El ‘Piquico’ era un hombre bajito, ágil; un puro
nervio. Andaba ligero. Solía llevar un cigarro entre los labios. Su mujer le
doblaba en estatura. Era de andar cansino, lenta; casi echaba un pie con el
permiso del otro; de complexión recia.
El 'Piquico', Paco, y la 'Piquica', María, (que por
extensión asumía el mote del marido) vivían al final de la calle Herradores
conforme se bajaba por la calle Nueva. La calle Herradores es una calle larga,
con calzadas en una de sus aceras. Recogía el nombre del oficio desaparecido;
está en un barrio castizo y antiguo, el Bajondillo.
El pueblo – en blanco y negro - de los años
cincuenta del siglo pasado estaba corto, muy corto de agua. No había agua
potable en las casas. El suministro se hacía desde las fuentes públicas. No
eran muchas; el agua, poca…
Las colas, interminables. Cántaros y garrafas
aguardaban turno. La espera duraba días. Las fuentes tomaban nombre del lugar
de emplazamiento: Plaza Baja que, todavía, no se llamaba de la Despedía, calle de la
Parra, Vera Cruz, el Grifo, en la calle Cantarranas, el Calvario… La fuente,
por antonomasia, era la de la Fuentarriba. Dio nombre a una parte del pueblo.
El 'Piquico' suministraba el agua a muchas casas. Era
algo así como un aguador oficial. La transportaba en un carrillo de mano. El
carrillo estaba hecho con tablones, tenía dos brazos traseros cortos y una sola rueda
delantera que se atascaba en las calles empedradas… La mujer aguardaba turno de
‘toca’ en la fuente.
Polémicas, peleas, disputas, discusiones…La fuente
era un lugar propicio a anécdotas. En aquella fuente, el 'Piquico' – y algunos
otros - era una verdadera autoridad. De su acarreto dependía el jornal del día.
El matrimonio estaba cargado de hijos. Sacaron la
estatura del padre y la complexión materna. O sea, evocaban más a Sancho que a Don
Quijote. Bajo la alcaldía de Cristóbal Pérez se pone agua potable en las casas.
Se acaba el oficio. Los piquicos se buscan la vida por otros lares.
Felipe Aranda cuelga una foto. No es suya; podría serlo.
Felipe es el notario gráfico de nuestras cosas. Un ‘Piquico’, Juan, vende
hierbas – de las buenas - en la puerta del mercado de Atarazanas. Dice Felipe
que es una autoridad en la materia. ¡Enhorabuena, muchacho!
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