Tranquilos. No les voy a hablar de las elecciones ¿Porque ustedes se han enterado que
ha habido algo de eso, verdad? ¡Dios, que empacho! Es de otra cosa; de cosas de
comer. Cuando de niño se nos iba la
mano, mi madre nos ‘limpiaba’ los excedentes
acumulados en el estómago con una purga.
¿Ustedes se escaparon del suplicio? Había unas
‘chocolatinas’… Simulaban que eran como
las de verdad. ¡Qué mala leche tenían¡ El repertorio seguía con sal de
frutas Eno, Agua de Carabañas o aceite de ricino, y a dietas total hasta que
llegaba la tarde.
El Maestro Alcántara dice que no hay nada más
antiguo que un periódico de ayer. Me viene a la mente eso del pan comprado por
la mañana calentito y tener que comerlo
(yo tengo la malísima costumbre de cenar tarde) ya bien entrada la noche.
El pan, alguna clase de pan, por la noche es chicle.
Se estira. Se pone sedoso; deja de ser crujiente y por no sé qué extraña razón
cuesta hincarle el diente. Alguien me ha dicho que cualquier día Sanidad entra
en eso de las levaduras. Esperemos que para mañana no sea tarde.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escribió un libro
esencial en la Historia de la Literatura española, El Libro del Buen Amor. Allí recoge muchas cosas. Las cuenta de una
u otra manera: fábulas, cantigas, refranes…“A pan de quince días, fambre de
tres semanas.”
Dicen que el arcipreste nació en Alcalá de Henares;
otros, que en Alcalá la Real. Se las
anduvo por el pueblo alcarreño de Hita. Viajaba con frecuencia, al menos una
vez al año, a Toledo.
Conocía todo lo que se cocía en los caminos, desde
la vieja Trotaconventos que ‘arreglaba’ asuntillos, al pan que comería en las
ventas. De ahí la abundancia de refranes
en la obra. Todo eso era en el siglo XIV, o sea en la Edad Media. En la Edad y en
la Edad en que vivimos no hay cosa más dura para comer que el pan de ayer.
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