martes, 21 de junio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tiempo de verano

 



 21 de junio, martes. Ya está aquí. Ha llegado entre disquisiciones de cuál es la noche más corta o cuál el día más largo. El solsticio de verano es la magia de la naturaleza.  Cada año, se repite mientras los hombres hacemos otras cosas.

Dicen que, a partir de ahora, se alargan las noches y se acorta la luz del día.  No va a parar hasta que lleguen esos días cuando se toque, casi con la punta de las yemas de los dedos, la Navidad. Entonces, en algunos lugares será noche cerrada…

-         ¿Cómo pueden vivir ustedes con tanta oscuridad? Pregunté a una chica que nos servía pescado en salazón y arenques ahumados en la taberna de una ciudad perdida al sur del Círculo Polar…

-         ¿Y ustedes, con cuarenta grados a la sombra? Me respondió. Me calló. No había respuesta que entre dentro de la lógica.

Efectivamente el ser humano se adapta al medio. Alguien escribió que para conocer de verdad a los hombres hay que estudiar la geografía del lugar donde viven. Pensemos solo un momento, en las caravanas que cruzan el desierto en África y en las otras, las de los esquimales en las cercanías del Polo…

Las dos tienen en común solo dos cosas: son caravanas y el protagonista es el hombre. Se adapta, en ambos sitios, al medio donde nació, vive y morirá. Todo parece tan lógico. Otros vivimos en otras latitudes y somos también hijos – en todos los sentidos de la palabra – de ellas.

En estos días en que parte de la superficie de España se ha calcinado bajo el fuego, sabemos de la impotencia para atajarlo. Todo era pavoroso y sobrecogedor, ante la calamidad que se venía encima a los que viven allí. En la lejanía, nos lamentábamos sabedores de que cualquier día la ruina puede tocar por aquí. Esto va por barrios.

Solsticio de verano, días largos, noches cortas. Oscuridad, la menos que se puede vender por estas fechas y todo el ciclo – el ciclo de la vida- seguirá con el cumplimiento de su ruta, como el sol que aparece por el horizonte, como el mar que se abre frente a nosotros esas tardes placenteras en que las olas, como pañuelos de nácar le dicen adiós y saludan a los barcos que se recrean en la bahía. Tiempo de verano….

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