Junio se ha venido
cargado de fruta de verano. Están espléndidas, sensuales, apetecibles. Una
colección de ciruelas, peras, perillas, paraguayos, sandías, melones, cerezas, guindas,
picotas…y brevas.
Escondidas entre las
hojas grandes y planas, exuberantes de verdor, las brevas se asoman como la
tentación en los Diez Mandamientos. Se puede pecar con todos, pero ¿verdad que
algunos son más apetitosos que otros?
Soy de los que gustan
del fresco mañanero. Cuando llego al campo ya me han cogido la delantera los
mirlos y las frailecillas. Hace tiempo que les dejé la primacía sabedor que
siempre ganarían ellos…
Esta mañana le di la
primera vuelta a la higuera. Aunque mi amiga Juana dice lo de por San Bernabé y esas cosas, creo que le
faltan aún unos días para tener el grado de azúcar idóneo.
Por mor de las calores
cuando el sol está en su cenit regreso
al pueblo. Junto al canal, escondido
debajo de unos granados, una moto. Dejo el coche. Vuelvo sobre mis pasos pero
me dejo ir amparado en la frondosidad de los limoneros. Llego a la higuera…
-
¿Qué…?
-
Aquí andamos…
-
Ya, ya te veo…
-
Pero, esto está ya andado…
-
Hombre, es que para coger brevas hay que
madrugar más…
-
Sí, eso es lo que digo yo. Ya es tarde…
Entonces ¿sigo o me “abajo”?
-
Ya que has llegado a esa altura, sigue,
pero deja algunas para los mirlos que también son hijos de Dios… Y, cuando te “abajes”, ten cuidado que la leña de
higuera es muy blanda… Ya sabes lo del refrán: “la leña de higuera que la corte
mi hijo y la queme mi nuera”.
-
¡Si lo sabré yo! El año pasado estaba en
lo más alto del pimpollo, en la higueras grandes que hay en arroyo Jévar, ¿sabe,
usted? y se vino una rama y… dos
costillas rotas. Me tuvieron que llevar al Clínico…
-
Y, ¿no escarmentaste? ¡Qué pena hombre…!
Brevas,
sensuales, reventonas, apetitosas, con gotas de néctar a pedir de boca…
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