martes, 1 de diciembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Piquicos

El ‘Piquico’ era un hombre bajito, ágil; un puro nervio. Andaba ligero. Solía llevar un cigarro entre los labios. Su mujer le doblaba en estatura. Era de andar cansino, lenta; casi echaba un pie con el permiso del otro; de complexión recia.

El 'Piquico', Paco, y la 'Piquica', María, (que por extensión asumía el mote del marido) vivían al final de la calle Herradores conforme se bajaba por la calle Nueva. La calle Herradores es una calle larga, con calzadas en una de sus aceras. Recogía el nombre del oficio desaparecido; está en un barrio castizo y antiguo, el Bajondillo.

El pueblo – en blanco y negro - de los años cincuenta del siglo pasado estaba corto, muy corto de agua. No había agua potable en las casas. El suministro se hacía desde las fuentes públicas. No eran muchas; el agua, poca…

Las colas, interminables. Cántaros y garrafas aguardaban turno. La espera duraba días. Las fuentes tomaban nombre del lugar de emplazamiento: Plaza Baja que, todavía,  no se llamaba de la Despedía, calle de la Parra, Vera Cruz, el Grifo, en la calle Cantarranas, el Calvario… La fuente, por antonomasia, era la de la Fuentarriba. Dio nombre a una parte del pueblo.

El 'Piquico' suministraba el agua a muchas casas. Era algo así como un aguador oficial. La transportaba en un carrillo de mano. El carrillo estaba hecho con tablones, tenía dos  brazos traseros cortos y una sola rueda delantera que se atascaba en las calles empedradas… La mujer aguardaba turno de ‘toca’ en la fuente.

Polémicas, peleas, disputas, discusiones…La fuente era un lugar propicio a anécdotas. En aquella fuente, el 'Piquico' – y algunos otros - era una verdadera autoridad. De su acarreto dependía el jornal del día.

El matrimonio estaba cargado de hijos. Sacaron la estatura del padre y la complexión materna. O sea, evocaban más a Sancho que a Don Quijote. Bajo la alcaldía de Cristóbal Pérez se pone agua potable en las casas. Se acaba el oficio. Los piquicos se buscan la vida por otros lares.


Felipe Aranda cuelga una foto. No es suya; podría serlo. Felipe es el notario gráfico de nuestras cosas. Un ‘Piquico’, Juan, vende hierbas – de las buenas - en la puerta del mercado de Atarazanas. Dice Felipe que es una autoridad en la materia. ¡Enhorabuena, muchacho! 

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