martes, 30 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España cañí

Tsipras baila solo – acompañado de sus mariachis en la sombra - un Sirtaki de mucho peligro que puede terminar en muerte en una playa de arenas ardientes. El mar azul sigue donde siempre; las islas esperan que pase el barco de Ulises camino de Ítaca  en el Jónico y él va a los suyo. Enfrente, las olas, que ni son espumas ni son de nácar, anuncian otras cosas.

Achicharra el sol en estos días de un verano de fuego. España revive horas de asueto en sus noches. Tiene la mosca detrás de la oreja. Entre una luna espléndida y bebidas refrescantes afloran obras clásicas del teatro de siempre. Del nuestro. Aquel que escribieron Lope, Calderón, Tirso y compañeros mártires.

Se sabe que Grecia fue cuna de la Democracia, del teatro clásico pero ¿del cuento? Por las señas que trae el viento parece que también. No es el siglo de Pericles el que nos alumbra ni hay obras de bellezas deslumbradoras. Como que no.

“Que de noche le mataron al caballero / la gloria de Medina  / la flor de Olmendo”. Decían n los versillos que corrían por el pueblo  y que Lope llevó a las tablas: («Sombras le avisaron / que no saliese / y le aconsejaron que no se fuese»).

No sé si  a este  mocetón ateniense con la formación de ingeniero y metido a redentor político alguien le ha avisado de los peligros de la noche y de las intrigas que urde el amor entre quien pueda verse despechado. Él formación para saberlo tiene; capacidad para rectificar, también.

También tienen formación los mariachis de aquí pero ya se sabe entre estómagos llenos y agradecidos (solo hay que echar un vistazo por el patio) y un gobierno tentón y pusilánime están empeñados que, también, nosotros hagamos cualquier noche el mismo camino que hizo aquel caballero con oídos taponados para no escuchar lo que le decían.


Podemos cambiar el Sirtaki – que por cierto, no es una danza tradicional sino una creación de Mikis Theodoraquis – por la ‘España cañí’, de Marquina. Ojalá las plazas de españolas se llenen de pasodobles, sonrisas y gente con gana de juerga – de juerga de la güeña - claro. ¡Ojalá!

lunes, 29 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Maestros

Con los rigores del verano llega la diáspora a la escuela,  o sea, las vacaciones, que es eso en que dicen que se cargan las pilas para volver cuando los pámpanos de la parra tomen el color atabacado que da paso al otoño y la literatura que conlleva.

Hace unos días se fueron los niños. Se han llenado las piscinas de voces infantiles, los campamentos veraniegos de actividades variopintas y  las casas de los abuelos con visitas que van a durar un montón de días…Los niños buscan la felicidad en los cambios de la rutina diaria.

Pero ¿y los maestros? Cada año por estas fechas se van… algunos viajan; otros, acuden  a cursos para seguir formándose; otros pasaran unos días en sus pueblos lejanos; los hay que se quedarán en sus sitios de trabajo.

¡Ay, el maestro! Incomprendido: “demasiado le pagan para lo que hacen”, hay quien lo piensa y no lo dice, y quien lo piensa y lo dice. Pasa la administración de ellos. Atiborrados de papeles inútiles.

Un día inesperado alguien lo reconocerá por la calle y le dirá algo tan bonito como: “yo hice Historia porque tú me metiste el gusanillo” o “¿no es posible que nos vuelva usted a llevar de la mano como cuando éramos niños…?” Al maestro, en ese momento, se le derrite el alma.

Decía don Santiago Ramón y Cajal en el discurso de homenaje a uno de sus profesores: que un  día lejano vendrá por la acera un hombre, probablemente, mal vestido y mayor, y entonces, los hombres del bar levantándose y descubriéndose le dirán, vaya usted con Dios, Señor maestro… Ese día la sociedad habrá encontrado su sitio.

Estamos muy lejos de aquel sueño de don Santiago. He conocido maestros buenos, buenísimos. Hay, también, quienes nunca debieron llegar. Equivocaron la ortografía de vocación y usaron otra letra. Es justo reconocerlo.

Apuran estos días con informes que no leerá nadie, con proposiciones que no las tendrá  en cuenta nadie, con exigencias absurdas y burocracia que si se le agrega una letra sale lo que tiene que leerse.


 Cuando se encuentre por la calle se hablarán de  ilusiones para el año que viene - porque los maestros miden los años por cursos - y el año que viene está a solo dos meses del recodo del camino; los niños tendrán la misma edad y ellos, - y ellas - , un año más viejos… Feliz y merecido descanso.

domingo, 28 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La siesta

El sol escribe en morse a través de la persiana sobre el tablero de la mesa. Están que revientan las chicharras. No hay un alma que se atreva a salir a la calle. Están desiertos los parques. Los pájaros se dan el calor a buchadas y buscan cobijo bajo las hojas de los árboles; se ha echado el aire. Es esa hora sagrada a la que en el Sur le hemos puesto nombre propio: la siesta.

Dice la radio que el Servicio Andaluz de Salud hace llamadas a las personas de alto riesgo, o sea enfermos crónicos, hipotensos, cardíacos, ancianos y… para que eviten la exposición al sol, no sufran golpes de calor y recomienda que beban agua, mucha agua.

El mundo del Sur de España durante una gran parte del año se divide en dos: la siesta y el resto del día. En ese puñado de horas - la siesta - las campanas del reloj del ayuntamiento tienen pereza para tocar y así las dos, están multiplicadas; las tres son más largas; las cuatro duran una eternidad; las cinco no terminan nunca…

Parece que a esa hora hay menos movimiento de aviones que salen o entran al aeropuerto. El cielo está en calma; no hay trenes que crucen el campo agostado por el calor y solo se atreven a dar vuelos cortos, muy cortos los tabarros sobre el pilar del pozo al que se acercan contantemente a repostar.

Me viene, al recuerdo, una anécdota que contaba Martías Prats. Sevilla, un día primo hermano del de hoy. Real Maestranza de Caballería; corrida de saldo y poquísimos espectadores: por el cartel, por el ganado, por lo que estaba cayendo aquella tarde. Los pocos asistentes  buscan el amparo en la zona de sombra. De pronto,  cruza el silencio una voz que sale desde los desiertos tendidos de sol:

-          ¡Hay que ver el calor que estarán pasando en la sombra con lo que sale de aquí!


Pues, eso.

sábado, 27 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calor

Dicen los servicios informativos de la radio que media España se las anda achicharrada por mor de muchas cosas. Que si el cambio climático, que si una ola de aire caliente que viene del desierto, que si es porque no ha llovido lo suficiente cuando tenía que hacerlo y el campo está traspillado.

No sé. Será lo que Dios quiera que probablemente no será lo que todos deseamos. Del desierto vienen noticias malas, malísimas. Me decía un amigo que hace unos años estuvo por Túnez que es un país bellísimo, con gente extraordinaria y con un pasado histórico que apabulla.

Me aplana más el presente. ¿Qué se puede esperar de un ‘artista’ que tiene como finalidad la inmolación? Me parece que ahí está todo el pescado, si no vendido, casi. Me viene a la mente aquello de ‘Cartago delenda est’. ¿Se acuerdan? Los que estudiamos latín veníamos a traducir algo así como Cartado debe ser  borrada del mapa…

Los romanos lo consiguieron. Sembraron de sal el campo y dejaron un montón de piedras a las que llamamos ruinas para que muchos años después los turistas ávidos de sensaciones viajasen por todo el norte de África en la otra orilla de lo que llamaron ‘nuestro mar’, o sea el Mare Nostrum.

San Agustín fue casi vecino, solo de un poco más allá. Nació en Tagaste y murió en Hipona. Está considerado como uno de los más grandes pensadores de la iglesia. Tuvo muchas cosas buenas y entre otras dejó dicho algo así como “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Las mentes calenturientas que proclamaron en el Senado romano la destrucción de Cartago iban por otros derroteros; los bestias que están arrasando sin la más mínima piedad a medio mundo, también. A lo mejor si la gente conociese a un hombre, en toda la expresión de la palabra, como Agustín de Hipona podría cantar otro gallo…


 A lo peor la culpa de todo la tiene la calor. No lo sé.

viernes, 26 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ella

El tren correo llegó a la estación a eso del medio día. La maquina asomó por la boca del túnel. Lanzaba un humo negro y denso que llenaba el cielo que ya no era tan azul como cuando apuntó el día por mor de la calima que decían que venía del desierto; detrás, engarzados unos a otros, un puñado de vagones de color verde oscuro.

