martes, 2 de diciembre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Javier

 

                               Castillo de Javier. Navarra


2, diciembre, martes


Llegué a Javier una noche oscura de otoño. Llovía, como suele hacerlo en Navarra de manera suave y mansa, a veces; en otras, torrencial. Había pasado la tarde en el monasterio benedictino de Leyre. Una joya del monacato y de una comunidad muy adaptada a los tiempos que corren. Su canto gregoriano, otra manera de rezar, excepcional.

Transité por carreteras estrechas, desconocidas. La proximidad a Sangüesa, hace que aparezca, incluso en los mapas mas pequeños. La lluvia y la estación del año propició que se hiciera de noche antes, o a las menos, a mí me lo pareció.

Crucé el pueblo con noche cerrada. Todo estaba oscuro, pero bien indicado. Tenía hecha reserva para el hospedaje. El sitio con mucho encanto. Aportaba, además de la historia que encierra el lugar, algo de un misterio que se expandía en la magnitud de la oscuridad. Después de la cena salí a dar una vuelta por los alrededores. Ya no llovía; en ocasiones, arreciaba el viento. Agitaba las ramas de los árboles. Se llevaba las nubes. No estaba la noche para paseos.

Javier es un pueblo pequeño, mínimo si se quiere. Tiene un castillo impresionante, con una basílica adosada y con un santo – nació en su castillo – de proyección universal.  Javier está en la parte central del oriente de Navarra, no lejos de Uncastillo y de Sos del Rey Católico (uno de los pueblos, casi románicos todavía a pesar del tiempo trascurrido, más bellos por los que he paseado). Dicen que allí propiciaron su nacimiento de Fernando, “el Católico” para que fuese un rey aragonés y no navarro. A veces, hay cosas…

En el castillo de Javier, a principios del siglo XVI, nació un niño, al que pusieron por nombre Francisco, y apellido del castillo donde su padre Juan de Jasso, señor de Idocín, doctorado en Bolonia y presidente del Consejo Real de Navarra, servía al rey navarro Juan III Albret; su madre, María de Azpilicueta, hija de los señores de Javier. Guerras continuas entre vecinos: navarros, aragoneses y franceses. A todo eso puso punto y final, años después, Fernando, rey de Aragón, que se anexionó Navarra.

Francisco Javier estudió en París, en la Sobona. Conoció a Ignacio de Loyola. Fundaron la Compañía de Jesús, en Roma. El papa, a petición del embajador de Portugal que pide una expansión por las Indias Orientales, Ignacio se trasladó a Lisboa (la expansión marítima de Portugal se hace por Oriente).

Pasó por Mozambique, Ceilán y Goa en la India, Islas Molucas, y Malaca desde donde escribió al rey portugués y le dió cuenta de las tropelías que causaban “los oficiales de Vuestra Majestad”. Viajó Japón. El 3 de diciembre de 1552, en la isla Shangchua, esperando un barco que lo traslade a China, murió de pulmonía cuando contaba 46 años de edad.

Se venera como San Francisco Javier.

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