lunes, 29 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Maestros

Con los rigores del verano llega la diáspora a la escuela,  o sea, las vacaciones, que es eso en que dicen que se cargan las pilas para volver cuando los pámpanos de la parra tomen el color atabacado que da paso al otoño y la literatura que conlleva.

Hace unos días se fueron los niños. Se han llenado las piscinas de voces infantiles, los campamentos veraniegos de actividades variopintas y  las casas de los abuelos con visitas que van a durar un montón de días…Los niños buscan la felicidad en los cambios de la rutina diaria.

Pero ¿y los maestros? Cada año por estas fechas se van… algunos viajan; otros, acuden  a cursos para seguir formándose; otros pasaran unos días en sus pueblos lejanos; los hay que se quedarán en sus sitios de trabajo.

¡Ay, el maestro! Incomprendido: “demasiado le pagan para lo que hacen”, hay quien lo piensa y no lo dice, y quien lo piensa y lo dice. Pasa la administración de ellos. Atiborrados de papeles inútiles.

Un día inesperado alguien lo reconocerá por la calle y le dirá algo tan bonito como: “yo hice Historia porque tú me metiste el gusanillo” o “¿no es posible que nos vuelva usted a llevar de la mano como cuando éramos niños…?” Al maestro, en ese momento, se le derrite el alma.

Decía don Santiago Ramón y Cajal en el discurso de homenaje a uno de sus profesores: que un  día lejano vendrá por la acera un hombre, probablemente, mal vestido y mayor, y entonces, los hombres del bar levantándose y descubriéndose le dirán, vaya usted con Dios, Señor maestro… Ese día la sociedad habrá encontrado su sitio.

Estamos muy lejos de aquel sueño de don Santiago. He conocido maestros buenos, buenísimos. Hay, también, quienes nunca debieron llegar. Equivocaron la ortografía de vocación y usaron otra letra. Es justo reconocerlo.

Apuran estos días con informes que no leerá nadie, con proposiciones que no las tendrá  en cuenta nadie, con exigencias absurdas y burocracia que si se le agrega una letra sale lo que tiene que leerse.


 Cuando se encuentre por la calle se hablarán de  ilusiones para el año que viene - porque los maestros miden los años por cursos - y el año que viene está a solo dos meses del recodo del camino; los niños tendrán la misma edad y ellos, - y ellas - , un año más viejos… Feliz y merecido descanso.

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