Por la Calle Ancha - que debe
nombre a cuando la fortaleza lo era - se sube a las Torres, que es como aquí se
conoce al castillo. Sobra cal y encanto. Mires hacia donde mires, además de contener
el resuello, verás belleza.
A la altura de
la Joyanca -casi en la mediación de la calle- párate y
mira cómo va el río; serpentea, por la vega y las casas blancas, a ambas
orillas, entre el verdor de la huertas y
los cerros...
La arqueología
aún no ha dado con la Iluro
romana por lo que la buscarás en vano. El castillo -fenicio, romano y luego, lo
que ves, árabe-. De estos casi todo lo que se conserva. De tres épocas:
emirato, califal y taifa. En un principio fue fortaleza del cinturón de defensa
de la no lejana Bobastro; después cerró la llave de entrada, por la vega, hasta
el mar, o lo que es lo mismo, hasta Málaga.
Inexpugnable
durante toda la Edad Media .
La lombarda, - tiempo de Reyes Católicos - cañón pequeño, pero de largo
alcance, en aquellos tiempos, ¡mira por donde!, acabó con él.
Repartimientos.
Los unos que se apropian de lo de los otros. Y después, que los otros, hacen lo
mismo que hicieron los unos. Y así cuantas veces quieras. Quienes vivieron bien
y quienes vivieron mal.
Cuando
bajes hazlo, ahora, bordeando el Cerro de las Torres por la calle del Carril:
“Álora, tiene tres calles
que no las tiene Madrid
calle Ancha y el Barranco
y la calle del Carril”.
En el suelo
del Barranco - recostado en el Cerro -
murió, por la primavera de 1434,
Diego de Ribera, Adelantado de Andalucía Pero esto no pasaría de anécdota de no
ser porque dio pie al romance fronterizo que comienza:
“Álora, la bien cercada
tú que estás en par del río
cercote el Adelantado
una mañana en domingo”…
El Barranco es
un Albaicín en chiquito. En su corazón late la calle más antigua del pueblo: la
calle Postigo. Era el postigo… del Adarve.
Este Albaicín de pueblo es belleza que se encierra en sí misma; misterio
y poesía; encanto y lugar en el que, durante mucho tiempo, precisamente, no
sobró el pan…
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