Los familiares, un grupo de amigos, Antonio ‘el de las gaseosas de Inesita’ que les había llevado los bultos a las estación en el borrico grande con el que repartía las bebidas por los bares del pueblo; una mujer mayor, vestida de negro a la que le habían matado un hijo en la guerra…

Todos ayudaron a subir las maletas de cartón recio amarradas con cuerdas y manillas metálicas; dos cestas grandes cosidas con aguja de red; dos canastos cubiertos por un paño de cuadros rojos y blancos;  otros bultos que eran fácilmente identificables… y paquetes, muchos paquetes.

En la estación aquello era una imagen de  muchos días. Pero aquel día era un día especial. Se iba ella… Bueno, realmente, ella no se iba. A ella y a Paquito,  su hermano se lo llevaban sus padres, emigrantes a Barcelona.

Nosotros, - incluido Paquito que era mi amigo – sabíamos que España limitaba al norte con el mar Cantábrico y que había otro mar, más grande, que se llamaba  mar Mediterráneo que bañaba Barcelona. Nunca lo habíamos visto ni sabíamos por qué parte de España quedaba Barcelona…

Ayer tarde – con la llegada del verano ocurren cosas así -  una llamada, una identificación y al rato estábamos sentados juntos. Me contó muchas cosas, me dijo que se había casado y que tenía dos hijos; su hermano, también… Sus padres habían muerto “primero mi padre; al año, mi madre. Mi madre se murió de pena, Pepe”.


¿Sabes una cosa?, me dijo, cuando arrancó el correo llegué llorando hasta que pasamos Bobadilla. Le respondí que yo había subido toda la cuesta del Chinar… No tenemos perdón haber dejado que pase tanto tiempo…

jueves, 25 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Vera

Cuando el viajero corona el puerto de Miravete tiene en frente Gredos con La Vera a sus faldas y entre el Tiétar y la autovía el Campo de Arañuelo. El viajero sigue, como siempre, por la Madrid-Lisboa que tomó en Mérida y llega a Navalmoral de la Mata.

Deja la carretera por donde siempre, cruza la ciudad por donde siempre, ve las vías del tren donde siempre y deja, a la derecha el campo de fútbol del Moralo, donde siempre. Y como siempre tiene un recuerdo para un hombre que escribía poesía en prosa. Se llamaba José María Pérez Lozano y publicó, cuando el viajero era todavía un muchacho, un libro delicioso: “Dios tiene una O”.

Cruza el Campo de Arañuelo. Está reseco. Ya no pasa por Talayuela porque un desvío ha sacado la carretera del pueblo. Cuando da vistas al Tiétar sabe que ha llegado a ‘otra’ tierra. Cruza el puente; el río va  con agua clara de orilla a orilla…

El verdor de las plantaciones: tabaco, pimentón, hortalizas, maizales dice muchas cosas sin pronunciar palabra: el agua es vida; la gente es muy trabajadora; exprimen y sacan la riqueza que esta la da con mucha generosidad y los tópicos están muy bien… en su sitio.

El viajero deja la desviación de Robledillo de la Vera y sigue para Jarandilla –  salvo un par de pueblos, casi todos reivindican el apellido: de La Vera -. Pasa junto al castillo de los condes de Oropesa  y ve cómo este año parece que están más hermosas las hortensias…

Llega donde Adriano  y saluda a los amigos.  Echan la partida como siempre y a la hora de siempre, y le dicen que le han asignado la habitación…Ya se sabe la costumbre…

Luego  va al Lago junto a Jaraíz; antes pasa por el Monasterio que ya está cerrado y envuelto en el silencio. Cuando llega la noche se echa a andar por las calles de Cuacos – de Yuste - y saluda a las señoras que comparten  fresco y cháchara.


Y escucha cómo resuenan en la noche los caños de la fuente y la campana del reloj que da las horas. Y se acuerda de sus amigos, don Julio, a quien el viajero le llevaba siempre dos botellas de manzanilla de ‘La Guita’,  y Felipe que regalaba libros al viajero y Teodoro que le daba  muchas cosas y ratos de conversación con dos ‘butanitos’ delante…

miércoles, 24 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amor primero...

Han echado las persianas las ventanas de los Institutos; han cerrado las puertas los colegios; han enmudecido aulas y pizarras digitales y no hierven los componentes  de los experimentos en el laboratorio de química – donde lo haya – y crece, cada día, una pátina de polvo sobre la mesa de estudio en la biblioteca.

