El campo lo
está pasando mal. Falta agua. Falta el agua del cielo que trae la bendición de
Dios. Los olivos están cuajados de trama; limpian el azahar naranjos y limoneros; están encañando los trigos y
todo el cereal puede agostarse si les falta, como está faltando, el agua de abril que es el mes que saca el
campo.
Las parras,
entre hojas tiernas, enseñan los primeros racimos limpios. Dentro de muy poco
serán uvas para una mesa del Corpus y, luego, solo uno poco después, manjar de
mesa o pasto de mosto de uva pisada
cuando la madurez diga que ha llegado su tiempo y les lleve a la vendimia.
Cantan las
alondras, cuando viene el alba, en las lomas del Chopo; hay una sinfonía de
ruiseñores en las alamedas de río; las riberas y los sotos acogen cantos de
mirlos. Cantan en los bordes del camino jilgueros, verderones y chamarines. El campo pide agua, el campo pide que Dios no
lo deje de su mano y le eche un rocío, con tiento, con cariño, con toda la
Gracia que Él y solo Él puede darle.
La jara se
ha pespunteado de blanco con pinceladas amarillas dentro. Hay un ir y venir de
abejas. Van de visita a las calles de las flores. Les hacen una parada breve,
corta. Llegan, dejan parte del polen que traen de otras flores, y se llevan algo de ellas. Cuando castren las
colmenas algo exquisito saldrá de sus panales; lo llamamos miel.
Se han
derramado las amapolas entre los sembrados; en la lejanía es una alfombra roja.
Llama, atrae, deja su impronta. Quizá sea la amapola la flor más efímera. No puede
cortarse. Quizá Dios la creo pensando en Platero. No sé, ¿ustedes que opinan?
Están llenos
los bordes de los caminos de florecillas lilas, amarillas, blancas… Las
magarzas, ahítas de floración, sobresalen a las demás y dejan una marca única,
excepcional pero el campo pide agua. El campo necesita agua, el agua de abril
que trae la Gracia y la bendición de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario