Maravillosa imagen. ¿Por qué no
se las mandan – ésta, y otras que salen estos días, muy poco, muy poco, pero
salen - a los apologetas de terroristas?
No cabe más humanidad ni más ternura.
Los ángeles puede que lleven alas. Los ángeles puede que tengan plumas…
Algunos como éste llevan el uniforme de la Guardia Civil…
martes, 31 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La importancia de la 'J'
La tecnología moderna sorprende.
Me ha llegado un mensaje – es probable que a ustedes también -. Habla de la
importancia de la letra ‘J’. Esa que, al no ser vocal, sino consonante,
necesita de otras, a modo de bastoncillo, para poder salir del escondrijo de su casa del diccionario.
Dice de un niño, de nombre
Jesús – su abuelo, Joaquín –, nacido en Judea, criado por un tal José (ese sí
que lo tuvo jodido, perdón por la expresión, al principio, después
probablemente también, pero del que nunca jamás, con ‘j’, se supo) bautizado por Juan, en un río de
nombre Jordán…
Hubo otro Juan, joven, jovial …
Llegó juvenil. Se ganó al conjunto. Se
hizo cargo de María, la Mujer, con ‘j’, con más enjundia en la Historia, y junto a
Ella, pasó los momentos más jorobados de
aquellos días. Cuando envejeció se fue
lejos, muy lejos, a una isla y…
El niño se hizo joven (con j) y
se entretuvo en perderse en el templo. Se lo encontraron que entretejiendo y juiciando – la palabra no existe, pero bueno… – había puesto en jaque a los doctores. Es decir
los que emitían Juicio sobre la Ley.
Cuando se hizo más grande.
Dicen que hombre, y le llegó su hora, se buscó entre los colaboradores adjuntos
(en la iglesia lo motejan con otro nombre) a un puñado de amigos. Después se
fue a cumplir con el destino. Entró a la ciudad subido en un jumento… Uno de
los que había rejuntado, le salió rana y
le hizo una jugarreta (con ‘j’) Lo canjeó por treinta monedas. Se llamaba
Judas. Le gustaba el dinero… A Él lo ejecutaron.
Otro, también, tenía el mismo nombre. Para
desemajanza lo llamaron Judas de Santiago y Judas Tadeo… A éste buen hombre
hasta lo subieron a un altar y nos los ofrecen, juntamente, con otros de los
que fueron fieles en los momentos cuando algunos se juramentaron para seguir
juntos (y va de ‘jotas’) después de todo lo que pasó aquellos días por
Jerusalén (que también encierra su letrita).
Un amigo, enjundioso y jocoso,
me dice de otra palabra que también lleva la ‘j’, pero hoy no toca. ¿A qué no
había reparado en importancia de la ‘j’? Yo, jamás.
lunes, 30 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paisaje
Mañana de sol. Aire de arriba.
Un poquito virando a poniente. O sea, ‘terral’. Ese aire que trae las de Caín
en sus adentros. Dicen que sopla tres
días. Parecen días pero cuantificados como siglos. Se hacen largos.
Subo con un amigo a Sierra de
Aguas. A eso que ahora les han dado en llamar los ‘molinos’. Artilugios que
giran y giran. Generan energía eólica. No contaminan y enriquecer nuestro todavía
pequeño parque de energías alternativas.
A mi amigo le parece que la
carretera está fatal. A mi amigo, a mí, también. Es la carretera que unía
Málaga y Sevilla por Peñarrubia. Enlaza (es un decir) los municipios de Álora y
Carratraca. La vía, dejada de Dios – Dios no tiene porqué ocuparse de esos
asuntos - y de los hombres qué sí, esos sí tienen que entender del tema. Pero…
Subimos entre pinos. La mañana,
limpia. Ascendemos. Se abre el paisaje. Los pinos, por debajo y, desde el Puerto
de Lucianes a la cumbre, un carril terrizo de servicio.
Llegamos a la cima. Pico de
Aguas. Hemos superado con creces los novecientos metros de altitud sobre el
nivel del mar. Se ve allá, a lo lejos. Cierra el horizonte. El día, bellísimo.
Se confunden, en el horizonte, los dos azules, cielo y mar…
Le indico a mi amigo – a modo
de circunferencia, pero en sentido contrario a las agujas del reloj – lo que
queda a nuestra vista: ¿Allí? Almijara y Tejeda. A la izquierda, a lo lejos, Sierra Nevada, si fuese invierno
la veríamos blanca. Camarolo, Sierra de Loja, El Torcal… Málaga y Granada de la
mano.
Al fondo, en la línea de los
molinos, las Sierras de Cabra y Priego. La provincia de Córdoba. De color verde
claro, hacia la izquierda, la Laguna de Fuente Piedra y la sierra que parece
que hinca la cresta, el Puntal, entre Sierra de Yeguas y Estepa. Málaga y Sevilla…
¿Esos pueblos? Campillos, Teba
y el castillo de la Estrella, Cañete la Real y la Sierra Sur de Sevilla y, a la
izquierda, Zaframagón que ya es Cádiz… Y ¿eso?, Serranía de Ronda y Sierra de las
Nieves – a mí me gusta más Sierra de la Nieve, que es su nombre de verdad – y
Alcaparaín y Sierra Blanquilla. Coín, Guaro, Alhaurín y Cártama y la Sierra de
Mijas y, Pizarra… ¿Álora? No se ve desde aquí…Álora no se ve…
domingo, 29 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las manolitas son para el verano
Me apoyo en el título de la
obra de Fernando Fernán- Gómez. Primero, teatro; luego, cine. No tiene nada que
ver. Solo comparten el nombre de ‘Manolita’. Aquello tiene un contexto
histórico en una España que lo pasaba entre tiros y desentendimientos. (A lo
peor, de lo segundo puede haber, también algo, ahora, pero no, no.)
En muchos lugares de España se
come de maravillas. Le dan nombre propio a sus manjares. Se pueden encontrar
‘vitorianos’ en el Rincón, ‘quisquillas’ en Motril, ‘coquinas’ en Huelva,
‘peregrinas’ en Fuengirola, ‘yemas’ en Sevilla, 'piononos' en Santa Fe o ‘mostachones’ en Utrera…
Desde hace unos días a los
espetos un grupo de iluminados (¡qué cosecha más espléndida hay últimamente!)
han querido ponerle pegas. Se les ha ocurrido decir que las sardinas ‘sufren’
en los espetos. Que no estoy de broma, que no, que tal cual lo he leído lo
cuento. Ya ven, además, de ignorantes con mucha carga de mala intención.
En el rebalaje – junio, julio y
agosto, los meses óptimos por su grado de grasa - a esos espetos de sardinas pequeñitas y
plateadas le llaman ‘manolitas’. Para que el espeto esté en condiciones, siete
manolitas arquedas y con la plata de sus escamas que se deslizan suavemente,
sin forzarlas, con solo rozar con la yema de los dedos, sin que la brasa las
queme, ni mucho ni poco. En su punto.
En el Rincón donde vive el
Maestro Alcántara – “en el rincón del Rincón” - cerca del acantilado donde
duermen sus noches cortas de verano las
gaviotas, a los boquerones que tienen el tamaño propio para no ser ni grandes
ni chicos los llaman ‘vitorianos’. Yo cada vez que los veo en el plato pienso
que son virutas de nubes en el crisol de la sartén.
Hace unas noches compartí con
dos personas entrañables, Mari Pepa y Andrés, las mejores ‘manolitas degustadas en mucho tiempo. La luna estaba
sobre el mar, limpia. Una brisa suave traía ese no sé qué que viene desde mar
adentro hasta el rebalaje y a uno hace que se le ponga henchida el alma y, si, además,
estaba en la compañía… Entonces supe – mejor, corroboré – que las ‘manolitas’
son para el verano.
viernes, 27 de julio de 2018
jueves, 26 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cal
El chiste hablaba de letrero
enigmático aparecido en un derribo a las afueras del pueblo. Era una casa
vieja. El ‘progreso’ pedía que aquello había que quitarlo de en medio. De
pronto, en una esquina, sale a relucir una inscripción: cá pan calá… Estaba
envuelto en el hálito de la antigüedad.
Comienzan las pesquisas. Alcalde
que ve autobuses de turistas, móvil en mano, sacando fotos del descubrimiento
arqueológico de primer impacto con noticias en los telediarios y él abriendo
páginas con la camisa nueva sin las arrugadas planchadas y una corbata de seda
porque la imagen, pues eso, ya se sabe.
El cura tienen que desempolvar
papeles viejos para hurgar en que por allí hubiese algún reducto de devoción
sagrada a alguna virgen local, santo perdido del santoral, o vaya usted a saber
qué mensaje de otros cielos había aparecido en el pueblo donde, por cierto, el obispo que seguía sin oler a ovejas lo había mandado
y se había olvidado de él.
De los maestros, el progre, que lo sabía todo se desentendió del asunto.
El mayor, el que había estado toda su vida buscando y rebuscando cualquier cosilla
que engrandeciese a su pueblo sintió una alegría interior enorme. Podría haber
bajado Dios con el pequeño milagro. El farmacéutico pasó del tema. Él andaba con sus pedidos de fármacos y sus
quejas contra la administración que se retrasaba en los pagos.
