Fue mujer, pobre, y vivió en Sevilla, en siglo XVII.
Hasta ahí, algo aplicable a otras muchas mujeres que vivieron por el mismo
tiempo. Sevilla no era ajena a la crisis que azotaba España y sus calles
estaban llenas de gente del hampa, niños andrajosos y pedigüeños.
Beatriz de Cabrera es una mujer del pueblo llano,
con carestías y no sobrada de bienes aunque algunos investigadores afirman que
tenía ‘tierras’ en una zona cercana al río Guadalquivir. No está enraizada con
la nobleza ni provenía de la aristocracia como se ha pretendido. Viene a la
historia porque contrajo matrimonio con uno de los más grandes pintores del
Siglo de Oro, Bartolomé Esteban Murillo,
cuatro años mayor que ella.
Beatriz de Cabrera y Villalobos nació en Pilas, en
1622. Con tres años quedó huérfana de padre. Su tío Tomás Villalobos, platero
de profesión, con veinte, o sea en 1642 la lleva a Sevilla. Vive en el mismo
barrio que Murillo, - lo que entonces se conocía como collación o territorio
propio de una parroquia - que también estaba emparentado con una familia de plateros.
Documentos hallados, “en pésimas condiciones”, en la
sección de Protocolos del Archivo Histórico Provincial de Sevilla dan cuentan
que Beatriz de Cabrera aporta al matrimonio dos mil ducados “cantidad aceptable
pero que demuestra que no era rica”. El dinero se recauda entre amigos y
familiares; Murillo, quinientos. Él sí tiene posibilidades y una buena
situación económica.
Se casan en la parroquia de la Magdalena el 26 de
febrero de 1645. Posteriormente, se trasladan a la calle Corral del Rey donde
sufren la terrible epidemia de peste que asoló todo Andalucía y, en especial,
Sevilla en 1649. Muere casi la mitad de la población, entre ellos cuatro hijos
pequeños del matrimonio Murillo.
Beatriz de Cabrera sirve de modelo, primero, para un
ángel cuando trabajaba en un pieza para la iglesia de San Jerónimo de Pilas.
Luego para sus vírgenes; sus hijos posan
como querubines en sus cuadros.
Tuvieron nueve hijos, uno Gabriel con veinte años,
en 1679, marchó a las Indias. Solo cinco
sobreviven a la madre; la décima, una niña a la que ponen por nombre María, muere
quince días después del fallecimiento de Beatriz de sobreparto en la noche del
treinta y uno de diciembre de 1663 con cuarenta y un años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario