miércoles, 30 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores


                                                         

Si  das en ir a Flores una tarde de abril, abróchate los machos para que no te puedan las sensaciones. Ábrete por dentro y déjate empapar. La belleza te desborda. Volverás más lleno que subiste porque hasta casi su llegada, la carretera sube, casi sin sentir, pero sube.

Vino la Virgen por mor de aquello de guerras de otros tiempos. El infiel no tenía sitio. Unos contra otros. Lo de siempre. La trajeron del pueblo hermano de Encinasola. El Murtigas es raya y brazo que va con dos orillas: a un lado Portugal; al otro, España.

La cosa fue por los finales del siglo XV, luego en XVI se inician las obras de un convento. Que si ermita primera, que si misa bajo un algarrobo frondoso. Los franciscanos - recoletos - buscan el sitio: a media ladera entre el monte y la vega.

Arriba, rocas de  arenisca en  El Hacho y aulagas, romero, manzanilla, almoradux y tomillo; abajo, las huertas perfumadas de azahar en primavera. Pinceladas verdes que dio la mano del hombre con la brocha de tiempo porque pasaron ellos, y quedó lo quedó…

Dentro – el Santuario siempre está abierto – todo es recogimiento. Silencio. Desde el camarín la Virgen ve a quien llega. Se sienta. Le hablan, Le dice cosas… A veces, alguien enciende una vela; pone un ramo sobre el altar, musita palabras que van del alma al... A eso, alguien le llamó rezo.

Tota pulchra est María de Flores… o aquello de Flores aparuerunt in terra nostra… Da lo mismo. Las advocaciones marianas del Antiguo Testamento, barroco en yesería. Cantan y  pregonan: en el centro de todo, María. María de Flores…

Desde ayer, en una dependencia, han abierto un museo con recuerdos de una mujer – la Señorita Laura Aguirre – que anduvo cerca de eso que por la tierra se llama santidad. El empeño de Ángeles López y un puñado – pocos – generoso de voluntariado, lo han conseguido.


Arrullan las palomas en el alfeizar de las ventanas. Puede que ulule el viento. No importa. Por aquí se para el reloj. Si nos encontramos algún día, me lo cuentas.

lunes, 28 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El patio de mi amigo


                                

Es pequeño, recóndito, recoleto, íntimo y umbroso; aprovecha el espacio.  No envidia a los Cármenes granadinos ni a los patios de Córdoba. Todo es exuberancia y color. Se  adentra por los ojos y es una llamada para los sentidos que, a finales de abril, tienen tantos reclamos que no saben a dónde acudir.

Me dice - mi amigo -  que tengo que ir a ver sus “azucenas”. Voy. Mi amigo tiene unas macetas de azucenas que aún no han florecido. Los brotes piden ‘sólo’ unos días de paciencia y, entonces serán olor y pureza; llamada y esencia; mayo que se sale a la calle y revienta de perfume.

Pero lo que mi amigo tiene preciosas son las macetas de amaryllis… rojas de terciopelo. Como campanas que llaman, desde la lejanía, a la sensibilidad; como campanas que tocan a rebato en  el fuego del amor perdido en cualquier esquina; como campanas que orientan a las abejas que cruzan los cielos azules y limpios.

No piden, todavía, los racimos de la parra, (porque el patio se sombrea con una parra) altar de procesión de Corpus Christi. Apuntan con uvas prietas y diminutas por entre los pámpanos tiernos y se dejan ver como la niña que se hermosea cuando la edad pide a gritos que la miren. Son uvas que, mañana, con el sol de primavera, se acopiarán de néctar, tanto, que será Sangre de Cristo.

Tiene el patio de mi amigo rosales blancos y amarillos, y parterres con pensamientos, y hortensias, y gitanillas y, un limonero, como el que florecía en el patio sevillano que marcó los recuerdos de don Antonio Machado y, paz, mucha paz…


Los nietos de mi amigo juegan, ajenos a todo, en el patio de su abuelo. Algún día podrán escribir, también, y contarán como, al caer la tarde, unos microfiltros dejaban que bajase una nube de vapor  de agua… y todo el patio era algo de ensueño.

domingo, 27 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pájaros


                                                      

El termómetro marcaba, esta tarde, veinticuatro grados. Corría una brisa suave; se iba la tarde. Un poco entelerañado el cielo y el sol de última hora - tibio, dulce…-  sobre la caliza de El Torcal; En las lomas, los trigos ya espigados esperan la llegada de la noche.

Se hacen polvo los chamarines; pasa una pareja de jilgueros, semáforo intermitente de colores en el cielo azul, con su vuelo a impulsos. En los cables del teléfono hacen parada, ¿la fonda? La fonda la tienen entre las ramas del granado de la esquina del gallinero… Pían los gorriones en el alero del tejado.

Las lavanderas de todos los años, bajo el puente de la vía del tren, se las andan con sus vuelos cortos y precisos, como sin miedo, como conociendo a los vecinos de siempre. Ponen una nota de oro viejo y verde en el arroyo seco.

Ya están, también, por aquí las golondrinas de vuelo rasante y rápido. Y los vencejos con nido de barro y misterio, y el cuco que canta en la Cuesta del Convento y las tórtolas - ‘las del terreno’ - en la alameda de Hoyo del Conde. Abubillas, verderones, carboneros, mirlos en los vallados…

Faltaba ‘ná y menos’ para llegar a América. Fray Bartolomé de las Casas lo recoge en su cuaderno de bitácora: “toda la noche se oyeron pasar pájaros”. Años después -1981- Caballero Bonald publicó una obra con el mismo título. No tiene nada ver mi sensación de esta tarde con la temática de la obra.


Sentado, al borde del camino y, quieto, muy quieto, me he puesto a escuchar el silencio. No era posible. Escuchaba algo más maravilloso aún. Era la sinfonía de pájaros que despedían la tarde; era el sol, dorando las cumbres, era sólo y ¡nada menos¡ que una parte de la vida.

jueves, 24 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La magia de la palabra


En Las Cuatro Esquinas de Tomares, donde desemboca Navarro Caro en la Calle de la Fuente… Allí, María Luisa, regenta una floristería. Ofrece hortensias, pensamientos, rosas, petunias, candilitos y helechos, espadifilios y calas… Le pido semillas de claveles. Están agotados. Arranca, unos esquejes, de una maceta. Me los regala. ¿Se puede pedir más?

Sí. Donde se ensancha la calle – otra vez la Calle de la Fuente  – frente a la hacienda de Santa Ana. La cosa viene de viejo: romanos y alquería musulmana; almazara, luego. Conde-Duque, de Olivares, claro… Allí, bajo una carpa de blanco crudo, Antonio García Barbeito regala magia.

