viernes, 9 de abril de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Añicos

 





Resuena el dolor – si es que el dolor tiene sonidos, que sí los tiene – hecho añicos en los entresijos del alma. Ese sonido que, aunque uno se tape los oídos, es imposible de acallarlo. Es el llanto de un niño perdido en el desierto. Llevaba horas caminado a la deriva. Era el llanto de un niño en el país de la opulencia. Venía de la miseria. Se dirigía en su impotencia, al hombre que le encontraba…. A él, niño de diez años, lo habían abandonado a su suerte.

Hace unos días, era la cara de miedo y churretosa de una niña de Siria. Un fotógrafo se echó a la cara, una cámara de fotografía para plasmar la impronta. La chiquita, de cuerpo pequeño pero de alma enorme, levantó los brazos en señal de entrega. Pensó que la cámara de fotos era otra cosa. Esa cosa que mata inmisericordemente…

Hace un par de años, fue la foto del niño en la playa del Mediterráneo Oriental. No recuerdo ahora con certeza si aquella arena era del territorio turco o griego. Da igual. Su cuerpo sin vida, era la vergüenza de todos los hombres que tienen alma. Su cuerpecillo…¡Ay Dios, qué duro, que duro!

 Recuerdo ahora, que cuando muchacho, uno comenzaba a leer y caía en sus manos aquel poema de Gabriel y Galán: Mi Vaquerillo. Desgranaba la realidad del niño…. Al poeta extremeño, algunos críticos de esos que saben demasiado, le atacaban y denostaban diciendo que su poesía era melosa y blandengue. Claro, costaba admitir la denuncia social de injusticia, tremenda injusticia que saltaba como realidad imposible de ocultar.

Hablaba Miguel Hernández de otro niño. Dijo de él que había nacido carne de yugo, “más humillado que bello, / con el cuello perseguido / por el yugo para el cuello”. Era un niño de la gleba, como son muchos niños de hoy, solo que a la gleba se le llama suburbio de las grandes capitales del mundo o patera a la deriva entre las olas de la mar encrespada, que pretenden cruzar en busca de una tierra de promisión…

¿Hasta cuándo esta sociedad hipócrita va a seguir consintiendo esto?  ¿Hasta cuándo los que tienen posibilidad de un arreglo van a seguir mirando para otro lado? Algún día, alguien vendrá a cobrar la factura. ¡Seguro!

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