Ella que según testimonio del rey había sido uno de sus pilares al
fundar Santa María de Nájera, cinco días después extiendo donaciones a Santa
María. El fin de sus ocho hijos se refleja en el devenir de la historia. En
1060 testa… Nunca más se supo. Estefanía…
Fuente: Jaime de Salazar y
Acha. “Nuevos dato para la identificaión
familiar de la reina Estefaníade Pamplona” (2007)
viernes, 15 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Copla
La copla tuvo su tiempo y su público; sus
autores y sus propagadores (casi siempre mujeres, sobre todo para mí, ellas muy
superiores al elenco de hombres sin desmerecer a nadie). Llenó un espacio y un
tiempo. Una España diferente a ésta del primer cuarto del siglo XXI
Los detractores decían que eran
los mensajes de una España en blanco y negro, de miseria y opresión, de hambre
e incultura que trasmitía, primero en radio de galena; luego, en aquellos
pequeños aparatos que ocuparon un lugar de preferencia en el salón de casa.
La España de la televisión la
desplazó. Además se le asignó una connotación política de identificación.
Olvidaron que la copla había nacido antes, muchísimo antes y que había servido
de transmisión de una lírica de corazón a corazón, de carta en papel pautado
con rayas amplias y plumín mojado en un tintero de porcelana que traía el
cartero en un mensaje añorado.
Historias de amor y tragedia;
historias descriptivas de situaciones nacidas en ciudades, caminos, en la orilla de los ríos y parajes; personas anónimas. Tenían sus vidas. Alguien
las supo y las contó con letra y música. Muchas de esas coplas eran parte
esencial del pueblo llano que desde aquel momento saltaba por las ondas y por
los aires.
Decía Manuel Machado, el de ‘Adelfo’,
sí, el que escribió “Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron…” o “de cuando en
cuando, un beso y un nombre de mujer”. Ese, que por no se sabe qué extraña razón
(¿o sí se sabe?) se permiten ignorar algunos doctos que juntan ripios y le dan barniz
de poema… Perdón, me he ido, ese que escribió que “hasta que el pueblo las canta, / las coplas,
coplas no son…” Pues eso.
De la nómina de mujeres de
entonces Juanita Reina, Lola, - “no se la pierdan”, – Estrellita, Rocío, Marifé, Imperio Argentina...
En una ocasión, en Benalmádena, me acerco.
-
“Malena, perdone, ¿me puede dar un autógrafo?
-
¿Perdón?,
hijo, a mi edad eso se agradece”…
Doña Concha era demasiado; de
las de hoy, esa niña de voz de terciopelo. Canta bajo el seudónimo de Pasión…
Entre los compositores, el
listado imposible…; entre los poetas: Federico,
Rafael de León: “No sé por dónde me vino / este querer sin sentir, / ni
sé por qué desatino / todo cambió para mí.” Me embrujaste…
jueves, 14 de febrero de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los pájaros de la tarde
Vienen a esa hora en que el
crepúsculo está más cercano al lubricán. Otros acuden más temprano. Buscan el
mejor sitio en el ficus gigante del parque para pasar la noche al amparo de sus
ramas frondosas.
Algunos – estorninos y zorzales
– agrupado; otros en bandadas pequeñas. Me recuerdan las imágenes de aquellos
aviones cuando estaba de moda el cine bélico y se acercaban, de pronto, por el
cielo, y dejaban caer sobre las ciudades cantidades de bombas y sembraban,
abajo, el dolor. Estos pajarillos se parecen a ellos en que tienen alas, y en
que se presentan de improviso.
Pasan el día en la campiña. Los
estorninos se van a los olivares. Ahora que ya está cuajando la almendra, caen
sobre ellas y las devoran. Tienen un serio competidor en la grajillas. Las
grajillas suben por la mañana pero por las tardes no se vienen al ficus del
parque. No sé dónde pasan la noche las grajillas.
Probablemente en los
acantilados de El Hacho o en las quebradas de la sierra…
Hay otros parillos, verderones,
jilgueros, pinzones, carbonerillos… Estos no son pájaros urbanitas y se quedan
en el campo. Las noches de mucho frío se cobijan en las ramas bajas de los
naranjos: Meten la cabecita bajo el ala y, hechos una bolita de plumas, esperan
a que llegue el alba. Cuando el tiempo mejora se suben a las ramas más altas.
Es cuestión de gustos y de temperaturas.
Los pajarillos del parque
tienen el suelo hecho un pespunteo blanco. Se ven que durante la noche ellos
van a lo suyo y eso de… pues bueno es cuestión de aprovechar el momento. Al fin
y al cabo los humanos ensuciamos más que ellos las ciudades y ellos no nos
dicen nada a nosotros.
Cuando los jardineros del
ayuntamiento la emprenden con las podas de los árboles del parque se quedan desorientados y no saben dónde poner
el hato para pasar las horas de oscuridad. Es un espectáculos verlos. Dan
vueltas y más vueltas queriendo reecontrar un camino que dejaron allí por la
mañana…
Estos pajarillos de la tarde,
además, llenan el cielo de un piar constante, tanto, tanto que los vecinos
cercanos dicen que el gorjeo es algo sin el que al parque le faltaría algo…
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