Verán. Es Feria del Libro. Casetas y gente por la plaza. Aguacero de primavera; Antonio pregona el acontecimiento. Derrama, como los caños de la fuente de la plaza, la esencia de su palabra: contenido, contexto, mensaje, timbre y sentimiento.

El Aljarafe es un balcón entre olivos y caserío nuevo. Se asoman los pueblos para ver cómo pasa el río. La palabra – a carpa llena, con gente de pie, superando en medio centenar los doscientos…- es arte y vida; es cita y encuentro; es manantial fresco…

Como  en las coplas del Pali, uno no sabe si va o viene de Triana, si está envuelta en sevillanas o en soleares; si la recoge el capote de Bombita que nació en el pueblo…

La palabra, dice Antonio, iguala al hombre en la libertad, para que deje de ser esclavo, para ser entendimiento y recuerdo. Emotividad cuando afloran los años duros y evoca  a quien iba pidiendo, como quien pide pan, la lectura de la carta del hijo, del padre, del emigrante.

 Besanas y trigos con espigas. Tardaron en granar, pero llegó la cosecha. Lectura, libros, muchos … Todos forman parte de nosotros mismos.

Noche cerrada. María Luisa, aún, tiene abierta la floristería. Al paso compramos dos macetas; por dentro uno vuelve con el deleite de  quien asiste a algo único. No importa que la barca de Tomares no tenga velas… Se las ha puesto, con la magia de su palabra, Antonio García Barbeito.

miércoles, 23 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mary Rodríguez



 
Se visten las Ramblas, en Barcelona, de pájaros, flores y libros. Es San Jordi. La gente tiene costumbre –maravillosa costumbre - de regalar flores y libros. Sólo lo suele hacer un día al año. Es una pena que no se haga con más frecuencia.

Mi amiga Mary Rodríguez está escribiendo el libro más difícil de su vida. Es el más bello. El más hermoso. Sus amigos leemos las líneas, casi páginas, que ella nos estrega, con cuenta gotas, pero con mensajes sublimes y uno cuando los lee y, si estuviera más cerca le daría un abrazo, y en la lejanía, le dice: pero que grande eres, puñetera.

La vida viene como viene; la vida tiene cosas así y Mary es una –de las miles de mujeres anónimas – que merece un monumento grande: positiva, llena de optimismo, trasmite la fe de quien está segura que lo consigue. Somos muchos, también, los que sabemos que lo va a lograr. Al tiempo.

Es San Jorge. No vamos a comprar el libro que Mary escribe en su lucha diaria. Nos lo regala ella. Llevarse los libros que escribe otro,  eso es un gorroneo. No está bien. Pero Mary es tan generosa que nos lo da para que aprendamos - ¡y de qué manera! – del mensaje que nos envía.

Es San Jorge. Me viene a la mente aquella viejísima canción de Serrat de cuando éramos jóvenes. Huele a contradicción, “El vells amants”. Traduzco: “y por San Jorge él le compra una rosa / envuelta en un papel de plata / Y por San Jorge él le compra una rosa / y nunca olvida la fecha”.

Sirvan estas líneas como un ramo de rosas, hermosas - como el ejemplo que nos das  - y que te enviamos todos tus amigos. (El libro nos lo regalas tú). Van envueltas, en algo mejor que un papel de plata: llevan todo nuestro cariño.

martes, 22 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El síndrome de Stendhal


 Era sobre la mediación del primer cuarto del XIX, 1817. Stendhal sale de la Santa Croce. Había llegado a Florencia en un recorrido de ‘arte’ desde Milán y camino de Nápoles. Siente tal sensación que cree que sufre un desfallecimiento. Le puede el arte y la belleza a la capacidad de aguante de su organismo. Años después, a eso se le llama ‘síndrome de Stendhal’.

Llovió ayer con fuerza. Limpió la atmósfera de ese polvo suspendido que dicen que había venido, hace unos días, del desierto. Ha amanecido un día diáfano, claro y azul. Un día puro sin contaminar aún. El sol abrió puerta – ex oriente lux-  por el Cerro de la Fiscala… Está la naturaleza como sólo puede estarlo una mañana de abril.

Mi amigo José María publica que hoy, 22 de abril, la gente de bien celebra el día de la Pacha Mama o lo que es lo mismo, el día de la Madre Tierra. No sabemos por cuánto tiempo y ni qué dejaremos a los que vienen detrás. Lo tienen un poco difícil.

 La tierra, saldrá adelante, a pesar de los pobladores que la tenemos por nuestra en estos años, cortos en tiempo, pero extensísimos en capacidad de destrucción. Sólo hay que acercarse a la orilla de cualquier río…

Otro amigo, Barbeito, en su artículo diario dice que ya no caben más sinvergüenzas en esta bendita tierra, es decir, Andalucía, donde Josefina Carabias se preguntaba qué tenía para que los geranios floreciesen sin que nadie les haga nada…

Seguir leyendo periódicos es echar borrones de tinta – como aquella que había en los tinteros de porcelana en los pupitres bipersonales de la inmunda escuela – sobre un papel inmaculado y limpio.

Me quedo con el síndrome. Al ir esta mañana a la panadería por la calle se olía a pan caliente y por el aire venía la brisa tempranera. Acababan de poner las calles; la luz se abría paso…¿será el síndrome?  

lunes, 21 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viola cazorlensis


                                                          

La Sierra de Cazorla está en la punta donde Andalucía se va como para la parte de Murcia; es la zona de pinares más extensos –después de Doñana- de todo el sur de la Península Ibérica.

 

Es, también, aquella que cuando niños cantábamos, en los pupitres bipersonales de la escuela inmuda. El maestro - mi maestro don José Oropesa - señalaba con un puntero sobre un mapa de hule ajado y con los ángulos descascarillados. Los niños cantábamos: “el río Guadalquivir nace entre las Sierras de Pozo y Cazorla, provincia de Jaén…

 

Hay cuatro maneras de entrar a la Sierra: desde Pontones, si llegaste por La Sagra; por El Chorro, después de superar el puerto de Tíscar y Quesada; por Cazorla y el puerto de Las Palomas - por donde lo hace más gente -; por la Puerta de Segura..., y desde luego, también hay otras. Es cuestión de husmear en los mapas.

 

A Cazorla se llega por entre olivos picuales. Al superar la última revuelta del camino: el pueblo. Es de tarjeta postal. Recostado a la sombra de picachos inaccesibles y envueltos de brumas en los días de invierno.

 

Por el Puerto de la Palomas se ‘traspone’ al otro lado. Junto al río se acampa, se echa el día, se disfruta de la naturaleza, se goza de eso que sólo se encuentra cuando la masificación no ha llegado y entonces…

 

Nace, allí, en la Sierra, la Viola Cazolensis. Diminuta, pequeñita, preciosa. Es una violeta única. Solo se cría entre las rocas y florece en primavera. Alguien la descubrió deambulando por aquellos parajes. Dicen que por ser exclusiva, le dieron ese nombre.

 

Pero la Sierra también tiene mucho de morado y de dolor. Desaparecido un chaval de 14 años... Buscan; rastrean: palmo a palmo, risco a risco, tajo a tajo… Fue a pasar la Semana Santa… Lo han encontrado de la única manera de la que nadie, absolutamente nadie, deseaba encontrarlo. ¡Puñetera vida!

domingo, 20 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pajarero


                                         
El pajero tenía colgados media docena, mal contada, de jaulones en una pared blanca que bajaba desde el filo del tejado hasta el suelo. De tejas arriba el azul, limpio, añil, pureza… de lo que antes se llamaba cielo. Y Alguien más que se intuye, que se sabe que está pero que no se ve.

El pajarero tenía, en un jaulón grande, un loro gris de pico retorcido y garras duras. Dice que se lo compró a un legionario que venía de Ceuta. El pajarero que vende su apellido no vende el loro. El legionario se fue a Afganistán y se lo enseñará cuando vuelva…

En otras jaulas más pequeñas tiene el pajero canarios cuneros de plumas diferentes. Habla y no para. Le pregunto por los pájaros de canto y hablamos de los ‘malinois’ y de los ‘roger’.

El malinois – me dice es un pájaro ventanero – y el roger para los mineros. Cuando le digo que detectaban el grisu y le hablo de los blancos recesivos, el pajarero que es listo como él solo, ya sabe por dónde va el agua al molino y me cambia el tercio.

Las sombras llegan a media calle. Me dice, que estos días de atrás, como pasaban por aquí las procesiones con el zumbido de los tambores los pájaros han estado muy raros. ¿Sabe usted? Asustados.

El pajarero sabe que los criadores ya tienen pollos nuevos y como este año no ha venido, todavía, ninguna tormenta, están criando muy bien. Pasamos, otra vez, al repaso de plumas y me habla de los isabelas, pasteles, de los rojos… y de los piensos para pigmentación.

Pasan dos mujeres que vienen de la compra. Se alargan las sombras. Nuestras cuerpos en  las sombras son figuras de El Greco. Si las perseguimos huyen, si nos alejamos, nos siguen. Por la mitad que da el sol el pajareo deja que sus pájaros se distraigan con los pocos transeúntes que van por calle. Hablamos, luego, más rato…

sábado, 19 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde abril


Al atardecer cantaban los mirlos en el soto del arroyo. La sinfonía era única. La tarde se iba con lentitud y, a uno, le invade un gozo enorme cuando asiste a estos espectáculos breves y singulares, al mismo tiempo, que siente como brota la melancolía más íntima en lo más profundo.

Ha pasado el “empacho” de procesiones con el que las televisiones locales se han despacho de sol a madrugada estos días. Ha habido cosas interesantes, y quien se pone delante de un micrófono y va el tío y dice: “porque ustedes sabéis…”

Han saltado, al ruedo de la prensa, un puñado de  noticias: el afán recaudatorio de los radares. Demasiados muertos en la carretera; botellones de jóvenes, y quien no ha rapiñado más porque no se levantó antes…

Están las carreteras hechas un asco: ni asfalto, ni señalizaciones, ni diseño, ni trazado de curvas. Pero no pasa nada. Al hombre de uniforme lo posicionan en una recta para que fotografíe más que el retratista del parque aquellos días de feria de cuando éramos niños. Un poco más adelante los del bloc… Ustedes me entienden.

Cantó Luis Eduardo Aute aquello de “imagínate una tierra donde África es hermana / donde la gente bebe, en la Semana Santa”. Pues como entonces, Luis, como entonces, pero ahora un poco más, porque el personal se ha pasado al alcohol duro: ginebra, güisqui… Se bebe y no se come. Crunch directo al hígado.

¿Corrupción? El mozo acompaña a Rinconete y Cortadillo. Van  a la casa sevillana de Monipodio –siglo XVII-.  Da instrucciones. La cita, un poco larga: “En eso de restituir no hay que hablar -respondió el mozo-, porque es cosa imposible, por las muchas partes en que se divide lo hurtado, llevando cada uno de los ministros y contrayentes la suya”.


Un mal aire, también, se ha llevado a García Márquez. Proliferan citas, informaciones, dichos… Todo se le atribuye a García Márquez. Me quedo con algo muy explícito. Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Si es verdad, lo borda. Deseemos cien años de eternidad a Macondo. Siguen, esta tarde abril, los pájaros cantando.

miércoles, 16 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ni en Jueves Santo


Parece que han movilizado a la quinta. No descansan ni en Jueves Santo. Se abre el periódico y, a uno, se le caen los palos del sombrajo. Más corrupción descubierta en Andalucía; catalanes –algunos, claro- erre que erre y pasotismo en el Gobierno. Más lento que un centrocampista argentino, para dar respuesta...

Ni en Jueves Santo. Niños en umbrales de pobreza; viejos abandonados; enfermos sin asistencia… ¿No dicen que hoy, Jueves Santo, es el Día del Amor fraterno? ¡Qué bonita es la utopía – la del barrio sevillano, para ciertas personas, también – que nos pone las cosas…

Es precioso aquello de “ubi charitas et amor”… Dice la letra del canto gregoriano que sigue y afirma que allí está Dios. Se lo estamos poniendo un poco difícil. No hay más que ver un telediario y abrir los ojos. Es preciso – por lo precioso- que la letra se haga realidad. Aunque sea, siquiera, por un solo día.

Las calles están abarrotadas de gente. Lo llenan todo; la bulla va y viene y hace que donde mejor se esté es en la casa, pero aquí somos así. Nos tiramos a la calle y cuanta más algarabía, más ruido y más achuchones, mejor. Por eso (además de por otras cosas más importantes) el Jueves Santo es tan grande.

Aunque algunos no quieran pararse ni en Jueves Santo. Ucrania (blindados en Slaviansk) y el virus ébola que hace estragos en ciertos países africanos y el otro virus, el de la poca vergüenza en Andalucía. Según leo, ahora, toca en Málaga. Las cifras, mareantes.

Por cierto un amigo esta mañana me ha frenado en seco. ¿De dónde crees tú que ha salido la paz social de Andalucía? ¿Se te ha olvidado que “gallo que no canta, algo tiene en la garganta”?