No hay griterío por los pasillos; juegan los patios con el silencio y los gorriones se han quedado sin las migajas de pan y sin los trozos de bocadillo que quedaban esparcidos por el patio de recreo. No lleva el viento, de un lado a otro, los papeles rebeldes que no querían estar en la papelera.

Como pajarillos que estrenan libertad han salido a la calle un puñado de muchachos a los que le ha cambiado la voz y tienen una procesión de hormigas que trepan, a modo de barba rebelde, por la cara; un ramillete de azucenas que “por mayo se hicieron mujeres pasan cada tarde en un paseo de moceo...

Echo atrás el recuerdo. ¿Te acuerdas?, tú tenías el pelo largo y lacio, y una felpa roja; llevabas una falda plisada y blanca y un suéter ajustado…. Aparecías por la calle y la calle se llenaba de ti y la calle era más tú y no había nadie más que tú entre todo aquel griterío de los niños que jugaban.

Me acuerdo de aquella canción de los años ochenta. La lanzó Patxi Andion. Hablaba de los primeros encuentros; de un tiempo perdido en el recuerdo del colegio y de  corazones clavados, entre los dos, en el pupitre… Hablaba de un reencuentro, hablaba del amor que llamaba como solía llamar en aquella edad.

Y me viene a la mente aquella caricia en el baile de aquellas ferias que tardaban en llegar tanto y  aquel baño en el río y la mirada de tu madre  que ponía todos los impedimentos y  tus amigas, celosillas…


Y nos fuimos por otros caminos y Patxi nos cantaba - y me sigue  cantando - aquello de amor de tiza y portal y de aquel miedo a no verte más a fin de curso. “Ay amor, amor primero / y de segundo, tercero y cuarto /. Ay amor, te quise tanto / cuando el beso era amor / y el amor tanto”.
Alumnos del IES «Beatriz Galindo» salen de clase

martes, 23 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Noches y mañanitas de San Juan

Sale el sol temprano; muy temprano. Entre la gente del campo hay un mirada nada más apuntar el sol para ver de dónde sopla el aire. Es la premonición para lo que va a ser el año: bueno, malo, regular, ninguna de las dos cosas; las dos, a la vez…. Todo lo dirá la dirección del viento.

En algunas ciudades (Alicante, San Pedro Manrique en las tierras altas de Soria…) las últimas brasas de un rescoldo que ardió durante toda la noche serán ya casi cenizas después de haber purificado muchas cosas, tantas como los deseos de quienes se acercaron hasta ellas.

En Málaga, junto a la mar azul, los restos de los ‘júas’  son testigos mudos e ignorados de una noche en la que se dieron rienda suelta a muchas cosas. La luna sobre el mar, la playa tibia y sensual, el sopor del sueño acumulado en la resaca y un sabor a salitre entre los labios.

No se sabe desde cuando en Álora existe la costumbre de bañar a los transeúntes que pasaban por las calles a ciertas horas. Me contaba mi madre que entre las jóvenes casaderas se albergada una creencia: el hombre con quien se casarían tendría el mismo nombre del hombre remojado… En las calles, cuando apunte el sol, solo pequeños rasgos del naufragio de la noche anterior.

El solsticio de verano, en el hemisferio norte, es el 21 de junio, pero la noche mítica es la del 23. Dicen que tres saltos sobre la hoguera limpia y purifica, si te mojas los pies a media noche desaparecen los malos espíritus, tres lavados de cara traen la felicidad…y, si para colmo a la fiesta acuden todos los dioses…

El romancero nunca fue a rebufo de las creencias y los deseos del pueblo. El bellísimo romance del Conde Arnaldo habla de una mar tranquila, de una galera de velas de seda, del conde que va de caza,  de amores imposibles, de un marinero que canta…


“Por Dios te ruego, marinero, / digasme ora ese cantar / Respondiole el marinero, / tal respuesta le fue a dar.  / Yo no digo esta canción /sino a quien conmigo va”… De lo que vino después solo queda lo que la fantasía anide en nuestras  mentes...

lunes, 22 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Frutas de verano

Las primeras cereza de la temporada llegaron del Jerte, entre la Sierra de Tormantos y la de Hervás. Yo no tengo muy claro en qué se diferencian la cerezas, de las guindas. Con las picotas no tengo dudas: son la que no tienen el rabito.

Están las fruterías ahítas del repertorio de ciruelas tempranas. Las hay rojas y sensuales; amarillas y dóciles como resignadas al destino de terminar en el postre de la mesa después de pasar por el frigorífico…

Están aquí las perillas sanjuaneras. Revoltosas, pequeñitas. Dicen que se comen todas enteras. Da lo mismo, son tan sabrosas y tienen una temporalidad tan corta, que hay que aprovecharlas mientras dure su permanencia; luego, vendrá toda una gama de variedad de peras.

Por San Juan ya están las brevas ralladas, descaradas entre hojas grandes como soles en días de verano. De puro azúcar es un néctar de dioses que gotea como leche de una diosa en el Olimpo amamantando un dios chiquitillo que quiere más y más y no se harta…

Salvador Rueda, aquel poeta al que Málaga consintió que se muriese de soledad y otras cosas en La Coracha, pero esos son otros lópeces, dijo que la sandía era algo así “como si de pronto se entreabriese el día”. Es verdad: una eclosión de color. Antes las sandías tenían muchas pepitas y, como ahora, su pulpa enrojecida era un alivio a sed de caminantes.

Dice el refrán de él – los refranes encierran un mucho de verdad – que “por la mañana, oro; al medio día, plata; por la noche, mata”. Naturalmente es el melón. Es ese chorreón de azúcar que si ha tomado las horas que debe de sol, entonces es una pieza única.


El maestro Barbetio escribió un día: “No había probado el pepino, y supe aquel día que esa hortaliza no estaría jamás entre mis alimentos”. Ya ven,  a los que tenemos que aprender tanto de los maestros, en cosas como ésta ¿se nos puede permitir la discrepancia? Con la venia, Maestro, en esto no te sigo.

domingo, 21 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Morante

Yo quisiera ser peón de la cuadrilla de Morante. ¿El primero?, no; ¿el segundo?, tampoco; el tercero. Que ya tienen sitio propio, los dos más grandes banderilleros,  el mayor de los Machado y Antonio García Barbeito…

Y ver cómo se han cambiado las palabras del diccionario porque ahora lancear, es bajar las manos, las dos al compás del tiempo, hasta la tierra desde el cielo, y  el toro hace un escorzo, como en las figuras de Benlliure y dice, que son otros los espinazos, que quiebran, que rompen los malos toreros.

Y ver cómo se da una media, una  media donde  se para el aire, donde se echa el tiempo; y  se queda sin resuello el aliento, y va el toro embebido como se embeben las nubes por el azul del cielo, como se embeben las olas besando  la proa y la popa, en un barco con la quilla ahíta de nácar y caracolas…

Y cuando se echa la muleta a la izquierda y va y viene el natural… y  va  y viene el toro que trajeron del campo a un albero de gloria, que ya no come margaritas en Zahariche ni florecillas  amarillas, azules…y uno entornan los ojos y sabe cómo se escribe, en el toreo,  la historia.

Yo quisiera, Maestro, ser tu tercer banderillero para servirle la tinta a don José María de Cossío que se vino de Tudanca a las tablas de una plaza coronada con la roja y gualda. Roja de sangre de los que murieron por la Patria - eso que ahora  no está de moda - ; y amarilla de trigo, de estío, de marisma resecada…

Don José María trae en sus oídos recuerdos de campanos de su tierra y se encuentra con el pasodoble y el solo de trompeta y mantillas y peinas y el pañuelo y mantones de  Manila y morenas de ojos grandes y claveles en el pelo… Y escribe, porque le has hecho que anote en el  diccionario vocablos nuevos.


Yo quisiera llevarle a Picasso los pinceles, que ya no pinta toros en blanco y negro y ha creado otros colores. Tienen nombres propios, se llaman “de Morante y ensueño”. Y en las barandillas del cielo estarán asomados: Joselito y Belmonte, Manolete y Ordóñez y El Espartero y Villalón sin caballos, sin espuelas de oro, sin zahones de cuero… ¡Qué suerte, Maestro, si yo fuese tu banderillero…!

sábado, 20 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Tajo de la Quera

La buena gente, a la que no sobraba de casi nada,  bajaba cada día por el Tajo de Quera a tomar el tren o para acudir al tajo de  trabajo. A primeras horas de la mañana o cuando declinaba el día era un hormiguero de personas testimonio claro de eso que damos en llamar vida.

Como los ríos que en sus comienzos recogen un dédalo de riachuelos para formar el río grande,  así, aquí daban en unirse en un ramillete de calles. Con nombres distintos, y que de una u otra manera venían a dar a la calle Don Tomás o Tomas García que para el caso era lo mismo.

Don Tomás fue un prócer  fallecido en 1890. Tomás García fue dueño de la acera izquierda de casas de la calle y de la fábrica de aceites Santo Tomás  - quizá por eso mucha gente también la llamó con el nombre del apóstol - ubicada en dicha calle.

Entre la calle y el Cerrillo – “Cerrillo de poco pan”- corría la cañada de la Tenería. Se formaba, entonces, con las aguas que recogía del Caño Copado, que tomó el nombre de la familia que habitaba la casa bajo la que pasaba, una vez recogidas en la vertiente de la Plaza de Santa Ana.

Se agolpan en el recuerdo, la niña que murió en la fábrica de jabón – de apellido, Rovirosa -  la ‘poza del sillero’, el almendral del ‘Macareno’, el Chinar y la cuesta del Chinar por la que algunos niños y niñas llevaban la comida a las personas que trabajaban en la faena,  la fragua… y otras cosas donde la carestía impulsó a hacer acopio de lo que no era propio.

Tomó el nombre – la cañada – del  lugar de curtido donde se tintaban y trabajaban las pieles que en las ordenanzas medievales por prescripción de las autoridades debían emplazarse en barrios de los arrabales.


Ya en campo abierto, el camino bordea el Cerro del Calvario; al fondo la cañada; al otro, lado el Pecho de las Torres coronado del castillo y hacia adelante, en lo que fue la ‘casa de la parra’ el lugar donde dicen que algunos mozos iban por las noches ‘se hacían’  hombres… Eran otros tiempos.

viernes, 19 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Canto de ruiseñores

Joven, bien parecido y con mala leche. Mucha mala leche; demasiada para tan poco embase como tiene el rubio de Carolina del Sur que, encima, se fue a una iglesia a pegar tiros y matar a gente que había ‘cometido’ dos delitos: era de otro color en la piel y rezaban en una iglesia.

Las televisiones pasan imágenes. Es un muchacho de mirada extraña y al que podría quedarle un montón de vida por delante; ahora, ya ninguna.  Y  uno, en sus cortas luces, no ve explicación para que siendo tan joven se pueda llevar tanto veneno dentro y tanto odio.

Al parecer su casa está rodeada de árboles. Tiene pinta de ser un lugar bonito donde debe haber pájaros que cantan al amanecer y donde las tardes doradas del otoño podrían poner una pincelada de poesía a la que nunca dio la más mínima entrada en su corazón.

Dicen que si era excéntrico, que si vivía encerrado en su habitación y no sabían qué hacía ni a qué dedicaba muchas horas del día y de la noche, porque oigan, a veces, las noches son muy largas tanto que duran 24 horas y no permiten que la luz del sol las ilumine…

Los que saben de tantas cosas, o sea los tertulianos, ahora la emprende con la permisividad de armas en ese país que es casi tan grande como Europa y quieren – desde aquí, claro – que cambien las leyes y otras cosas. Algunos de ellos se proclaman “anti” pero beben Coca Cola, fuman Marlboro y compran vuelos baratos para ir a Nueva York.

No he visto ningún debate serio. Y digo serio que analice qué pasa en la sociedad occidental para que se hayan perdido los papeles de esta forma, para que la infelicidad sea la compañera asida de la mano cada día, para que hayamos perdido el norte o que ni siquiera sepamos dónde está en el cielo la estrella polar.


 Y, digo yo ¿será porque nunca han escuchado el canto de los ruiseñores cuando viene la mañana?

jueves, 18 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calle Ancha

Por la calle Ancha suben y bajan los suspiros (como en aquellos versos de Lorca de los ríos de Granada, ¿se acuerdan? pues eso,  pero sin río y sin agua). Es una calle ahíta de luna y de sol, de belleza encalada en las paredes, de siglos acumulados, de tiempos de espera…

La calle Ancha se queda estrecha cuando en las noches de Jueves Santo baja el Nazareno de las Torres, majestoso, solemne, sublime. Camina por entre un mar de cabezas. Le abren paso entre el  gentío que se agolpa y no deja que avance, entre rezos por dentro y  suspiros: Un año más, Padre mío, te veo asomar arropado por tulipas y cirios y flores y…

 Detrás, solo un poco detrás, el Crucificado que sin caber cabe, y que alarga los brazos como si quisiera prolongar la Cruz, en una calle que tanto sabe de cruces, y tocar con las yema de sus dedos las paredes y saludar a todos y a cada uno de sus vecinos por su nombre.

