Noche de Jueves Santo. Atardecer de
fuego entre dos luces. El Cristo de la Buena Muerte no va a procesionar esta
noche por el puente, ni por la Alameda ni por la calle Larios. El Cristo de la
Buena Muerte con quien dijo el maestro Alcántara que tenemos una cita para la
hora de la verdad, no va a ir escoltado de Legionarios por las calles de Málaga.
El Cristo de la Buena Muerte aguarda, como cada día del año en Santo Domingo,
sin tinieblas pero en compañía del misterio que encierra lo que vendrá después…
Esta noche de Jueves Santo,
tampoco va a bajar otro Cristo Crucificado que viene de las Torres, - castillo
que corona la cumbre -. Abajo en la plaza, el gentío; arriba, el silencio. La
luna de Nisan con un hálito de luz perdido entre las aguas del río y Él, el
Cristo que tiene cara de Dios bueno dormido no vendrá casi tocando con las
yemas de sus dedos la cal blanca de la Calle Ancha. No habrá antorchas ni
suspiros que salen del alma contenidos en la garganta: “Muéveme Tú, de tal manera / que aunque no hubiera cielo yo te quisiera…”
En otros pueblos, otros Cristos
bajo advocaciones distintas transmiten consuelos plenos de espiritualidad.
Cristo desde la cruz siempre tiene un mensaje para quien se acerca a Él. La
crucifixión es la expresión máxima de la
crueldad dentro del misterio que en sí ya es la muerte.
Los imagineros, sobre todo los
barrocos, nos han mostrado Cristos transidos de dolor infinito. Los estudiosos hablan de lo que en sí
significaba una muerte tan tremenda como la que sufrían los condenados a esa
pena máxima.
La iglesia siempre nos transmitió
que la Cruz es el símbolo de la Redención que termina con otro misterio supremo
y sin que el que la fe no tendría sentido: la Resurrección. No todo se termina
en la muerte. Cristo Resucitado es la esperanza que vence.
Jueves Santo. Día de amor entre
hermanos. Nadie tiene más amor que quien da la vida por los que ama. En una
noche como ésta, Jueves Santo, se inició el inicio de todo ese suplicio tan
tremendo, tan cruel que termina en el Gólgota, si se ve con los ojos
simplemente de hombres a pie de calle. Con los ojos de la fe, entonces, la
cosa….
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