Un viejo, vino a decir que no
era una inscripción griega - ‘pan’, que
significa todo; ‘calá’, belleza… ni ‘ca’ que podría ser apócope de la
conjunción copulativa ‘cai’ ( ‘y’) pero que allí no tenía sitio – sino que
aquello debía ser el letrero que anunciaba la venta de “cal para encalar” y que
el de turno escribió sencillamente como él hablaba.
Hay otra cal. No es de chiste.
Está escrita con el lenguaje de la gente que huye de la miseria, el hambre y la
injusticia. Fue en Ceuta. Un grupo de personas pretendían entrar por la fuerza.
Arrojaron cal viva contra la Guardia Civil…
Un horror. A esa gente no se les para con alambradas ni
concertinas ni palabrerío hueco. Piden Justicia de la que tiene los ojos
vendados para salvarguardar la ecuanimidad – si no, no es justicia, es parte –
en la solución de sus problemas.
Justicia piden también los
Guardias Civiles agredidos de manera salvaje. Hace falta luz, mucha luz. Luz
que ilumine decisiones.
miércoles, 25 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Astros
Noche de verano. Luna casi
llena. Hace un rato apareció por lo alto de los Lagares. Dejó atrás, el Cerrado, la
Aguililla, el Cerro de la Fiscala… Dormitaban las lomas. Campo de rastrojos. Las máquinas segadoras dejaron los
palotes encañados con olor a paja seca.
Por un hueco entre la pasiflora
y la parra se ha colado la luna. Tiene el cielo por suyo. Se enseñoreó de él y
ha oscurecido a las estrellas. Casi no se atreven a toserle. Le faltan solo un
par de día, y luego vendrá la menguante,
o sea, la decrepitud con que la vida llama a la realidad de cada día.
Hace un rato cuando el lubricán
estaba en un casi sí y un casi no, junto
a ella aparecieron los tres plantes del atardecer. Júpiter, a su derecha; a la
izquierda, Marte y Saturno. En otra
dirección del cielo la Osa Mayor con el carro marcado y la Menor, con esa
Estrella Polar guía de peregrinos….
Júpiter, dicen los que saben,
es el mayor de todos los planetas del Sistema Solar. Zeus (el Júpiter de los
griegos) era el padre de todos los dioses. Es decir el que mandaba en todo el
Olimpo. Como es verano debe andar de vacaciones y a lo peor por eso se ha liado
lo que ha formado el fuego en Grecia. No está el patio para bromas. Ustedes me
entienden.
Saturno está rodeado de
anillos. Lo descubrió Galileo, el sabio a quien no se lo cargaron de puro
milagro. Se le ocurrió demostrar que quien gira es la Tierra alrededor del Sol
y no al revés. La que le montaron los puritanos tuvo tanto eco que Pio XII cuando fue conminado por otros puritanos pero
de este tiempo a condenar el modernismo, sentenció: “De casos Galileo basta uno
en la Historia”. El dios griego Saturno devoraba a sus hijos… ¡Era de cuidado!
Marte es el planeta que lleva
el nombre del dios de la guerra. Ahora – lo publica El País de hoy – unos
científicos italianos han descubierto que su polo sur una masa de agua salada bajo
el hielo. Las temperatura allí rondan
por los 120º (bajo cero, claro).
Cantan los grillos. En la lejanía ladra un perro… Miro al cielo. Me pregunto. ¿Todo esto para nosotros solos? ¿Será un acto de soberbia el solo pensarlo?
martes, 24 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Horror
Ya está aquí. Cada año llega
inexorablemente. Antes o después, pero viene. El año pasado le tocó a Portugal,
antes a las Sierras de Gredos y la de Gata… La relación podría ser una letanía.
Este año ha apuntado por la parte de Casares, el Turón en Ardales en Málaga, y Alhendín, en Granada. Ahora le toca a
Grecia.
Son aterradoras las imágenes.
Dan pánico. Todo es pábulo. La impotencia ante la tragedia deja a uno sin
palabras. Los números de muertos suben casi con la misma velocidad con la que
avanza el fuego o sube el humo hacia el cielo.
En todo el Ática dominan dos colores:
el blanco de sus casas y el azul de dinteles en puertas y ventanas o en las
barandillas de las escaleras que bajan hasta las costas del mar Egeo. Mar de
poesía y ensueño; ahora, mar de terror que no ha podido salvar ni a los que,
incluso, buscaron en sus aguas la tabla
para asirse a la vida.
Cuando estudiábamos nos
enseñaban que en Grecia quedaban marcadas tres regiones diferenciadas. El
Ática, culta y agrícola que tenía su capital en Atenas, donde Pericles en el
siglo V antes de Cristo fundó la menos imperfecta de las formas de gobierno, o sea, la
Democracia. Al sur el Peloponeso, pobre y quebrado, guerrero y sufridor, su
capital Esparta, allí nació una manera de concebir la vida, la espartana. Al norte
Macedonia, la patria de Alejandro Magno…
El aporte del mundo clásico
griego a Occidente es imposible resumirlo: la filosofía, el teatro, la
literatura, la mitología… El mundo de hoy no es, obviamente, el clásico.
Muestra disconformidad e inestabilidad
política – dicen que el fuego ha sido provocado, ¡hay que ser canalla – y una
lucha para sobrevivir en un mundo con demasiados problemas dentro y fuera.
Hasta hace unos días Grecia era
noticia por la llegada de pateras. Venían desde la enemiga Turquía. A partir de
ahora porque ha agregado, además, dos
colores nuevos a los suyos identificativos, el rojo del fuego arrasador, y el gris en su suelo, y que por si fuera poco
se eleva, a modo de columnas de humo, en un decorado de espanto aunque de él
forme parte, incluso, el Partenón. ¡Cuánta
muerte ha quedado a ras del suelo…! ¡Qué horror, Dios mío, qué horror!
lunes, 23 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El bichito
Dicen que es una avispa que
viene de Asia. Entró por Francia, se adueñó de la cornisa cantábrica y la está
liando. ¡Y bien, que la está liando! Dice el periódico que ya van tres muertes
en poco menos de un mes. Dos por picaduras de insectos autóctonos y otro por la
dichosa invasora.
Los comentarios, generalizados.
Afirman los que saben que con una investigación seria podría presentársele cara
porque los estragos del bichito son de consideración. Ha acabado con gran parte
de insectos que polinizan los prados y con las abejas a las que considera un
verdadero manjar.
Tiene nombre propio y apellido.
Avispa Velutina. Su aspecto como todo
portador de muerte, feo. Combina el negro y el amarillo. Parte de su cuerpo
lleva el tinte de la muerte – por cierto, ¿por qué la muerte es negra? – y el
otro un color llamativo, el que dicen que es el que más se ve en la naturaleza,
el amarillo.
Toda la cornisa que recibe los
aires del Cantábrico – cuando yo era niño a los temporales que se desataban
allí les llamaban ‘galernas’ pero ahora como los tiempos han cambiado los
llaman de otra manera - están verdes.
Muy verdes, peros sus prados se han quedado sin flores. Culpan a los pesticidas
que hacen horrores y a la carencia de insectos que los polinicen porque la
dichosa avispa acaba con ellos.
La primera vez que fui a
Galicia un accidente tenía cortada la carretera. Un camión había atropellado a
una mujer mayor. Había dado su vida por salvar una vaca. Después en algunas
ocasiones me he cuestionado. ¿Dónde estaba la vida realmente de aquella mujer
vestida de negro y con un pañuelo en la cabeza?
Otra vez bajé a Fonsagrada y
por Los Ancares crucé a León… ¿No conocen la experiencia? No sé qué aconsejar…
Me dan miedo las meigas, las brumas que traen el diablo en sus entrañas, los
sueños que se enredan en las copas de
los árboles, los senderos misteriosos que llevan a las fuentes rumorosas. Desde
hace unos días, después de leer lo que está apareciendo, a esa dichosa avispa
que puede estar en cualquier recodo del camino…
domingo, 22 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alba
Lo cuenta Cervantes en el
capítulo IV de la primera parte del Quijote. Ese libro que muchos españoles
tenían en el mueble del salón de su casa pero que casi ninguno había leído que:
“La del alba sería cuando Don
Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse
ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo…”
No
era esta mañana exactamente así pero la Gracia de Dios se había echado a la
calle. Madrugó. Amaneció pasada las 6 y
media, quizá un poco más, pero no mucho. El sol apuntó por el filo del Cerro de
la Farola. El cielo antes oscuro se tornó de un celeste claro.
Antes
se había ocultado el lucero del alba. Los que saben de astronomía dicen que es
el planeta Venus. Ilumina el amanecer. Antes, cuando Venus estaba en lo alto del
cielo los gañanes se levantaban y echaban la primera pastura a las yuntas para
salir a la besana. Era, la hora, también, en que los cabreros comenzaban el
ordeño…
Entre
todo ese acontecer han madrugado los
mirlos. Son pájaros tempraneros. Como ya no hay brevas y los higos están a
medio camino de madurar se las andan en las uvas de la parra. Están pintonas.
