sábado, 27 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calor

Dicen los servicios informativos de la radio que media España se las anda achicharrada por mor de muchas cosas. Que si el cambio climático, que si una ola de aire caliente que viene del desierto, que si es porque no ha llovido lo suficiente cuando tenía que hacerlo y el campo está traspillado.

No sé. Será lo que Dios quiera que probablemente no será lo que todos deseamos. Del desierto vienen noticias malas, malísimas. Me decía un amigo que hace unos años estuvo por Túnez que es un país bellísimo, con gente extraordinaria y con un pasado histórico que apabulla.

Me aplana más el presente. ¿Qué se puede esperar de un ‘artista’ que tiene como finalidad la inmolación? Me parece que ahí está todo el pescado, si no vendido, casi. Me viene a la mente aquello de ‘Cartago delenda est’. ¿Se acuerdan? Los que estudiamos latín veníamos a traducir algo así como Cartado debe ser  borrada del mapa…

Los romanos lo consiguieron. Sembraron de sal el campo y dejaron un montón de piedras a las que llamamos ruinas para que muchos años después los turistas ávidos de sensaciones viajasen por todo el norte de África en la otra orilla de lo que llamaron ‘nuestro mar’, o sea el Mare Nostrum.

San Agustín fue casi vecino, solo de un poco más allá. Nació en Tagaste y murió en Hipona. Está considerado como uno de los más grandes pensadores de la iglesia. Tuvo muchas cosas buenas y entre otras dejó dicho algo así como “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Las mentes calenturientas que proclamaron en el Senado romano la destrucción de Cartago iban por otros derroteros; los bestias que están arrasando sin la más mínima piedad a medio mundo, también. A lo mejor si la gente conociese a un hombre, en toda la expresión de la palabra, como Agustín de Hipona podría cantar otro gallo…


 A lo peor la culpa de todo la tiene la calor. No lo sé.

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