Cuando empezó a ponerse el sol,
por la techumbre traslúcida de la estación, entraba una luz blanquecina y
opaca. Había bajado la intensidad con que la que lo hace a otras horas del día.
Todo apuntaba a final. No había gorriones en el andén, ni palomas callejeras.
Los viajeros caminaban arrastrando las maletas hacia el tren que los llevaría a
su destino.
Sonó un timbre, anunciaba el
cierre de puertas. Por megafonía informaron de una parada en Córdoba y que los
viajeros con destino a Puertollano y Ciudad Real deberían hacer un trasbordo. De pronto, casi sin percibirse,
el tren se echó a andar y al poco estaba bajo el cielo abierto.
En el asiento de enfrente, al
otro lado del pasillo, dos chicos jóvenes conectados con un cable viajaban
absortos en su teléfono móvil. En un asiento trasero, alguien hablaba con
elevación de voz. Era una conversación intrascendente, molesta. No tenía el más
mínimo interés, pero por una extraña razón, todos los viajeros se veían
obligados a ser partícipes.
El sol bajaba por momentos. Cada
vez estaba más cerca de su ocaso. Su luz, semidulce, casi apagada. El campo
tenía un color diferente, como de mermelada desleída y aguada. Por el campo se
veían casas dispersas. Eran casas blancas, distantes unas de otras. El tren
cada vez tomaba más velocidad. Tanta, que casi no se percibía lo cercano y lo
que estaba más lejos, se perdía en la distancia.
Difuminado por la luz del
atardecer, Álora se veía recostada al
pie de otras montañas. Álora destaca por la blancura de su caserío y por el
estiramiento que presenta como un trozo de gasa que parece bambolearse
suavemente con la brisa.
Un túnel largo – debe ser muy
largo, porque el tren que llevaba mucha velocidad, tardó un tiempo en pasarlo –
atravesaba la Penibética que allí se llama sierra de Abdalajís. Es una sierra
de roca caliza, pobre en vegetación y agreste. Es una sierra con un encanto
diferente a otras sierras del entorno.
La llanura intrabética de
Antequera, ubérrima, se ve festoneada por los postes del tendido eléctrico del
tren que llevará a Granada. Es un tren de la misma línea. Aún no está en
servicio. Las obras…. Ya se sabe. El tren entró en un mar de olivos. Se echaba
la noche. Cuando llegamos a Córdoba era oscuridad cerrada…
Me apunto a tus viajes y caminatas. Tus relatos son una gozada.
ResponderEliminarGracias