Castillo de Javier. Navarra
2, diciembre, martes
Llegué
a Javier una noche oscura de otoño. Llovía, como suele hacerlo en Navarra de
manera suave y mansa, a veces; en otras, torrencial. Había pasado la tarde en
el monasterio benedictino de Leyre. Una joya del monacato y de una comunidad
muy adaptada a los tiempos que corren. Su canto gregoriano, otra manera de
rezar, excepcional.
Transité
por carreteras estrechas, desconocidas. La proximidad a Sangüesa, hace que
aparezca, incluso en los mapas mas pequeños. La lluvia y la estación del año
propició que se hiciera de noche antes, o a las menos, a mí me lo pareció.
Crucé
el pueblo con noche cerrada. Todo estaba oscuro, pero bien indicado. Tenía
hecha reserva para el hospedaje. El sitio con mucho encanto. Aportaba, además
de la historia que encierra el lugar, algo de un misterio que se expandía en la
magnitud de la oscuridad. Después de la cena salí a dar una vuelta por los
alrededores. Ya no llovía; en ocasiones, arreciaba el viento. Agitaba las ramas
de los árboles. Se llevaba las nubes. No estaba la noche para paseos.
Javier
es un pueblo pequeño, mínimo si se quiere. Tiene un castillo impresionante, con
una basílica adosada y con un santo – nació en su castillo – de proyección
universal. Javier está en la parte central
del oriente de Navarra, no lejos de Uncastillo y de Sos del Rey Católico (uno
de los pueblos, casi románicos todavía a pesar del tiempo trascurrido, más bellos
por los que he paseado). Dicen que allí propiciaron su nacimiento de Fernando, “el
Católico” para que fuese un rey aragonés y no navarro. A veces, hay cosas…
En el
castillo de Javier, a principios del siglo XVI, nació un niño, al que pusieron
por nombre Francisco, y apellido del castillo donde su padre Juan de Jasso,
señor de Idocín, doctorado en Bolonia y presidente del Consejo Real de Navarra,
servía al rey navarro Juan III Albret; su madre, María de Azpilicueta, hija de
los señores de Javier. Guerras continuas entre vecinos: navarros, aragoneses y
franceses. A todo eso puso punto y final, años después, Fernando, rey de
Aragón, que se anexionó Navarra.
Francisco
Javier estudió en París, en la Sobona. Conoció a Ignacio de Loyola. Fundaron la
Compañía de Jesús, en Roma. El papa, a petición del embajador de Portugal que
pide una expansión por las Indias Orientales, Ignacio se trasladó a Lisboa (la
expansión marítima de Portugal se hace por Oriente).
Pasó
por Mozambique, Ceilán y Goa en la India, Islas Molucas, y Malaca desde donde
escribió al rey portugués y le dió cuenta de las tropelías que causaban “los
oficiales de Vuestra Majestad”. Viajó Japón. El 3 de diciembre de
1552, en la isla Shangchua, esperando un barco que lo traslade a China, murió
de pulmonía cuando contaba 46 años de edad.
Se venera como San
Francisco Javier.
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