Las tórtolas no viajan en
invierno. Existe un calendario biológico que dice cuándo tienen que irse o
venir los pájaros migratorios. Cada especie lo tiene marcado; lo cumple. Inexorablemente se cumplen las
leyes naturales. Grullas, ánsares, golondrinas, pichis…
Las tórtolas ponen una nota
especial en lo más duro de la calor. Zurean.
Vienen a los aguaderos. Se acercan al
pozo. Beben en los charquillos de agua del pilar que dejaron las cabras o las
bestias.
Otras veces se llegan hasta las
pozas, bajo las sombras de las adelfas, en el arroyo y se aprovisionan y, luego,
levantan el vuelo. Ese vuelo raudo y sigiloso con el que las tórtolas cruzan el
cielo.
Las tórtolas se encaraman, entonces, en las ramas
de los olivos o de un almendro. Desde allí mandan sus arrullos en las siestas
de estío. Después, antes que llegue la noche, echan la tarde en los rastrojos. Buscan los granos sueltos.
Estamos viviendo unos días
asombrosos de temperaturas impropias de las que deben hacer a finales de otoño
que acaba de irse o de este inicio de invierno que ha estrenado la primera luna
llena que por cierto, anoche, estaba preciosa.
A media mañana se arrancó a
cantar un pájaro perdiz - ¿estarán ya en un celo tempranero? – en la costera de
enfrente. Baja del monte un chorro de agua clara. Han comenzado a vestirse de
nieve los almendros, o sea, a abrirse en flores que pregonan que la vida sigue su
marcha.
A lo que iba. Mi abuelo que era
cazador de jaula me decía que a mediados de febrero ya estaba en celo el pájaro
y comenzaba a buscar pareja. Claro que cuando mi abuelo me contaba esas cosas
yo era un niño y todavía no se hablaba de cambio climático.
Ahora está todo revuelto. La
primavera ha roto las lindes. Se ha venido a vivir por estas tierras cuando es
tiempo de invierno. Mañana luminosa. De
pronto, veo pasar una sombra. Un vuelo
rápido. Creí que podría ser una tórtola. Me confundí. Las tórtolas no viajan
nunca en invierno, tan invierno que mañana es Nochebuena. ¡Feliz Nochebuena!
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