Lleva – puede llevar – parte de razón mi amigo pero no es posible. Alguien tiene tomar alguna medida y frenar todo esto. No se acalla la Justicia con el latrocinio y el sinvergonzonerío. No es posible. Ni siquiera en Jueves Santo.

martes, 15 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Rico


Miércoles Santo. Casi ya entre dos luces. Vienen cuatro arbotantes lejanos ahítos de tulipas que bajan por Alcazabilla: de lejos es un haz de luz que rompe la noche; de cerca, ¡ay, Señor, de cerca! “No me mueve mi Dios para quererte…! Ya sabes, Señor, que lo sabes todo, Señor Rico en perdón y en misericordia…, porque Tú lo sabes todo.

Porque Tú eres Luz - ¡oh, Luz de Dios! – Te he visto, mecido, con mimo, como quien lleva mucho encima por Cister o al doblar la esquina de Santa María con Molina Lario. Te he visto cómo te ibas, porque te llevaban, y yo, Señor, desde una acera cualquiera, desde mi duda cierta, desde mi miedo y mi interrogante casi sin respuesta, te miro, te rezo, te pido… ¡qué sé yo! Si Tú lo sabes todo.

¿Adónde te escondiste  - te pregunto -, como se lo hacía San Juan de la Cruz? ¿Adónde?  Dime. Y me dejaste, y salí tras de ti, y eras ido… Y vi que te perdías, sobre dorados y oropeles, sobre cabezas y velas de fe – la fe de los otros que la quiero también como mía- y en la noche ya cerrada con estrellas que se abren paso y una luna de Getsemaní que  será, por una esta noche, malagueña…

Ya sabes, Señor, ni el cielo prometido… Señor, Tú que hablas desde el silencio de nuestra  cruz de cada día; desde ese trono sublime, desde el altar de plegarias;  háblame, dime entre tanta gente, que eres Tú, el que yo busco en mi bruma y el que se aleja ya por la Alameda y girará antes de llegar al Puente. Ya sabes – porque Tú lo sabes todo – que entre la barandilla y el río hay mucho trecho… Sí, aquello del santo Cura de Ars…

Y yo recorro el trecho, como amante que sigue a la amada, agazapado entre el gentío, como a escondidas entre el bullicio, y te veo que te adentran por calle Granada. Y te llevan y yo te sigo, y te sigo en la distancia y hablamos y nos preguntamos los dos  y…

Por Calderería llegas a la plaza de Uncibay y, luego a Álamos; de allí a la Plaza de la Merced… donde, mira por donde, se rinde homenaje a un puñado de hombres que lo dieron todo, también,  por la libertad… Y yo te sigo y te veo irte…

 Y con noche cerrada, ya estás dentro… Libérame, Señor, - ¿ves?, soy muy egoísta y que sólo te pido para mí, pero Paco Valverde me ha dicho que escriba de lo que Tú significas para mí-  te decía, Señor, libérame, porque yo también estoy preso de mí mismo, Tú, que eres rico en misericordia. Dale la libertad a mi duda, a mi zozobra para que  “aunque no hubiera cielo, yo te amara…” Tú, Señor…

lunes, 14 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Del fado a los tambores


El fado es música de embrujo y encantamiento. El fado viene envuelto en la neblina de lo que se esconde dentro, muy dentro, tanto, que sólo se aflora cuando aparecen los momentos únicos e irrepetibles. El fado es esencia y perfume.

El tambor aporta música de percusión. Exterioriza, cruza los aires y llega hasta donde el golpeo de unos palillos sobre una piel tersa permite que lleguen los sonidos. Tan lejos que, a veces, alguien puede decir…por allí suenan los tambores.

Se envuelven estos días las ciudades andaluzas en el misterio de Cristos al revolver de una esquina. No es un misterio de fado. Es algo distinto. Es la luz que juega al escondite y lo transforma todo, lo distorsiona y alarga las sombras. Es la crueldad de una muerte tan dura como una crucifixión hecha tránsito a una gloria porque así lo manda la fe.

Desde ya las calles son templos más espaciosos y con menos penumbra. No tienen ni canceles y ni puertas pesadas que se abren en dos y dejan que entre la luz. Imágenes de policromía perfecta de un Dios que casi roza, con la yema de sus dedos, los geranios del balcón, cuando pasa por delante nuestra.

Otra vez será una dolorosa. Todas llevan un manto, largo, largo, que las hace como prolongadas en el espacio. Van cargadas de rosarios y pecheras de encajes y brillantes. Muestran a una Virgen niña, con mejillas sonrosadas por las que corre, siempre, indefectiblemente, una o dos, o tres lágrimas.

Se llenan estos días muchas calles del misterio de la fe… Eso que dice el teólogo moderno que ‘es dar un salto en el vacío. Michel Quoist escribió un libro delicioso de prosa entendible y a pedir de mano del pueblo sencillo: “Oraciones para rezar por la calle”. Naturalmente, no conocía la Semana Santa de Andalucía; habría dejado escrito que aquí se reza de otra forma.

domingo, 13 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arde Valparaíso


Se retoma la actividad, a medio gas, después del inicio esplendoroso del Domingo de Ramos. Se rompe la monotonía. Se ha tirado la gente a la calle. Lo invade todo, lo desborda todo. Suenan tambores, de las bandas de música y, de los otros, porque este año es ‘excelente’ la cosecha de niños con tambores. El tío del quiosco ha rentabilizado, con creces, el negocio.

Dice la radio que la carretera sigue cobrándose vidas. Lo que no dice la radio es lo mal que están muchas carreteras. Las han sembrado de radares recaudatorios pero no han tapado los baches. No se han corregido curvas desde hace no se sabe cuánto tiempo. Los  coches son más veloces que lo eran antes y, claro, viene lo que viene.

En Ucrania no levantan cabeza.  El Papa volvió, en la Homilía,  a romper moldes. Se ‘bolivariza’ la Junta de Andalucía, con una Presidenta que ha perdido – o le han hecho perder peldaños – en la crisis reciente y media España busca en las playa de aguas saladas lo que no tienen tierra adentro.

Arde una ciudad que dicen que era preciosa: Valparaíso. Cuando la encontró Diego de Almagro – un ‘cromo’, por cierto- cuando aquello de la conquista de Chile era una ciudad de pescadores que se las buscaban en la cercanía del Pacífico.

