Arrecia el
Levante desde ayer. Agita las copas de
las palmeras; troncha ramas a los árboles; vuelan los cañizos; no sé sabe dónde
va a parar la ropa que arranca de los tendederos; dan portazos las ventanas y
las puertas del palomar no cesan en su golpeo constante…
Hay temporal
en la mar. Oleajes que van y vienen embravecidas. Impresionan a la gente de que
somos de secano; a los marengos, también. Dicen que las olas vuelven a tomarla
con los paseos marítimos. Claro, hay una duda que no se despeja, ¿la habrán
tomado los paseos marítimos con el mar y se han adentrado más de la cuenta en
el rebalaje?
No sé cómo
van a terminar los temporales políticos. Probablemente en nada. Algunos, los
menos espabilados unos cuantos años de cárcel. El dinero, mucho dinero, está a
donde no llegan las olas de la mar bravía ni las de las investigaciones…; los
listos, nada de nada. Se irán de rositas.
Las imágenes
que salen cada día de otras partes del mundo acongojan un montón. Pateras a la
deriva por un mar desconocido. Esa gente nunca ha visto el mar; muchos de ellos
ni saben nadar. Vienen de tierras donde lo que sobra es arena, sequedad y
pobreza.
Me decía el
otro día un amigo a raíz del referéndum
turco que Europa nunca ha tenido un tiempo de aparente paz tan largo. A lo mejor necesitamos un latigazo
de de ven cuando para que las conciencias se pongan al día. No sé.
Por si no
hubiera bastante con el patio de la casa, ahora la Universidad de Southampton
que está muy lejos pero no tan lejos como las piedras, es decir los asteroides
que vienen del espacio, anuncian que hay peligros ciertos de que alguno pueda
caer sobre la tierra.
Por lo
pronto, el otro día pasó uno relativamente cerca o relativamente lejos, depende
del color del cristal con que se mire, por la acera de enfrente. Dicen que es de
grande algo así como el Peñón de Gibraltar. ¿Se lo cambiamos a los ingleses?
Total, si lo tenemos repetido…
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