Están propias para proclamar que casi ya han cogido el grado de azúcar óptimo.
Están de camino entre el sarmiento y el planto con el permiso, naturalmente, de
los pajarillos negros, escandalosos y madrugadores.
Los
ruiseñores no duermen cantan durante
toda la noche. Están cerca del nido. Su canto, armonioso, bellísimo. Las alondras esperan el día en los
rastrojos y dejan que el viento se lleve sus trinos. Ninguno de los dos atacan a
las uvas de la parra. Parece que los mirlos son los que tienen patentes de
corso. Yo madrugo, pero ellos madrugan más, y las seleccionan por su grado de
madurez. Se ve que su formación profesional está incluida a en sus genes.
Cuando
Don Quijote salió de la venta era temprano. En las viñas de su tierra, llana y
extensa como un mar seco para que se pierda la vista aún no estaban maduras las
uvas. Si lo hubiesen estado don Miguel lo habría reflejado en ese bellísimo
texto de contento y alborozo “que de puro gozo le reventaban la cinchas del
caballo”.
sábado, 14 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Veneno
Se ha ido Juan. Se nos ha ido
Juan Aranda Suárez, el ‘Veneno’. Dice el
Maestro Alcántara que hay gente se muere y gente que se nos muere. Te nos has
muerto. Esto no se les hace a los amigos.
Un timbrazo del móvil alerta de
un mensaje. Es mi primo Andrés. “Se ha muerto, el Veneno”. Pregunto: ¿Juan?
Corrobora… Yo me las andaba de ‘procesión’ por el Corte Inglés. Ya sé que hay procesiones más beneficiosas para el espíritu
pero a veces…, pues ya ven…
Cuando he llegado al cementerio
tu hija Mari me ha informado cómo ha ido todo. La última vez que nos vimos me
dijiste que andabas regular. Me hablaste de la máquina de diálisis y de tus
achaques…
Tú, Juan, que has sido un junco
de elegancia. Tú, Juan, pinturero y portador de una figura diferente. Señor en
el vestir. Impecable tu ropa negra y tus botillos de tacón alto, tu sombrero
que te daba un toque especial, tan único que no tenías igual y ahora se te
ocurre hacernos esta faena.
Un día – porque sabes del
aprecio mutuo que nos hemos dado – te dije que Pepe Rosas, Juan Martín, el ‘Capitán’,
y tú formabais la Santísima Trinidad del
folclore en Álora… Me esbozaste una sonrisa picarona, pusiste tu mano sobre mi
hombro y te dejaste caer: “Tienes unas ocurrencias”.
Ahora, hace un rato, he viso que tu grandeza no se ha perdido ni
entre las dichosas cuatro tablas rodeadas de coronas de flores con lazos y
mensajes para el momento. Todo da igual. Eras tú, Juan Veneno. Señor de genio y
figura. Dicen de la descomposición de la muerte y esas cosas. Pero no, no es
verdad, por lo menos, en esta ocasión…
Fuera había mucho ruido de
gente que hablaba. Tu hijo me cuenta que esta mañana tu nieto Eloy fue a
recoger la bandera, tu bandera, porque tú – y lo sabes ahora con la clarividencia que ya es total – has sido
quien mejor ha bailado la bandera de Verdiales.
Como platillero eras bueno, muy bueno. Para mover la bandera, el mejor… Dejas semilla, Juan, tu
bisnieto – dos añitos – apunta maneras… Hay ‘Veneno’ para rato… Ya ven…
Luna, creciente. Casi apunta en
un cielo limpio, calor de verano. Se lo he dicho a tu hijo Juan. Os estáis
yendo todos los amigos… De verdad, Juan, eso no se hace…
viernes, 13 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otra cosa.
Estoy hecho un lío. No sé si
Francia es muy bonita - que lo es -, o si la belleza es fruto de una
realización perfecta. ¿Serán las dos cosas a la vez?
El Tour de Francia, además de un espectáculo
deportivo, es algo más. Es otra cosa. La Televisión francesa ofrece una
realización que raya en la perfección. Dan
imágenes de la cabeza de carrera, de los perseguidores, del pelotón o de quien
cierra. Todo con una agilidad asombrosa. No cansa; motivan.
En la parte inferior izquierda
de la pantalla un letrerito en amarillo – el color que más se ve – informa del castillo,
del lago, del embalse, del río, de la iglesia Santa María, San Martín…, de los
pueblos con sus tejados de pizarras grises y pináculos de monumentos – casi siempre
religiosos – más sobresalientes. Y luego algunos, por estos lares, nos quieren
vender un laicismo iconoclasta.
