Pedro es un hombre bajito y entrado en carnes. Tiene
un habla pausada. Anda despacio. Se entrelaza las manos por la espalda cuando
camina. Pedro tiene el pelo blanco. Lo conserva casi todo. Le dan un tinte de
hombre de otro tiempo. Parece un viejo romano que viene de vuelta de muchas
guerras.
Vive en la Estación. Quiero decir, dentro del
recinto de la Estación. Su vida fue de ferroviario hasta la jubilación. La
Compañía le permitió seguir viviendo en su casa de siempre…, la que ocupó
cuando llegó a Álora después de andar por otras estaciones.
A Pedro lo conocí de guardabarreras en el paso a
nivel de Los Aneales. La modernidad y la seguridad suprimió el paso; jubiló a
algunos de los hombres que prestaban el servicio.
Hablaba de los trenes con la propiedad de quien le
ha dedicado toda su vida. El perfil de la vía, los trazados de las curvas, la
potencia de las locomotoras, la orografía del terreno - ¡qué cosas, como si la
orografía no tuviese que ver con el suelo! – marcaban la velocidad de los
trenes.
El único punto, entre Bobadilla y Málaga donde el
Talgo alcanza los 110 km/hora es aquí, en la recta de Los Llanos. Me lo dijo como
quien está orgulloso de ser él quien vigilaba aquel paso…
Su hija Pili me contó que cuando su abuelo - que ya
tenía más hijos - iba camino del Registro Civil para asentarlo se encontró con
un primo. Le pregunta por el nombre y dice que le va a poner como él: Pedro. La
familia tenía asumido que por ser el último se llamaría y lo llamó: Miguel…
Los seguidores de una secta religiosa lo tenían
acosado. Visitas periódicas. Sermones. Comeduras de coco. Un día harto,
pregunta:
-Y, ¿vosotros qué queréis?
- Arreglar el mundo.
.¿Arreglar el mundo? Si yo llevo seis meses liado
con una conejera y no encuentro la manera….
Felipe lo ha cazado dormitando en la puerta de su
casa. Le acompaña el perro; en el porche el canario que no recoge la foto,
salta en el interior de la jaula. Pedro es un hombre bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario