Julio, uno de los tres meses
mayores, está a pedir de calle. Vamos que se ha vestido de nuevo y se ha salido,
para quien quiera verlo, todo repeinado y con esa ropita de estreno que nos
ponían nuestras madres cuando llegaba algo grande.
Es ya verano de hecho y de
derecho. No hace el calor de otros años
por estas fechas ni falta que nos hace. Amaneció con aire de levante. Toda la
madrugada hizo blandura para los que aún tengan en pie los garbanzales. Hay uno,
que tiene bendición de Dios, por encima de la Haza del Río antes de llegar a la
fuente de Juan 'Rajao'. Hay otros por la carretera del Valle. Todos piden la mano
del hombre para pasar a la era.
Ya se cuentan los días para
celebrar a la primera Virgen del verano,
la Virgen del Carmen a la que el maestro Alcántara nos dijo un día que veía
venir en traíñas desde su rincón del Rincón hasta la orilla donde el rebalaje
recibe la entrega de las olas en bandejas de nácar.
Con el fresco de la madrugada
barcinaban los hombres a la era. Entonces, las cosechadoras no habían entrado, todavía,
a cortar espigas, alpacando la paja y
dejando los sembrados con rayas, a modo y manera como llevan ahora algunos
muchachos jóvenes sus cabezas, para
llamar la atención con un peinado nuevo, diferente. Los hombres cargaban las
bestias, remontando la carga que se balanceaba, suavemente con el paso cansino
y lento.
Hace muy poco tiempo que las
hogueras del San Juan quemaban a orilla
de la mar enseres viejos, palos y residuos que había sacado el agua. Todo era
un simbolismo. Se repite cada año. La gente es nueva; el rito, antiquísimo…
Julio está a pedir de verano, de
días largos, que hartos de esperar tanto tiempo a que aparezca la noche,
acortará las horas de luz, menguará la tarde y mientras, en esas horas tórridas
desde el mediodía hasta que la tarde decline, nos hará pasar un calvario, pero
como dice un amigo, ‘aunque esto no haya hecho más que empezar, ya queda menos”.
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