Con los rigores del verano llega la diáspora a la
escuela, o sea, las vacaciones, que es
eso en que dicen que se cargan las pilas para volver cuando los pámpanos de la
parra tomen el color atabacado que da paso al otoño y la literatura que conlleva.
Hace unos días se fueron los niños. Se han llenado
las piscinas de voces infantiles, los campamentos veraniegos de actividades
variopintas y las casas de los abuelos
con visitas que van a durar un montón de días…Los niños buscan la felicidad en los
cambios de la rutina diaria.
Pero ¿y los maestros? Cada año por estas fechas se
van… algunos viajan; otros, acuden a
cursos para seguir formándose; otros pasaran unos días en sus pueblos lejanos;
los hay que se quedarán en sus sitios de trabajo.
¡Ay, el maestro! Incomprendido: “demasiado le pagan
para lo que hacen”, hay quien lo piensa y no lo dice, y quien lo piensa y lo
dice. Pasa la administración de ellos. Atiborrados de papeles inútiles.
Un día inesperado alguien lo reconocerá por la calle
y le dirá algo tan bonito como: “yo hice Historia porque tú me metiste el
gusanillo” o “¿no es posible que nos vuelva usted a llevar de la mano como
cuando éramos niños…?” Al maestro, en ese momento, se le derrite el alma.
Decía don Santiago Ramón y Cajal en el discurso de
homenaje a uno de sus profesores: que un día lejano vendrá por la acera un hombre,
probablemente, mal vestido y mayor, y entonces, los hombres del bar
levantándose y descubriéndose le dirán, vaya usted con Dios, Señor maestro… Ese
día la sociedad habrá encontrado su sitio.
Estamos muy lejos de aquel sueño de don Santiago. He
conocido maestros buenos, buenísimos. Hay, también, quienes nunca debieron
llegar. Equivocaron la ortografía de vocación y usaron otra letra. Es justo
reconocerlo.
Apuran estos días con informes que no leerá nadie,
con proposiciones que no las tendrá en
cuenta nadie, con exigencias absurdas y burocracia que si se le agrega una
letra sale lo que tiene que leerse.
Cuando se
encuentre por la calle se hablarán de
ilusiones para el año que viene - porque los maestros miden los años por
cursos - y el año que viene está a solo dos meses del recodo del camino; los
niños tendrán la misma edad y ellos, - y ellas - , un año más viejos… Feliz y
merecido descanso.
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