En el manual
de primero en la Facultada de Periodismo se dice algo así como que no se debe
comenzar un artículo con un refrán o con una frase hecha. Rompo; desobedezco y
comienzo con el dicho de mi pueblo: “hasta que el guarro no vuelca la pila,
guarro no es”.
Verán. Viene
esta consideración a raíz de los sucesos del Lunes Santo en Málaga y la ‘Madrugá´, en Sevilla. Parecía que los
muchachos estaban ansiosos por meter la patita y volcar la pila. Lo han
conseguido. Naturalmente la cohorte de voceros y estómagos agradecidos le han
hecho su eco correspondiente.
En Málaga la
trifulca comenzó porque, al parecer, unas sillas colocadas en a acera les
estorba el paso… En Sevilla la orquestación ha venido desde tres sitios
diferentes en la ciudad. Y, ¡ay, coincidencia! Todos a la misma hora.
Miles de
personas se han echado a las calles de España en cualquier pueblo grande o
pequeño, ciudad importante o mediopensionista. Celebran a su modo y costumbre
la Semana Santa. La gran fiesta barroca – dejo a un lado la connotación
importantísima de la religiosidad – con que cada primavera el pueblo rememora
unos hechos, empañada.
¿Cabe más
arte transitando por la calle? ¿Cabe más esfuerzo, más trabajo, más entrega que
la que dan estos cofrades? Ah, y todo gratis. Solo tienes que abrir el bacón si
por tu calle pasa una procesión o irte – que es como a mí me gusta – al
encuentro de esquina en esquina…
A la España
con la juventud más preparada de su Historia, a la España que supo pasar de la dictadura a una
Democracia con ejemplos de tolerancia y generosidad viene un puñado de
‘artistas’ y dicen que aquí no se juega. ¿Razón? Una potentísima: a ellos no
les da su real gana que la gente pueda echar unos días de romper la monotonía y
celebrar algo especial.
¿Adónde
queremos llegar? Me temo que estos – los adjetivos calificativos los dejo
quietecitos en el Diccionario – ya han demostrado que son guarros y saben
volcar la pila. Ahora toca dejar los paños calientes en su sitio y aplicar
sencillamente la ley. Lo dijo un poeta hoy olvidado, José María Pemán, en el 'Divino Impaciente´ “No hay virtud más
eminente / que el hacer sencillamente, / lo que tenemos que hacer”. Al buen
entendedor…
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