¿Adónde van los pensamientos escondidos detrás de
una mirada? ¿Los lleva a alguna parte el viento? ¿Anda sueltos por esos mundos
que se llaman sueños? Los pensamientos juegan en la libertad de un espacio que no existe; los creamos nosotros…
Se abren solo a quienes nosotros queremos.
Los pensamientos son mariposas de prados celestes,
florecillas de una primavera interior que juega con otros soles, estrellas en
las noches oscuras en las que juega a su capricho de otros vientos…
Una leve sonrisa apuntada; una seriedad de Gioconda
que no sabemos que nos quiere ocultar - porque, ¿realmente oculta algo o deja que la imaginemos? - de detrás de una labios cerrados como quien
quiere que el misterio no se le escape y sea el espectador quien dé riendas a
su imaginación…¿Una mirada que va o viene de vuelta?
Los ojos dicen y hablan solos. Los ojos cantan y
pregonan el alma que va por dentro. Una mirada perdida o encontrada en sí
misma. Una mirada en dos direcciones. ¿Y, por qué no, en tres? Si la dirección
interior es la realmente la más interesante. ¿Y, por qué no, un paseo por esa
interioridad que está no se sabe dónde? Hace que salte la pregunta ¿cerca o
lejos?
Gustavo Adolfo Bécquer, el que esperaba cada tarde
el correo que venía de Madrid sentado en la cruz de piedra del camino frente al
monasterio de Veruela, escribió aquello de “por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo…” Bécquer esperaba,
a las sombras del Moncayo, un cambio que nunca llegó a su vida.
Maribel es la dueña de estos ojos; Maribel era una
niña preciosa que acudía a clase, cada mañana, con el transporte escolar.
Maribel se nos hizo grande y conserva toda la belleza y la dulzura de la niña
de entonces.
Unos ojos en espera como quien destapa su interior
con cuentagotas, como las abejas liban en las flores más bellas; unos ojos de
lectura y mensaje; de reflexión, de inquietud, bellos, profundos, elocuentes…
que se van con la mirada.
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