Dicen los servicios informativos de la radio que
media España se las anda achicharrada por mor de muchas cosas. Que si el cambio
climático, que si una ola de aire caliente que viene del desierto, que si es
porque no ha llovido lo suficiente cuando tenía que hacerlo y el campo está
traspillado.
No sé. Será lo que Dios quiera que probablemente no
será lo que todos deseamos. Del desierto vienen noticias malas, malísimas. Me
decía un amigo que hace unos años estuvo por Túnez que es un país bellísimo,
con gente extraordinaria y con un pasado histórico que apabulla.
Me aplana más el presente. ¿Qué se puede esperar de
un ‘artista’ que tiene como finalidad la inmolación? Me parece que ahí está
todo el pescado, si no vendido, casi. Me viene a la mente aquello de ‘Cartago
delenda est’. ¿Se acuerdan? Los que estudiamos latín veníamos a traducir algo
así como Cartado debe ser borrada del
mapa…
Los romanos lo consiguieron. Sembraron de sal el
campo y dejaron un montón de piedras a las que llamamos ruinas para que muchos
años después los turistas ávidos de sensaciones viajasen por todo el norte de
África en la otra orilla de lo que llamaron ‘nuestro mar’, o sea el Mare Nostrum.
San Agustín fue casi vecino, solo de un poco más
allá. Nació en Tagaste y murió en Hipona. Está considerado como uno de los más
grandes pensadores de la iglesia. Tuvo muchas cosas buenas y entre otras dejó
dicho algo así como “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”.
Las mentes calenturientas que proclamaron en el
Senado romano la destrucción de Cartago iban por otros derroteros; los bestias
que están arrasando sin la más mínima piedad a medio mundo, también. A lo mejor
si la gente conociese a un hombre, en toda la expresión de la palabra, como
Agustín de Hipona podría cantar otro gallo…
A lo peor la
culpa de todo la tiene la calor. No lo sé.
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