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Lo acuñó Neruda. Uno, en su modestia, también los hace suyo. Lo que dicen las imágenes es para echase a temblar. Horror de llamas que lo arrasan todos. Muerte, desolación, ruina y llanto. Los versos más tristes, y algo más. Mucho más

Las noticias que llegan de allí son de tragedia total. En el recuerdo aquellos festivales de música en Viña del Mar. Después, Raúl Matas o Manuel Pellegrini – los dos venidos de Chile-  desde Radio Madrid con su ‘Discomanía’ a muchos jóvenes nos acercó a las corrientes musicales o en La Rosaleda nos hizo soñar….¡Qué tiempos!

sábado, 12 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pajarillos a volar



Pajarillos a volar… que es primavera, que el sol luce en lo alto del cielo y están los campos sembrados de flores. Nacen las margaritas en la orilla de los caminos y crecen floridos los romeros. Viene un perfume que embriaga y el aire trae esencias nuevas.

Pero ¡ay! con las cosas de comer no se juega. Acaba de cerrarse (¿) una crisis en el Gobierno andaluz. Se revisarán – en esto de las cifras hay confusión-  ocho expedientes de los doce a los que se le asignó una vivienda en Sevilla. No se sabe nada de los otros cuatro que faltan para la docena ni de los doce mil que esperan…

Una amenaza de elecciones anticipadas ha disparado las alarmas. ¿Perder el sillón y la corbata diaria? ¿Perder la Visa y el coche oficial? ¿Perder las prebendas del chófer que abre la portezuela que oye todo lo que se habla desde el móvil pero que no escucha nada? Eso no entra en el programa.

Está Andalucía de Cristos sangrientos por la calles y… de quien ha sudado sangre cuando ha visto que podría perder todo lo que por la gracia del destino y de una legislación que pide a gritos reformas, ve que puede perderlo todo. Esto ha sido el ‘parto de los montes’ y una genuflexión en toda regla.

Expoliado por la soldadesca estaba Cristo antes de iniciar el camino del Gólgota.  El posible Decreto que disuelve el Parlamento, ha flotado como un mal aire, en los albores, de la Semana Santa. Algunos han temblado ante la posibilidad de cargar la cruz a cuesta de su  realidad. O sea, volver a ser, lo que fueron.

Han llegado los acuerdos. Tenían que llegar. Con las cosas de comer no se tontea. Ni por un asomo. Que las carga el diablo y si los de enfrenten son malos de solemnidad, los de esta orilla, no demuestra que son mas buenos… Y luego pasa lo que pasa. Es Domingo de Ramos. Flores y palmas, olivos tiernos, calcetines nuevos, tronos y pajarillos a volar… ahora, que todavía, podemos.

viernes, 11 de abril de 2014

Una hoja suleta de cuaderno de bitácora. Bendita Tierra

Josefina Carabias nació en Arenas de San Pedro. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza. Era el Madrid del preludio de la guerra. Derecho y periodismo; luego, corresponsalías en Washington y París… y el diario Ya. Hasta casi su muerte. Hoy me acuerdo de ella por varias cosas. Verán.

Lo cuenta en el Epílogo de “Juan Belmonte, matador de toros” de Chaves Nogales. Está sentada junto a Juan, en un café de la calle Sierpes. Le preguntan al maestro cómo un hijo de Carlos Núñez - montado a la grupa de un toro - ha podido domesticar a la fiera: “dándole de comer como a todo el mundo”; la primera.

Corresponsal en París compra un apartamento en Marbella. Acude  todos los veranos. Toma unos esquejes - está de poda un jardinero en las cercanía de su casa - y los clava en el arriate del balcón. Al año siguiente, regresa y encuentra el balcón poblado de flores. En un artículo se pregunta ¿“qué tiene esta bendita tierra que hasta los geranios florecen sin que nadie les haga nada”? Lo recogió Agustín Lomeña en sus tiempos de Sol de España; la segunda.

En una librería de Arenas de San Pedro me encontré: “Gredos, por dentro y por fuera”. Autor: Cayetano Enríquez de Salamanca; Lo prologa ella: “(…) todo ello envuelto en la luz plateada de la luna llena brillando en lo alto…” y agrega: “las murallas de Ávila la hicieron los hombres, esta muralla azul que nos rodea, nos la hizo Dios…”; la tercera.

De sus columnas de Ya... Uno empezaba a tener inquietudes. Rellenaba - mejor, manchaba papeles - y ponía impresiones y cosas del joven que se inicia. Devoraba lo que caía en mis manos. La leía con fruición; aprehendía y, ahora cuando ha pasado el tiempo, lamenta no haberlo hecho más. Nunca se aprende del todo.

jueves, 10 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El curriculo


Anuncian elecciones a ocupar sillón en el Parlamento Europeo. O sea, para algunos, vivir del presupuesto, buenas dietas, mejores mamandurrias y viajes en clase especial en os aviones. En la que viajan los humanos normales, no. Estrasburgo está muy lejos; las rodillas encogidas, ya se sabe, duelen.

Comienzan a airear eso que se llama el currículo. Los hay excelentes. Generalizar no es justo. Magníficos profesionales. No me cabe la menor duda. Si no lo hacen mejor no es imputable a ellos. Contra esas personas, uno no tiene, absolutamente, nada en contra. ¡Faltaría más!

Voy contra esa pléyade plañidera – suenan como un chino en un lata- que vende una manta en el mes de agosto. Los hay en todos los partidos. No nos llamemos a engaños. No. Antes se les podría decir que con la carretilla en un obra no despintaban; ahora, ni hay obras ni voluntad de aguantar la solanera del verano.

Uno ha visto a quienes han mentido – ¿se acuerdan del ínclito que utilizó manos y pies en una votación en Congreso?- . Ahí está: incombustible. El gallinero estos días suena…. ¡Vamos si suena!

Los hay que dicen en sus papeles:  “tienen estudios de…” Ingenuamente me pregunto y ¿eso qué es? Lo lanzan y se quedan tan panchos. El colmo de la finura me vino el otro día. Un mocito que aspira a sillón, en sus meritos ponía: “es hermano de…” ¡Toma ya!  Ese sí que va a luchar por mis intereses que en la soledad del pueblo, borriquillo endeble, lucho contra todo lo que se me viene encima.

¡Nos esperan unos días! Si no fuera por lo que es, uno, se mondaba de risa. Pero ya te diré, Catalina. Estos manejaran a su antojo y como la viña es suya… Un botón de muestra: Una herencia de ochocientos mil euros ‘paga’ en Madrid, dos mil; en Andalcía: ¡doscientos mil!

En Sierra Morena – la de antes- los había bastante más honrados. Ahora cuando empiecen a salir lo de los ERES de la Sierra Norte de Sevilla. Ya nos enteraremos. Pero no importa. Échenle un vistazo, por simple curiosidad, a los currículos de las Señorías que se las quieren montar en Europa. No tienen desperdicio. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Cómo le ponemos a esto?



Huyen del hambre. Les sobra miseria y le falta Justicia. Las imágenes son escalofriantes: encaramados a una alambrada piden la entrada a lo que ellos consideran el paraíso. Ha saltado como noticia de última hora: la marina militar italiana ha rescatado más de cuatro mil personas, entre el martes y el miércoles frente a Sicilia.

Desde principios de año, van más de quince mil los rescatados en Italia. En España, no se sabe. Están cerradas las puertas. No juegan al baloncesto  ni cantan en ningún grupo musical. Serían, entonces, “hombres de color”. Estos, son negros. Y, además, pobres.

Está claro. El mundo se rige por normas. Malas, regulares o peores, pero reglas. Hay que encontrar una solución: la hay. Por supuesto que la hay. La menos mala siempre sería mejor que enfrentarlos a unos hombres de uniforme que, encima, tienen que obedecer a otros. Como si esos hombres de uniforme no tuviesen, también ellos, sus sentimientos.

Han andado cientos, miles de kilómetros. Cruzaron un desierto de arenas ardientes. Inmenso. Sortearon expltaciones inhumanas, violaciones de almas y cuerpos. Estafas. Estrujados hasta el límite… Un tuerca más, y se muere. Aquí, parecen decirse las mafias. Muerto no nos vale de nada.

 Europa es tierra prometida. Todo es oropel. Llenamos cubos de basura cada noche con comida que nos sobra. Las imágenes de televisión les han contado que la gente, en los países ricos, paga por…¡adelgazar! Ellos no pueden pagar ni para comer.

Tienen unos ojos grandes, redondos, profundos. Han visto tantas lunas como noches de sueño en la tribu lejana o en las noches del desierto (el físico y el de sus propias vidas). La tribu está lejos, tan lejos como esa solución que en su creencia piensan que van a encontrar al otro lado de la alambrada.

 El mar, poético, precioso, por donde dicen que  navegó  Ulises es un cementerio. Es el mismo mar de las culturas y civilizaciones. ¿Ahora?  Están en la orilla de Europa. No saben nadar – tampoco les iba a servir de mucho – pero es que ni siquiera habían visto antes el mar. ¿Cómo le ponemos a esto?

martes, 8 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Toledo y el tiempo


El viajero llega a Toledo con el tren una soledad mañana del mes de abril. Toledo rezuma arte: desde la estación – mudéjar moderno, a la aguja más alta de la torre de la Catedral- . Toma, el viajero, un autobús urbano. Vocifera la gente. La gente va contenta: ¡a la feria! Aprieta el calor.

Se medio vacía en la Puerta de la Bisagra y luego, más arriba en una esquina del Zocodover y junto al Alcázar… Toledo sufre una riada humana. Me acuerdo de los versos de Barbeito a la Esperanza de Triana: “el paso es el puente / y el costalero el río”. No sé aquí quién es quien.

Quienes sí son los de siempre son el Tajo y el Puente de Alcántara y los Cigarrales –en frente – y el Alcazar que se asoma al claustro de Santa Cruz, y ese sabor añejo de las callejuelas estrechas por las que nunca ni ha entrado ni entrará el sol. Y los que viven del turista porque si a Toledo le faltase algo ahora ha agregado el espaldarazo de la magna de El Greco.

Por la calle de la Trinidad (antes de llegar al Arco del Palacio) el viajero se encuentra con un cura joven: sotana y tirilla. El viajero, para sus adentros, se pregunta si es que vuelve a casa de regreso de una sesión del Concilio de Trento. El viajero es malo de pensamiento. No quiere, serlo de obra y no le pregunta. Ambos, dos, siguen camino: el cura sube ¿a la gloria?; el viajero, puede que al infierno.

Tienen las calles, en algunas ciudades, nombres de personajes ilustres, pero cuando uno se encuentra con la calle de la Plata, la Bajada al Pozo Amargo, Hombre de Palo, Cárcel del Vicario, Nuncio Viejo… Uno sabe que está en un sitio único. No puede ser otro. Es Toledo.

Las campanas de San Nicolás llaman a misa. “Porque es a las doce, ¿sabe, usted?” Es una mujer escapada de una obra de Galdós al que, con palabras de don Gregorio Marañón, le dedican un recuerdo… En el convento de las Religiosas Agustinas Calzadas de la Purísima Concepción, o sea las Gaitanas - el pueblo así las llama -  hacen “dulces típicos con sabor de Toledo”.

La vez anterior el viajero pernoctó en Toledo; hoy, no. Los trenes veloces acortan las distancias. El viajero –  ha gozado con tanta belleza como se recoge y ofrece en Santa Cruz –. A media tarde se baja a la estación. Usa el mismo medio. Comprende, porque hace calor, mucho calor, que la gente ya no vocifere ni se hable entre sí. ¡Vienen de la feria!

lunes, 7 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Divina Encarnación y divino el ojo que te vio


                                              
Soberbio, magnífico, de los que quitan el resuello. Estoy a bastante distancia del pueblo. En ese lugar donde dicen que es “el rompeola de las Españas” y al abrir, el ordenador, hace un rato, me encuentro con la sorpresa: una foto.

Y, ¿ahora que escribo yo? porque esto es poliédrico. O sea: la foto es tan original que no creo que una perspectiva igual la haya captado  –al menos yo no la conozco – ningún fotógrafo hasta hoy; el templo por su magnificencia da para eso y, para muchísimo más; para colmo, mi amigo Pedro  Macías viene y me la dedica.

Sobre la marcha cambio el artículo de hoy – les iba a contar de campos verdes en el Valle de Alcudia y de jaras en flor por Sierra Morena y de trenes que cruzan veloces… – y me voy tras el dorado barroco de la Encarnación. Porque deslumbra, porque atrae, porque embelesa… Porque la cosa va sobre la Encarnación de Álora.

Es uno de los templos asombrosos que ofrece la diócesis de Málaga. Un siglo (1600-1699) llevó su construcción. El obispo que lo consagra, Bartolomé Espejo y Cisneros, del Consejo de Castilla y otras cosas. En España reinaba Carlos II… Colaboran Obispado y Concejo. El pueblo con poco más de dos mil habitantes; las penurias, enormes. Y, se entretienen, en hacer algo así...

Tres naves. Extraordinario retablo obra de Diego Márquez y Vega; el dorado de Francisco Martínez Primo. Los dos (la colección de apóstoles que aparecen en los frescos, en las enjutas, también) de la Escuela Antequerana. El arte con silla propia. El templo se atribuye a Pedro Díaz Palacios, maestro de obras de la Catedral. Piedra de  El Hacho y estilo: “manierista columnario”. Es lo que recuerdo que dicen los libros.

El templo ha soportado el paso de los hombres y, del tiempo. Mejor para otro día, hablar de cuánto fue y… Un grupo de entusiastas quiere que lo declaren Basílica. ¿Méritos? De sobra. Sólo una cosa. Acérquense. Quédense un rato sentados en un banco, quietos, miren… y, si es posible, dejen que hable el silencio. Si nos vemos algún día, me lo cuentan.

domingo, 6 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Como si fueran cuatro esquinas


En una esquina cualquiera donde parece que se vuelve el viento… Se asoman las calles ¿su nombres? ¡qué más da que sean Carmona, Algarrobo, Cantarrranas, Santa Ana o Veracruz? ¿Qué más da que se sea un cruce de recuerdos?…¡qué más da si entre ellas, probablemente, se haya quedado para parado el tiempo!

Un viejo sentado espera ¿qué espera este hombre en la puerta de Juan ‘El Chismo’? Se amontonan las sillas y las mesas de cuando aquello era un lugar para tomar el fresco. Una mujer con suéter claro camina de espaldas,  ¿quién repara el asfalto? Malisímo asfalto. Aún seguía allí la tienda de Leonor…

Desde el Monte Redondo se asoma, el cielo, a la calle. No puede verse en ningún espejo. Es una calle espaciosa, ancha para sus apetencias, y en Álora, – ¡oh, excepción – una calle sin cuesta. No estaba abierto todavía el ‘nuevo acceso’. No le habían dado sitio al bronce trabajado donde un artista rindió homenaje a la mujer faenera.

Hay unos geranios – pocas, pero algunas macetas – en tiestos  en la pared. Primero taberna de Alonso ‘Asaura’; luego, ferretería de Diego; ahora esquina mañanera donde la Noni ha puesto oficina de ‘peaje’ a transeúntes mañaneros. Ahíto de helechos el balcón frontero.

Afloran los recuerdos: barbería de ‘Remolinos’, el bar de ‘Periquete’, Droguería de Cristóbal Lobato (que me dicen que antes fue, también, barbería, pero no llegan a tanto los recuerdos) y Rafaela – que no se llamaba Rafaela sino Antonia - con tejeringos desde el amanecer, ensartados, en un junco verde… Reverencial, ceremonioso, ‘rifador’, ¡ay Rafalito!

“Se morirán aquellos que me amaron / y el pueblo se hará nuevo cada año”. Lo escribió el maestro Juan Ramón hace un montón de años. Se renueva el pueblo. Siguen ahí las mismas esquinas – pero sin anuncio de bebida refrescante - y el cielo, el mismo cielo, que se asoma, cuando, en las noches de invierno,  juegan al escondite entre entre las esquinas, el embrujo y el viento.

sábado, 5 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Greco


                                      
Se cumplen cuatrocientos años de su muerte. Toledo ha preparado una magna exposición. Llega gente de todos sitios. Hay quien  ha descubierto a El Greco muchos años después de su muerte. De hecho, casi hasta el XIX, algunos llamados expertos (¿) lo ignoraron. Ya ven, pasan esas cosas.

De Creta levantó el vuelo. Pasó por Venecia. De Tiziano, Tintorerto y Veronés se trajo la técnica; de la ciudad, el misterio que flota por el aire; de su tierra el encantamiento de todo lo bizantino, o sea, el arte.

Don Gregorio Marañón que lo estudió a fondo dijo de él  que sólo Toledo le dio lo que no pudo traer de ningún otro sito: el ensamblamiento entre el hombre y el paisaje hasta el punto que El Greco no habría sido El Greco de haber vivido en cualquier otra ciudad,  que no hubiese sido Toledo.

Afloran análisis, relaciones y catálogos de su obra, apuntes de la biografía, aseveraciones, dimes e inventos. Se atiborran las librerías con publicaciones eruditas. Como en la viña –aquí, también- se cría de todo.

Hay puntos claves en la vida de El Greco: Toledo (por supuesto) doña Jeromina de la Cuevas con quien no se casa y es madre del único hijo que se le reconoce, Jorge Manuel, Fray Hortensio de Paravicino, su amigo íntimo, y los locos del Hospital de Afuera a los que retrata en las colecciones de apóstoles.

Estos días se analizan todos sus cuadros con la minuciosidad de la lupa. Desde el Expolio a la Dama de Armiño, su biblioteca, los pocos enseres que se trasmitieron en el inventario de su testamento donde, entre otras cosas, se ve, que  vivía solo, en opinión del doctor Marañón, porque no había vestigios femeninos…

Pero queda una cosa clara. Ningún pintor ha superado ni ha conseguido un colorido como lo consiguió Domenico Theotokópoulos, El Greco, que nació en Candía (Creta) en 1541, y murió, en Toledo, tal día como mañana, lunes, 7 de abril, pero de 1614.

viernes, 4 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Suspiros que lleva el aire


Encaramado a lo alto, en competencia con otra altura -Las Torres- el Calvario es cal blanca entre la vega y el pueblo... Es porcelana importada, algo que ha ido creciendo. De la ermita de entonces, casi nada: recuerdos. De a de ahora: una lucha contra adversidades y  el tiempo.

Tienen muchos pueblos un cerro con el nombre de ‘Calvario’. No hay que ser muy lince para escudriñar en el porqué de los nombres en los pueblos. También en el nuestro. Y, así están la Fuente de la Zorra, la Fuente de Pedro Sánchez, la Fuente de la Higuera, la Fuente de las Monjas,  la Fuente de la Cañada del Chamizo…

Había –hasta que un rayo dispuso lo contrario- una vetusta ermita. Pequeña, solitaria, como un lazareto apartado pero desde el que veía el crecimiento, con el paso de los días, como una bocanada blanca, que un suspiro llevado por el viento, el chorreo, a la faldas de El Hacho, del pueblo.

Álora es un pueblo con vigor del contrasentido. Verán: del Calvario no baja un Cristo Crucificado. No. Baja Jesús Orando en el Huerto. ¿Será porque ya allí, Jesús, sudó sangre? Quiero decir en Getsemaní, claro. ‘Padre si es posible que pase de mí este cáliz…’

Jesús Orando en el Huerto agrupó hace más de medio siglo a un colectivo, no de agricultores – podría ser lógico – sino de artesanos. Profesionales excelentes: talla, obra, herrería, forja… sacaron adelante un nueva cofradía. Desde entonces, no ha cesado el crecimiento.

Coronaron el cerro con una capilla nueva. Espadaña que otea vientos. Vistas únicas. Arriba, el cielo azul, el caserío blanco… Abajo, el río se abre camino entre la frondosidad de las huertas. Va camino de la mar. Meandros por mor de los sedimentos y laderas que bajan hasta la orilla del agua. Perfume en primavera; verdor (esperanza contra el rigor del estío) en los meses duros de verano.

