A Luisa Cabral y Antonio a los que yo quiero tanto
El fado, dicen que es la
expresión de lo más profundo del alma de Portugal. El fado es difícil de
definir, pero llega a lo más hondo de quien lo escucha, a media luz, en la
penumbra de un lugar donde la voz de una mujer, acompañada de una viola y una
guitarra portuguesa, desgarra el aire como quien rompe el tul de un velo
sagrado.
Pessoa dijo que el fado no es ni
alegre ni triste. Nació en los barrios pobres y es una mezcla de melancolía,
nostalgia e historias desconocidas del dolor que, a cada uno se le escapa en esos
momentos en los que se lucha, a brazo partido, con el destino. Es fatalismo y
frustración.
Hay quien dice que el fado es un
murmullo de olas, un entronque con las Cantigas
d’amigo, un hilo de la música espiritual que pudo venir, en un tiempo
lejano del siglo XIX, desde las colonias en África. Cantos de soledad en la
cubierta de un barco mecido por la mar…
El fado es un escape al misterio
negro y recóndito, angustia de gentes sin ambición ni deseo, que se deja
arrastrar como la hoja del árbol caído llevada por el viento de otoño, sin que
ninguna mano la alcance. Emoción, celos, amor roto, fuego, tristeza… En el fado
hay reminiscencias de las orillas de los puertos, del tango, del flamenco o del
rebetiko que, desde las costas de Anatolia, cruzó el mar y llegó a los bajos
fondo de El Pireo, Tesalónica o a las Cícladas, en el mar Egeo.
El fado ha tenido grandes
intérpretes, pero quizá su figura más sobresaliente fue Amalia Rodrigues. Su
padre, zapatero y cornetín de una banda, oriundo de Castelo Branco, buscó mejor
fortuna en Lisboa donde no la encontró y tuvo que volver al campo. Ella, vivió
con su abuela hasta la juventud, cuando decidió volver con sus padres. Pobre,
hija de familia numerosa, superó varios intentos de suicidio y contravientos de
la vida.
Acusada de colaboración con el
régimen de Salazar según unos; según otros, ayudó financieramente al Partido Comunista,
entonces en la clandestinidad. Los reconocimientos oficiales, -el pueblo
siempre la tuvo como más excelsa -, en su propia tierra, le vinieron cuando terminaba,
su vida. Murió finalizando el siglo XX, en 1999, con 79 años. Ella acuñó: “el fado nació un día, cuando el mal viento
soplaba…”
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