jueves, 10 de diciembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un Albaicín en chiquito

Por la Calle Ancha - que debe nombre a cuando la fortaleza lo era - se sube a las Torres, que es como aquí se conoce al castillo. Sobra cal y encanto. Mires hacia donde mires, además de contener el resuello, verás belleza.

A la altura de la Joyanca  -casi en la mediación de la calle- párate y mira cómo va el río; serpentea, por la vega y las casas blancas, a ambas orillas,  entre el verdor de la huertas y los cerros...

La arqueología aún no ha dado con la Iluro romana por lo que la buscarás en vano. El castillo -fenicio, romano y luego, lo que ves, árabe-. De estos casi todo lo que se conserva. De tres épocas: emirato, califal y taifa. En un principio fue fortaleza del cinturón de defensa de la no lejana Bobastro; después cerró la llave de entrada, por la vega, hasta el mar, o lo que es lo mismo, hasta Málaga.

Inexpugnable durante toda la Edad Media. La lombarda, - tiempo de Reyes Católicos - cañón pequeño, pero de largo alcance, en aquellos tiempos, ¡mira por donde!, acabó con él.

Repartimientos. Los unos que se apropian de lo de los otros. Y después, que los otros, hacen lo mismo que hicieron los unos. Y así cuantas veces quieras. Quienes vivieron bien y quienes vivieron mal.

Cuando bajes hazlo, ahora, bordeando el Cerro de las Torres por la calle del Carril:

                   “Álora, tiene tres calles
                   que no las tiene Madrid
                   calle Ancha y el Barranco
                   y la calle del Carril”.

En el suelo del Barranco - recostado en el Cerro -  murió, por la primavera de  1434, Diego de Ribera, Adelantado de Andalucía Pero esto no pasaría de anécdota de no ser porque dio pie al romance fronterizo que comienza:

                   “Álora, la bien cercada
                   tú que estás en par del río
                   cercote el Adelantado
                   una mañana en domingo”…



El Barranco es un Albaicín en chiquito. En su corazón late la calle más antigua del pueblo: la calle Postigo. Era el postigo… del Adarve.  Este Albaicín de pueblo es belleza que se encierra en sí misma; misterio y poesía; encanto y lugar en el que, durante mucho tiempo, precisamente, no sobró el pan…

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