Se encarama en lo más alto El Calvario. Desde su cumbre, Álora se asoma la frondosidad de la vega…( Pepe Díaz, a la historia de Álora, con su pregón: valiente, original, único, de esta noche).  Mi amigo Felipe Aranda lo ha captado –al Calvario- con su objetivo. Le pido permiso. Me aprovecho. Se la ofrezco. Si tienen tiempo, ya saben…

jueves, 3 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Donde se acurruca el tiempo

La postal. La vieja postal. La ha colgado Marisa Zamudio en facebook. La escena, entrañable, recordada, única, irrepetible… Todo lo que ustedes quieran y algo más. Es la calle Negrillos, o lo que es lo mismo: donde se acurruca el tiempo. La calle Negrillos, de entonces. Sabor a pueblo y a cal; sabor a esencia. Una mujer mayor hace pleita al sol…

La calzada de la calle – reverbera la luz en las fachadas – limita al norte con el cielo azul; al este con el alero de un tejado; al oeste – no muestra el oeste, pero seguro que es con la fantasía y el ensueño-; al sur,  con  los almendros nevados en lo crudo del invierno y el castillo…. Las Torres donde durmieron tantos sueños.

Macetas de geranios bordean los filos: azules, amarillas, verdes, rojas… La mujer enlutada no mira a nada ni a nadie. Va a los suyo. Va de sus soledades a su tiempo. La pleita fue parte del ‘pan nuestro de cada día’. El jornal escaso ni llegaba ni daba para más. Las mujeres - siempre las mujeres -  imprescindibles.

Se escalonan las calzadas. Se apoya una en la otra. Como se apoyan los años, como se sobreponen los días.  Modesto el cableado del tendido eléctrico; soberbio el paisaje. El cielo limpio, el verdor del Pecho de las Torres, la generosidad blanca de tanta cal – cal de calera...

Tejados de dos aguas; tejas moriscas, perfectamente, ensambladas; en las fachadas, la puerta de la casa, y una, o dos ventanas. No había para más. Pequeñas, sin exceso, sin rejería ni balconada;  con mucho misterio dentro, tanto que a uno – de niño lo asustaban con ‘Marquita la del diablo’ - se le antoja que por alguna de ellas podría aparecer en cualquier momento la niña aquella…

Pinceladas de primor. No es una calle cualquiera. Todo en ella es suelo y cielo… Van y vienen, suben o bajan – da lo mismo-. Por allí, un día, se perdieron, los recuerdos…

miércoles, 2 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Medina-Sidonia

Un romano decapitado da la bienvenida cuando se sube a Medina-Sidonia desde la autovía. Está rodeado  - el romano, claro - de cuatro columnas, dóricas, desmochadas, y  de saltadores de una fuente que salva, con escalones circulares, el desnivel de la calle.

Se encarama el pueblo sobre una colina. En lo más alto –como tiene que ser-  el castillo y la torre de la Iglesia Mayor;  las nubes se columbran por el cielo. Vienen de la Bahía. Van… ¿a dónde irán las nubes a estas horas de la tarde?

Por el campo: las jaras apuntan a flores nuevas, espinos majoreros, lentiscos, aulagas… Abajo, la llanura. Todo verde; todo esperanza, todo un paseo por la exuberancia. ¿Quién puede contar cómo es el verde del campo en primavera?

A Medina-Sidonia la cercanía de las humedades del Atlántico que vienen del Golfo de Cádiz, le dan una dentellada grande al apellido de  pueblo ‘blanco’. Demasiados mosaicos de desconchones en las paredes. Dinteles desvencijados, puertas centenarias; no cierran algunas ventanas.

Sobre los poyetes  – la rejería, soberbia- hierbas silvestres ofrecen los presentes de su cosecha generosa y tempranera. Son florecillas: moradas, rosas, fucsias, amarillas… Conviven el silencio de un ayer esplendoroso y la realidad del presente.

La calle de La Loba – como en todos los pueblos, los nombres ‘impuestos’ no sobreviven al originario, en este caso ‘Padre Félix’ – se alarga desde la plaza principal a la plazuela de Santiago; por la calle del Porvenir el nombre supera al presente, y por la de Hércules hay más ambición de nombre que anchura… Cosas que ocurren algunas veces.

Entre Mediana-Sidonia y Paterna (Paterna de la Ribera) el aire peina, con olas suaves, los trigos. Los ondula, los riza, los acaricia. Pasta ganado retinto y bravo. El campo está espléndido.  El aire viene del mismo sitio;  no va a ninguna parte. La luz, con el sol, busca otros caminos… En los cercados pastan toros negros, espléndidos, soberbios.

martes, 1 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Qué diría don Gregorio?


                                  
Está España revuelta. El entierro de Suárez, al parecer, sólo fue un pequeño respiro. Un espejismo como el que se le aparece a ciclista que corona el puerto. De pronto, un falso llano: da oxígeno: por poco tiempo. Luego, otra vez, la crudeza de la ruta.

El Tribunal Constitucional lo ha dicho claro. Clarito, como el agua clara. Por bastante menos la República mandó a Sanlúcar a otro catalán tozudo. La tozudez  es virtud cuando se emplea correctamente. Cuando no… Ya se sabe: “de aquellos polvos estos lodos”

Los que se dicen indignados, han indignado – y ahora de verdad – a mucha gente normal. Hemos visto cómo hace unos días apaleaban a la Policía. Hacer eso es perder la razón. La que dicen que va dentro de la cabeza, y la otra, la que asiste a uno, disconforme con lo que está cayendo,  para demostrar que está indignado. Ese no es el camino

Hay  grupos – en todos los estamentos de esta sociedad-  empeñados en que en este país las cosas no se resuelvan como Dios manda. O sea, en una mesa y hablando. Y cediendo todos, oigan, todos.

Don Gregorio Marañón, un español que perteneció a cinco Academias y ninguna se le subió a la cabeza, con  Ortega y Pérez de Ayala y otros, ayudaron al cambio profundo de una España que ya olía, demasiado, a podrido.

Fue entonces, cuando aquello degeneró. La chusma tiró río abajo todo lo conseguido. Ortega vino a decir, más o menos: “no es esto, no es esto”. La gente que pensaba vio que para eso no había venido la República.

Destrozar una ciudad, poner al borde de la muerte a servidores del orden público – su único delito vestir un uniforme – y tirar por la borda todo lo conseguido…  Uno se pregunta ¿qué dirían, ahora, Ortega, Pérez de Ayala o el propio don Gregorio?