El tren entró en el túnel; de
pronto se hizo la oscuridad y todo el departamento se llenó de un humo negro y
denso. Un momento antes, al salir de la estación de Gobantes, ninguno de los
viajeros pensaba que podría sobrevenir tan rápida la noche, y lo que es más, un
aire tan irrespirable.
El soldado que estaba junto a la
ventanilla subió, precipitadamente, el cristal que tenía bajado y lo fijó en la
parte superior con una pestaña habilitada para ese uso. La muchacha joven, de
pelo rizado y ojos grandes, comenzó a toser de una manera descoordinada; el
matrimonio mayor seguía sin hablar. El fumaba; ella asió con más fuerza el
bolso y lo estrechó sobre su pecho, él tenía la mirada perdida hacia el techo
del vagón donde había un luz tenue y amarillenta, semiapagada que apenas
iluminaba el departamento.
-
¡Mamáaa…!
-
¡Agua…!
-
Espera que ya mismo llegamos…
-
Tengo sed, repitió el niño que iba a lo suyo.
El hombre que vendía los
refrescos en un cubo de cinc oxidado y viejo, desde el fondo del vagón levantó
la voz para que todos los viajeros escuchasen la mercancía que ofrecía:
-
“Llevo la
gaseosa fresca, fresquita como el agua de la maaar…”
-
¡Mamáaa…!
Una voz
impetuosa, se sobrepuso al traqueteo del tren que dentro del túnel ofrecía un
ruido ensordecedor:
-
¡Espera…!
Súbitamente
se hizo la luz. Fue algo muy breve. Entre túnel y túnel que los viajeros casi
no tuvieron tiempo de contemplar se abrió el día y entró un paisaje como
escapado de otro mundo. Por la ladera de enfrente ‘pasaba’ despacio y se
alejaba en dirección contraria a la marcha del tren…
-
El Caminito… Dijo el hombre mayor que no había
leído (o que habían puesto para otra gente) el letrero sobre placa de porcelana
en la portezuela de entrada: Prohibido
fumar. Había otros letreros: Es
peligroso asomarse al exterior o Prohibido
escupir…
-
¿Qué?, preguntó ella, de manera mecánica y
abstraída.
-
El Caminito del Rey….
-
¡Ah!
El tren aminoró
la marcha. Casi a paso lento, alguien diría a paso de hombre, entró en la
estación de El Chorro. Un hombre con traje azul marino y tocado con una gorra
con la parte superior roja tenía desplegada y extendida hacía la vía una
banderola que indicaba que era obligatorio detenerse….
El tren
correo casi vacío, que venía de Madrid se estacionó en la vía cercana al andén
a media tarde.
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