Cierro los
ojos. Hay por dentro un hervor de sensaciones. Media tarde; calor de primavera;
apunta a verano. Llamo – y digo a los amigos que ya he llegado -. Uno, se pone ´de
bonito’. O sea, traje y corbata. Las circunstancias mandan.
Iglesia – la
parroquia de San Andrés de Encinasola – llena. Saludos. Corre un río de
afectos. El protocolo dice dónde hay que sentarse. ¡Con lo a gusto que…! Bueno,
otra vez, las circunstancias.
Isabel –
Isabel del Carmen Domínguez Jarillo – es la pregonera. Le pongo el toro en
suerte. La niña lidia de cine. Emotivo, directo, sentido… Deja con ganas. Le
apoya un grupo. Cantan por Huelva; es decir, por fandangos. Interrumpen los
aplausos una y otra, y otra, y otra… Isabel deja con ganas.
Noche de
convivencia. Imposible departir con todos; imposible estar unos cuantos minutos
con todos; imposible… ¡Es que vienes con tan poco tiempo…! Y sonrío y agradezco
desde lo más adentro a esta gente tan buena que derroche tanta amabilidad.
La Virgen de
Flores recorre el pueblo. Cae la tarde; revuelos de vencejos; van y vienen al
alero del tejado. No cesan las campanas; cohete con estruendos en un cielo
azul. No me hacen gracia los cohetes. Yo aquí… A callar y obedecer…
La procesión
con la Virgen de Flores – manto de terciopelo rojo bordado en oro - se
detiene en lugares puntuales: Un grupo le reza cantando en la puerta de los
Mártires; en la calle Álora, la coral,
una salve: Música, Abel Moreno; letra, Antonio García Barbeito. Hay lágrimas, y
nudos en las gargantas, y un murmullo de recuerdos por dentro.
Flautas
dulces, tamboriles; carrozas y caballos; gente a pie… La romería, en marcha. Bullicio;
gentío. Mujeres guapas; elegancia. Carrozas numeradas. La gente va a pasarlo
bien; muy bien. Voy a hasta la Fuente del Rey. ¿Y no vienes a Flores? Ven al menos hasta la Peña de los Valientes… El
año que viene, no hay excusas; tienes que estar en Flores…
Gente buena;
buena, buenísima gente. Otros, hace más de quinientos treinta años, sembraron y
dejaron una imagen con la misma advocación, Virgen de Flores, en Álora.
Quinientos años son más de tres días rezándole a la misma Madre. Los marochos y
perotes somos así…
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