Todo está limpio. Impolutas las
cunetas. No hace mucho pasó por allí la máquina desbrozadora. No hay yerbajos,
ni latas, ni cartones, ni bolsas de plástico. Los únicos que lanzan objetos son
los ciclistas cuando dejan de alimentarse o de hidratarse.
Setos recortados, recién peinados, hortensias en flor. Parece
que esperan la visita de la suegra. Precioso. Esto no es flor de un día. Es una
cultura que no se vende en la botica. O sea, se mama, desde chiquititos, en la
casa.
Las imágenes de la Bretaña -
por donde ha pasado - es un mosaico del ‘bocage’.
Setos en las lindes. Propiedades irregulares. Ni grandes, ni muy pequeñas,
medianas. Puestos por la mano del hombre
o reductos de un bosque que en otro tiempo cubrió toda la región. Maizales,
cereal de ciclo corto y de regadío. Campos recién segados… Animales en los
prados. Gente, mucha gente en todos sitios.
El canal de Nantes a Brest, un
surco de vida entre árboles frondosos. Pienso
en la ocasión perdida en España con el abandono del canal del San Clemente en
la Sagra granadina o en el Canal de Castilla con Frómista a tiro de mirada.
La abadía de Nuestra Señora del
Buen Reposo es una ruina. Se fundó en el siglo XII. Las voces de Pedro Delgado
y Carlos de Andrés – se complementan - saben de qué hablan y hablan de lo que saben…
y, además, informan que recaudan fondos para reconstruirla… ¡Qué envidia! El
Tour es otra cosa.
jueves, 12 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Libros y libros
Cantaba Raphael en unas de
aquellas canciones que nos ponían melosos que ‘a veces llegan cartas…”, y nos
contaba algunas de las peculiaridades que podrían traer en un papel
pautado - ¡qué tiempos, verdad! – o en un
folio blanco…
Algo parecido ocurre con los
libros. Unas veces porque uno se los trae consigo cuando se pierde por esas
tiendas donde los ponen al alcance de la mano; otras, porque te los regalan los amigos.
Hace unos días, Fermín Adame,
me traía uno, de Jesús Rodríguez Delgado. ¿El Título? Como para echarle de comer
aparte: “De las mayordomías de la Hermandad de Nuestra Señora de Flores,
Patrona y Alcaldesa Perpetua y Honoraria de la Muy Noble y Leal Villa de
Encinasola (Huelva) y de otras curiosidades parroquiales y aconteceres diarios
marochos”.
El contenido, para los que
damos en hurgar en los papeles viejos, una delicia. Un tratado de
investigación. Pormenoriza Jesús en los
detalles más ínfimos, más insignificantes. Deja claro que han sido muchas,
muchas las horas de investigación. Contacto con legajos, papeles viejos, historias
que se habrían olvidado si esa mano,
como en el arpa de Bécquer, la suya, no hubiese sacado el jugo de sus cuerdas.
A título de curiosidad. Tres
muestras. Recoge que “Sebastián Vázquez que se fue a las Indias en el siglo XVI
y que dejó un débito pendiente a la Virgen de Flores, de los cuales había
pagado su mujer, la mayor parte…” (Y digo yo, ¿ Cómo le mandaría el indiano, el
dinero). La mujer debía ser una santa.
Otra. Cuenta que deciden rifar
un cerdo por Navidad. ¿Objetivo? Recaudar algunos fondillos. La imprenta se
equivoca. Pone la imagen del Niño en el brazo derecho; el cetro, en la
izquierda… (Y pregunto ¿abonarían a la imprenta el importe de las papeletas?
Con tan buena gente de por medio, no lo dice Jesús, pero seguro que sí).
La tercera: “…. Mi padre fue
quien marcó el pozo de sondeo”, o la compra de un televisor para el ermitaño. La obra está plagada de pinceladas humanas. Es
el devenir del tiempo. Casi todos tocan
el tema del tejado, las obras, el ‘arreglo de la camina’ (Siempre lo vi en
masculino, menos aquí). Se ve que se adelantaron a los tiempos. Por lo pronto,
a Álora nos trajeron su Madre de Flores y, ahora, un libro delicioso. Gracias,
Jesús.
miércoles, 11 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mosca
Están rabiosas. Debe ser el
calor. Debe ser la mala baba que atesoran estos bichejos que tienen de todo,
menos vergüenza. “Anda, que extrañas menos que una mosca”. El dicho deja
retratado a mucha gente inoportuna. Aparece en cualquier momento.
