domingo, 26 de junio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España desconocida: Riberas del Esla



      Río Esla por Gradefes. León (España)


26 de junio, domingo. A Riaño, desde Cangas de Onís, se llega por puerto del Pontón después de subir junto al Sella por el Desfiladero de los Beyos.

La roca, gris y pelada en las cumbres, se viste con distintos tonos de verdes – “intenso, fresco o peludo”- que pincelan las sabinas, las hayas, o los robles Piornos y matorrales en las laderas: en el valle, fresnos, alisos, sauces, choperas, arces…

Son tierras de rebecos y corzos, de gente de temple que luchan contra el aislamiento de siglos: de pan mínimo – “el pan y el vino, aquí vienen de Castilla”- y de perros mastines a los que de vez en vez, se les “hospa el pelo porque todavía avientan a los lobos”.

Al Esla lo han remansado en Riaño. Pequeños ríos bajan desde las sierras de Orpiña, Cebolleda o de Carcedo – el Yuso, Valporquero, Salceda, Ozca, Bércenes… - y son atrapados, y por perder, como Riaño, pierden hasta la identidad y a partir de la presa, ya todos serán Esla.

El camino hacia Cistierna va por parajes sugerentes. Pequeños pueblos se alinean con una armonía calculada. Crémenes, Valdoré, Verdiago… muestran casas de piedra y pequeñas huertas de hortalizas tardías. De vez en cuando, a media mañana una chimenea eleva al cielo una columna de humo. Entre Aleje y Cistierna el verdor contrasta con la caliza de las rocas y con los conos de carbón amontonados como pequeñas colinas recuerdos de otros tiempos.

De Cistierna el viajero recuerda una calle larga, larga, paralela al río – el Esla – de aguas saltarinas; un paso a nivel del ferrocarril hullero, una vida ida en una agonía penosa y lenta, y gente en la calle y la llanura del páramo que se abre plano y desolado.

Los pueblos, semiabandonados, a grandes trechos aparecen en la llanura orillando o escindidos por la carretera. Pueblos de adobe, de torres solitarias y cipreses que bordean el cementerio. Corribe, Vidanes, Villapadierna, Palacios, Quintanilla, Vega de Monasterio, Cubillas de Rueda…  Por Santa María de Gradefes, el románico se desmorona, mientras esa joya románica, San Miguel de Escalada, sigue en pie con un horizonte lejano de cielos interminables y choperas apretadas que cantan por donde va el río, por donde se va la vida, camino de Mansilla de la Mulas. Y el viajero siente el placer que solo se percibe en los                                           lugares únicos de una España desconocida.   

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