La buena
gente, a la que no sobraba de casi nada, bajaba cada día por el Tajo de Quera a tomar
el tren o para acudir al tajo de
trabajo. A primeras horas de la mañana o cuando declinaba el día era un
hormiguero de personas testimonio claro de eso que damos en llamar vida.
Como los ríos que en sus comienzos recogen un dédalo
de riachuelos para formar el río grande, así, aquí daban en unirse en un ramillete de
calles. Con nombres distintos, y que de una u otra manera venían a dar a la
calle Don Tomás o Tomas García que para el caso era lo mismo.
Don Tomás fue un prócer fallecido en 1890.
Tomás García fue dueño de la acera izquierda de casas de la calle y de la
fábrica de aceites Santo Tomás - quizá
por eso mucha gente también la llamó con el nombre del apóstol - ubicada en
dicha calle.
Entre la calle y el
Cerrillo – “Cerrillo de poco pan”- corría la cañada de la Tenería.
Se formaba, entonces, con las aguas que
recogía del Caño Copado, que tomó el nombre de la familia que habitaba la casa
bajo la que pasaba, una vez recogidas en la vertiente de la Plaza de Santa Ana.
Se agolpan en el
recuerdo, la niña que murió en la fábrica de jabón – de apellido, Rovirosa
- la ‘poza del sillero’, el almendral
del ‘Macareno’, el Chinar y la cuesta del Chinar por la que algunos niños y
niñas llevaban la comida a las personas que trabajaban en la faena, la fragua… y otras cosas donde la carestía
impulsó a hacer acopio de lo que no era propio.
Tomó el nombre – la
cañada – del lugar de curtido donde se
tintaban y trabajaban las pieles que en las ordenanzas medievales por
prescripción de las autoridades debían emplazarse en barrios de los arrabales.
Ya en campo abierto, el camino bordea el Cerro del
Calvario; al fondo la cañada; al otro, lado el Pecho de las Torres coronado del
castillo y hacia adelante, en lo que fue la ‘casa de la parra’ el lugar donde
dicen que algunos mozos iban por las noches ‘se hacían’ hombres… Eran otros tiempos.
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