Don Antonio Machado, genial e
ignorado durante tanto tiempo les dedicó unas letras antológicas. Luego, Joan
Manuel Serrat llevó a un disco – cuando los discos eran de vinilio y se
escuchaban en el pik up – sus poemas. En aquel momento para muchos españoles se
produjo la resurrección de un muerto que se sabía que estaba enterrado en
Francia.
Esos bichejos, insectos, incordiantes,
vulgares en estos días de calor aparecen y vuelan y se suspenden en las
penumbras de las casas. Lo andan todo. Están en todos sitios. Dicen, quienes se
prodigan en la televisión, que ahí, ahí es donde realmente es cojonera e intratable. Bueno, por lo pronto ese
problema no va conmigo.
Ahora cuando me he puesto a
escribir hay una que se ha empeñado en darme la tarde. Me la está dando. ¿Es
pecado maldecir a los muertos de las moscas? Seguro que me condeno. Acabo de
hacer acopio de vocabulario contra todos los muertos del mundo de las moscas y
les deseo todo lo mal que se les pueda desear.
Echo mano a ese chisme que
espolvorea un gas y se las lleva por delante. El chisme está vacío. Es hora en
que el sol cae aplomo. En la calle por no haber no hay ni sombras. Se ve que en
mi casa alguien me tomó la delantera y cometió el asesinato que yo pensaba
llevar ahora a término con luz y alevosía, con calor y con una inquina que ni
les cuento.
Dicen que las moscas tienen
poca vida. No sé. Un puñado de días o poco más.
Da lo mismo. Ésta que me ronda debe tener la experiencia como de haber
venido desde los tiempos de Adán y Eva, esos que se las andaban por el paraíso,
donde por cierto, no sabemos si había moscas. Otros bichos, sí. Eso sí los
había. Es cuestión de ir a enterarse y si no la tenían, pues yo, con sumo gusto
se la regalo. Hija de independentista… ¡Vaya tarde que me está dando!
martes, 10 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Murmullo de Historia
El barrio del Barranco es uno
de los barrios emblemáticos de Álora. A un grupo de amigos, Marilina, Felipe
Aranda, Ignacio Márquez…, nos ha dado por llamarle el ‘Albacín nuestro’. Es una
manera más de expresar cariño por algo muy especial y, además, muy de nosotros.
Tiene Álora otros barrios con
personalidad. Los barrios como las personas tienen sello propio. Se diferencian
de todo lo que lo rodea. El Bajondillo, Las Chozuelas, El Cerrillo – el de
‘poco pan’, que dio nombre porque sus eras tenían la dimensión apropiada para
el cereal que se trillaba y, entonces, apareció la calle ‘Erillas’- , el otro,
El Palomar…
El Barranco, o sea, el Albaicin
nuestro, fue el asentamiento primero de la población. Se salía del primer cinturón
de defensa del castillo. Por en medio de sus casas aparecen todavía trozos de
lienzos de muralla. Reflejan un pasado que fue y ya no es.
En los papeles viejos aparece
como “Villavieja”. Pedro Acedo, el Viejo
“dexó una casa en la Villavieja para que con los alquileres se dixesen misas”…
En su suelo, sobre una pequeña mezquita, que no era la principal, la de arriba, la que estaba en el Cerro de las
Torres, se construyó una ermita dedicada a Santa Catalina.
El Padre Llordén da cuenta de
entalladores que hacen andas para
procesionar y de imágenes que recibieron allí culto y veneración. Tampoco queda
nada de la ‘Joyanca’ habilitada como fosa
común para enterramiento al que no daban abasto… ¿La culpa? Una epidemia de
peste en el siglo XIX
El folclore tiene una visión
más bella, más optimista. Lo pregona para quienes quieran saberlo. “Alora tiene
tres calles / que no las tiene Madrid / calle Ancha y el Barranco / y la calle
del Carril”. Ahí queda eso. Quién quiera que venga y lo mejore.
Hay un murmullo de brisa que
juega al escondite entre los geranios. Hay un murmullo de Historia que lanza a
través del viento: “Tregua, tregua, Adelantado / por tuyo se da el castillo. /
Alzó la visera arriba / por ver el que tal le dijo….” Y todo eso que sigue y
que sabemos del Romance…
Hay un murmullo de nubes. Se
asoman desde lo más alto, pespuntean las Torres. Hay un murmullo de arte, de
cal blanca, de barrio donde no sobró nunca la abundancia, de luchas a
‘dentelladas’ en eso que algunos llaman vida.
lunes, 9 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El viejo pescador
Echo mano al anaquel. Busco,
remiro. Lo encuentro. Lorenzo Orellana me hizo descubrirlo cuando yo era joven.
