Me las andaba por Estepa - y, aunque lo parezca no había ido a comprar
mantecados, palabrita del niño Jesús; que no -. No había echado cuenta del
teléfono móvil en todo el día. En un
momento veo: “Ayer hice público mi retirada como alcalde, muchas gracias por tu
apoyo, un saludo. Epi”.
Me quedo parado. Barruntaba
algo. ¿Te acuerdas? Tomábamos una copa con Leonardo y Miguel Ángel en casa
Abilio. Lanzaste algo. Hablábamos de proyectos para el pueblo. Por un momento
de la conversación ‘pasó un ángel’. Nos miramos. Nadie dijo nada.
Mi alcalde me confirma, después
que termina la Legislatura; no se presenta a la reelección. Menudo guantazo a
algunos que, desde su partido, – si del suyo, eso de “al suelo que vienen los
míos”, sí, algunos de esos que le han puesto un montón de palitos en la rueda.
Esos que…
Mi alcalde ha contado con el
apoyo de su pueblo – que también es el mío – y ha conseguido el gobierno municipal con una mayoría simple y
tres mayorías absolutas… ¡Ahí queda eso!
En 2017 la enfermedad lo visitó
en su casa. Lo pasó mal. Muy mal. Su
partido lo apoyó. La oposición tuvo un comportamiento ejemplar. Un señorío de
lo que no se estila. Respetaron y supieron estar. Dieron la lección que al contrario
político se le combate con la idea y con la palabra y no con la venganza sobre
el árbol débil.
Mi acalde ahora se va sin
ruidos. Calcomanía de lo que han sido sus mandatos. Dice el tópico que detrás
de un gran hombre hay una gran mujer. En este caso –además, tres hijas-, más de una. El tópico se queda corto.
Ahora en su partido entra un
tiempo nuevo; en la oposición, también. Toca ponerse las pilas. Trabajar cada
quisque en su programa y ofrecerlo al pueblo que irá a depositar su voto en la
urna un día de primavera.
El que venda más ilusión que
gane. Estoy seguro que todos van a buscar, lo que a su entender, va a ser lo
mejor para el pueblo. Tienen un problema. Ya saben cuando los listones están
muy altos…
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