viernes, 6 de julio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Campanario



Está ahí desde hace… bueno, desde hace mucho tiempo. Es emblema y seña. Un oteador de vientos que, según de donde vengan luego, cuando siguen su marcha,  se lleva el tañido de las campanas y lo deja reposar en el campo. A veces, llega tan lejos que sorprende y hace que surja la duda ¿son, de verdad, de verdad, son ellas?

Rosalía lo dejó escrito en unos versos llenos de ternura y nostalgia “campana de mi lugar, / tú me quieres bien de veras / cantaste cuando nací, / llorarás cuando me muera”. Era otro tiempo cuando las campanas hablaban con sus mensajes.

El campanario, - el campanario de la Encarnación – es uno de los emblemas del pueblo. Si me apuran me quedo con cuatro: el arco del castillo de las Torres, la espadaña del convento de flores, la espadaña de la Vera Cruz que dice cómo será el tiempo, y él. Enhiesto, solitario, sobresaliente…

Cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.  Eso lo decía el catecismo el padre Ripalma. (El que nos llevaba por unos senderos diferentes a los que marcaba Marilin Monroe en las pantallas) Ahora, como los tiempos han cambiado tanto pues uno ya no sabe a qué carta quedar…

Tiene cuatro cuerpos. El básico. Con ventana de forja que protege lo que en otro tiempo fue el baptisterio. Sobre la ventana, los liberarles, en una hornacina colocaron la placa conmemorativa de  ‘la Pepa’. Los conservadores no conformes la manchaban con barro y aguas sucias; después, la removieron.

De vuelta al poder los liberarles elevan la placa  a donde no pudiesen llegar escobones y cubos de agua. La colocaron – por poco tiempo  - un poco más alta. Con ribete artístico y todo. De vuelta, Fernando VII, un escuadrón de Caballería del Rey bajo las órdenes del general Gómez Pantisco, la derribó… a tiros. Los impactos aún perduran en la piedra…

El último cuerpo es posterior. De menor elevación que los otros tres y más desproporcionado.  El campanario, en el ángulo de la nave del Evangelio es el complemento ideal para una fachada excepcional con un balcón civil en un edificio religioso y desde donde los beneficiados – que eran muchos, lo que hablaba del poderío económico de aquel tiempo – contemplaban las corridas de toros, cucañas y espectáculos que se celebraban en la plaza.

Punto de referencia entre el caserío blanco que quiere  llegar donde el cielo azul le sirve de palio…




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