Desde entonces, no nos hemos separado. A ratos, le echo un vistazo. Paso sus
hojas. Leo a salto de mata, de hoja, en este caso. Luego, cierro los ojos,
sueño… Sueño tantas cosas como aquel viejo pescador que hacía más de cuarenta
días que no cogía ningún pez.
Veo la barca en medio del
océano. Está perdida. Como yo. Veo cómo las olas – otras olas – se estrellan
contra la quilla y cómo el viejo, viejo pescador, siente que se le clava el
sedal que le corta la los dedos y hace que sangre su mano ruda, curtida,
encallecida…
Veo como después de unos días
sin comer, los pececillos voladores le han salvado el poder alimentarse aunque
solo sea para sobrevivir en los momentos de más penuria, de más dificultad. Son
esos momentos en los que entre el final y el comienzo solo hay un hálito que
permite decir ¡ay!
Siento el olor de la sangre que
derrama el pez grande. Llegan los tiburones. El viejo, al principio, cuando se
tragó el anzuelo, le soltó cabo, luego, cuando el pez se creyó libre y ya no
tiraba con peligro para hacer zozobrar el bote, él, el viejo pescador que de
noche soñaba con leones marinos y con los grandes jugadores de la liga
americana, recogía el sedal con mimo, con tino, con suavidad…
Lo hizo poco a poco, con la
lentitud de quien sabe que a las fieras se les domina más por la maña que por
la fuerza. El viejo comenzó a acercarlo. Percibió cómo el pez daba grandes
vueltas, gigantescas vueltas, alrededor del bote. Reconocía su derrota. Cada
vez más cerca. Intuía su silueta enorme… ¡Era el pez más grande que había
pescado en su vida! Y, una vez más, exclamó en voz alta: “Si estuviera aquí el
muchacho…”
El viejo pescador veía de noche
los reflejos de la luces de La Habana. Era una luz lejana, tan lejana como esa
que, a veces, aparecen en nuestra vida, y uno se encandila con ellas,
sabiéndolas tan lejos como imposibles. Y luego, rompió el remo y el cuchillo
que hincó con todas sus fuerza en el primer maldito tiburón que llegó y le dio
una dentellada, y vinieron otros, y….”¡ay, si estuviera aquí el muchacho”! y
entonces, don Ernesto, don Ernesto
Hemingway nos legó ‘El viejo y el mar’…
domingo, 8 de julio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ahora, sí
Los amaneceres frescos tienen
el sello especial de los encierros. San Fermín, el que cada año,
indefectiblemente, llega el 7de julio, puebla las calles de Pamplona de gente de
medio mundo - y del otro , también - vestida
de blanco y pañolillo rojo. Queda muy lejana la sombra de Hemigway y de Antonio Ordoñez en una
barrera de la plaza… Al autor de “El viejo y el mar” le debe mucho la
ciudad como reclamo de tan masiva asistencia.
El Tour llena las siestas de
sopor. Son horas muertas. El sol hace chiribitas en las esquinas; los
pájaros buscan las sombras. No vuelan las golondrinas. Hay espejismos de agua
en los cambios de rasantes en las carreteras del sur de Europa. La verde
Francia pone una diferente. Es una nota
de frescor, de verde en los campos, maizales y colinas donde hay un manto de
yerba, de campiñas en las que a uno le gustaría pasar horas y horas en estos momentos en los que el reloj parece
que se para.
Al caer la tarde se echa a la
calle el jazminero. Lleva pinchados en una penca – los jazmines no se acaban,
las pencas de chumbas parece que sí - y el hombre sube por calle Larios o se
coloca en una de las esquinas de calle Granada. Ofrece su mercancía. Ofrece
biznagas. En palabras del Maestro Alcántara: “menos que una estrella y más que
una flor”. Genial Maestro. ¿Podría haber sido de otra manera viniendo de quién
viene?
Hay una guerra abierta entre
propietarios, gestores o como puñetas se llamen de los chiringuitos playeros.
¿La culpa? El precio que cobran por los espetos de sardinas. Dicen unos que han
tirado los precios; otros, que sangran al que llega. Como muestra, un kilo de
sardinas, en un mercado normal oscila entre 5 y 8 euros. Ya saben qué pueden
cobrarle por un espeto ¿Qué no se han
enterado? Mejor que no lo hagan… Cuando saquen la conclusión verán a quienes
les dan la razón.
Ahora, sí. Ahora ya está aquí
el verano con mando en plaza. Se han acabado las pamplinas. Anuncian que viene
de camino – como los viajeros de pateras que cruzan la mar – un aire cálido
sahariano. Polvo en suspensión. Ahora, sí, ahora nos vamos a enterar que ya
está aquí el verano.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)