Y llegaron los árabes.
Casi ocho siglos de presencia:
costumbres, cultivos, restos arqueológicos…y, aproximadamente, cuatro mil
palabras en el vocabulario.
Setecientos setenta y tres años
dan mucho de sí.
Fíjate. Tres invasiones. Una
sublevación. Siete asedios… Guerras. Fronteras. Romances y bellas leyendas de
amor. (¿Que no conoces la de El
Abindarráez y la bella Jarifa? Algún día te la cuento). Más guerras. Imposiciones.
Traición de los propios. Claudicación…
Algunos árabes de Arabia – a
decir de la Historia, pocos, casi tan
pocos que hay, entre los que saben de esta cosas, dudan si alguno,
y cuentan que se fueron a otros lugares de mayor relevancia. Luego, Almorávides, Almohades y Benimerines. Esos,
sí.
El castillo se edificó poco a
poco. Levantaron murallas sobre murallas. Primero, como cinturón de defensa de
Bobastro – que ahí sí que había algo de enorme importancia con Omar Ibn Hafsun-
, después, con el Califato, y se terminó con las Taifas…
Castilla aquí mordió más de una
vez el polvo de la derrota. Alfonso VIII, el de la Navas de Tolosa realizó una
algarada en el siglo XII; después, Juan, ‘el Tuerto’, Señor de Vizcaya, Alfonso
XI – que puso la frontera en Teba y Ardales y murió en el cerco de Algeciras- ;
Juan II de Castilla; don Alvaro de Luna; Enrique IV, y Fernando V de Aragón,
más conocido por el Rey Católico al que su madre, al acercarse sus días para el
nacimiento se puso en camino para que no naciera en Navarra y vio la luz en Sos - Sos del Rey Católico – y así ya fue
aragonés…
Ante sus muros Diego de Ribera,
Adelantado de Andalucía, encontró la muerte en la primavera de 1434. De esa
muerte, nació – paradojas – uno de los más bellos romances de la Épica
castellana, el que comienza: “Alora, la bien cercada / tú que estás en par del
río…”
Otra primavera, en los albores
de verano, porque hay discrepancias con el día, pero eso sí, en junio de 1484,
Hamet el Cordi, último alcaide de la fortaleza la entregó a los Reyes
Católicos...
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