domingo, 9 de diciembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mujeres





El daguerrotipo las presentaba con unas ropas largas. Muy largas. Llegaban a los pies y se abrochaba hasta el botón más cercano al cuello. Las magas, hasta las muñecas. Solo quedaban fuera las manos. Las mujeres del comienzo del siglo XX en España cantaban en sus caras la pena y la dureza de la vida.

La mediación del primer cuarto de siglo, recién pasada la Guerra Mundial, mostró una mujer un poco más liberada. La ropa, con algo más de buen gusto – tampoco, para tirar cohetes –. Por algunas rendijas  se había colado  una moda. Venía de fuera: ‘la belle epoque’…

La postguerra española  vistió a muchas mujeres de luto. La muerte llegó a muchas casas.  Demasiadas. Vino de uno, o del  otro lado; o de los dos. De la enfermedad,  (tifus, tuberculosis, cardiopatías, raquitismo…),  carestía, hambre... Mujeres enterradas en vida. Padres, maridos, hermanos, hijos… Víctimas del incivismo de todos.

Cuando el siglo XX superó la mediación la mujer cambió el color de la ropa. La manga se acortó. Para ir a la iglesia, aún  – a los cultos, se entiende – se ponía unos manguitos para ¡ser más decentes¡ y un velo de encaje que cubría la cabeza. La mujer seguía dependiendo del padre, del marido, del cura… Oprimida seguía en lucha en la búsqueda de su libertad.

De otros sitios llegaron imágenes de mujeres que habían roto moldes. Tenían nombre y apellidos. Marilyn Monroe, Brigitte Bardot,  Edith Piaf, François Hardy, Sylvie Bartan, Claudia Cardinale, Sofía Loren…

Había otra lista menos conocida. También tenían nombre y apellidos: Clara Campoamor, Victoria Kent, Federica Montseny, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán… Una lista larga. Probablemente tuvo que serlo más. No pudieron o no las dejaron.

El XXI avanza y avanza; la lucha persiste. Se consigue algo. ¿Mucho?, ¿poco?  Todo es del color del cristal con que se mira. Hay quien no decae ante la injusticia. Un botón de muestra. Ya ha superado los setenta días de denuncia y protesta. Tiene la solidaridad y el apoyo de mucha gente. Imposible enumerarla. Es mujer. No está sola. Se llama Manuela Vargas.




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