Desde la explanada del Castillo – el Castillo de las Torres,
claro – la panorámica es única: los Lagares por Levante; el Hacho y el Monte
Redondo por Poniente; en el horizonte, entre el cielo y el mar la Sierras de Mijas; abajo, la vega y el río que sin querer irse se va
yendo…
Baja, cuando te parezca bien, por la calle del Carril.
Primero echa una ojeada a la estación. Se te va a parecer como el primor de una
miniatura, como algo que pusieron ahí para que los trenes parezcan de juguete y
las vías una cremallera sobre el mostrador de una tienda de mercería.
El río se nos quedó sin puente de hierro una tristísima
mañana de un mes de septiembre. La riada vino al amanecer. Se llevó dos vidas
por delante, sembró la ruina a muchas familias y a nosotros nos dejó sin algo
que era identidad. Santo y Seña, o sea El Puente. ¿Responsabilidades por todo
eso? ¡Vamos, hombre, que cosas se le ocurren…!
Sigue camino (porque por allí la calle está terriza). Bordea
el castillo. A tu derecha el muro de protección sobre el precipicio; a la izquierda,
lo que queda de la muralla . En un recodo, casi de sopetón, te volverá a
aparecer el pueblo. Párate de nuevo.
Otra vez te va a merecer la pena dejar que pase un poco el
tiempo. Escudriña el caserío blanco; la iglesia que se hunde y de la que
sobresale el campanario; edificios que rompen la simetría y el encanto de un
pueblo andaluz y que pregonan a los cuatro vientos – nunca mejor dicho –cuánto
mal gusto somos capaces, a veces, de sacar a flote los hombres.
Observa cómo se asoma el Barranco y
baja la Calle Toro camino de la Puente y el Tajo de la Quera y el Calvario,
enfrente, desafiando altura y pidiendo protagonismo…y podrás comprender lo
acertado de la copla: “Álora tiene tres calles / que no las tiene Madrid / calle
Ancha , el Barranco y la calle del
Carril…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario