Febrero,
refranero y frío ha llegado como todos los años. En su momento preciso y justo
el día que tenía que hacerlo. Es decir, un día después de que se haya ido
enero, que es lo que tiene que ocurrir.
Febrero ha
venido con las cigüeñas, que ahora ya no se van. ¿Adónde van a ir las cigüeñas
que estén mejor que aquí? Con la Candelaria sin hogueras al atardecer en el
campo, con San Blas sin bendiciones de roscas - ¡ay, que se va perdiendo todo!
- en las misas tempraneras…
Dicen que
nieva en otros sitios; dicen que llueve a disgustos de casi todos, y a gusto de
unos pocos; dicen que las dehesas de Extremadura están vestidas ya de verde y
esperan que llegue la primavera, dicen que ya verdeguean las campiñas…
El periódico,
de otras cosas, cuenta y no acaba. El señor de pelo de purpurina se ha empeñado
en helarnos también por dentro. Don Antonio Machado hablaba de una España
habría de helar el corazón al españolito de aquel tiempo, y ahora, además de
España, viene uno de muy lejos y también anda manos a la obra.
Algunos
políticos patrios se empeñan en seguir en la nómina de los impuestos de todos
nosotros. Eso de vivir de la sopa boba da un gusto añadido, y si encima, se
creen que engañan al personal… Algunos no se van ni con agua caliente. Claro,
mirándolo despacio, tienen difícil el lugar al que dirigirse.
Dan la
respuesta ellos solos, como aquel de mi pueblo que se encontró al amigo y le
dijo que su Juanillo tenía novia, y que si la conocía, y el otro no se cortó un
pelo, y fue y le dijo: “pero conozco a tu Juanillo”.
El patio -
¿será porque Febrero es locuno y muy revoltoso? – está como para decir, “niño,
cierra la puerta por fuera”. Pero ya ven no nos hacen ni puñetero caso,
mientras, Febrero, a lo suyo, con días en que “busca la sombra el perro”, y los
precios el bolsillo del contribuyente.
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