La calle Ancha encierra el misterio de la Virgen de las Ánimas en las noches de Viernes Santo o ese ir y venir ¿A pedir? ¿A llevarle un ramo de flores porque es de bien nacidos el ser agradecidos? ¿Por las dos  cosas? No sé. La chiquillería, bajo el sol de la tarde, ligera de ropa puede que juegue en la calle indiferente a todos y a todo.

La calle Ancha se queda estrecha porque el trazado urbano así lo manda en el primer tramo y, luego, parece que toma un respiro y se asoma a la vega como quien no quiere, y a hurtadillas, porque en el Lugá somos así, saca sobre el mostrador de las barandillas de sus puertas un muestrario de geranios y macetas de colores y flores en los balcones…

Y luego, cuando pasa la Joyanca, a cielo abierto, se echa un pulso los muros del castillo y la vega. A ver quién puede más… Imposible. Y así ven cómo pasan los días, cómo pasa el tiempo, cómo pasamos nosotros.


La calle Ancha se queda estrecha entre tanto sabor a viejo - con la calle Postigo, “un postigo en el adarve”- , la más antigua del pueblo. Todo es cal. Todo es espera a algo que está por venir y tarda y no llega. Si…

miércoles, 17 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Peñón del Lirio

Está casi  a la orilla de la caída de las aguas sobrantes de la Fuente del Higueral, sí aquella que le dieron en el repartimiento a Portocarrero, entre las carreteras que llevan a El Chorro y la que va a Flores.

Es  un risco solitario. Su entorno fue poblado por los que vivían de la recolección y de la caza, o sea por el hombre primitivo. Después, asentamiento romano y andando el tiempo, con la presencia musulmana, alcanzó la categoría de leyenda.

Verán. “Leyenda de amor y celos / en Álora musulmana / entre un bravo capitán / y una morita cristiana. // Algunos meses después / de en la villa haber entrado / las tropas conquistadoras / que mandaba don Fernando.”

Bernardo  ve como la mujer que desea, “ni en el Edén musulmán / existe hurí tan bella”.  abraza a un hombre; lo empujan los celos: Es de noche. Una sombra entra en la casa;  descarga sobre ella su acero… Después, a ella. “Pero aún puede escuchar / antes de darle martirio / ‘¡Bernardo!, ¡Tú te equivocas! / ¡Yo soy pura como un lirio!’

La manda atar en un almendro  - “apenas sus flores secaron” -, y dice la Leyenda: “Pero al nacer nueva luna / del monte Hacho ha salido / un haz de luz y de fuego / que en lirio la ha convertido.”
Y  la cruel realidad: “A los dos días de esto / de Granada ha regresado / su madre con los papeles / que allí había legalizado. /  De su esposo,  un notable musulmán / que por no caer cautivo / se tenía que ocultar”.

 Y continúa: “Recuerda entonces Bernardo, / la frase que pronunciara / antes de segar su vida / con el filo de la espada. // En lo alto de una peña / al lado mismo del lirio, / para tenerlo muy cerca / su casita ha construido”.

Y concluye: “Una mañana de junio / aquel lirio se ha secado / pues el canto del jilguero / Bernardo ya no ha escuchado. // Los pajarillos del bosque / por todo el valle llevaron / semillas de blanco lirio / que en los jóvenes sembraron”.


La leyenda la recogió mi compañero Antonio López; Felipe Aranda, la foto. Yo,  me pregunto: ¿sería una mañana como la de hoy?e hoy?

martes, 16 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No es una calle cualquiera

La calle Algarrobo es larga como un junco arrancado de una juncia en un río sin agua y sin orilla; es larga como un suspiro escapado en una espera imposible, como el camino de cielo que recorre la luna cada noche…Es como la palabra de Dios larga por la que no retornan los ecos.

Es  un hilo de sol en que se trasformó aquel hilo de seda de los Pekeniques que ya no tocan ‘Frente a Palacio’ ni usan guitarras eléctricas en una nueva música que es la de estos tiempos. Ya no barren las señoras las aceras de sus puertas a las primeras horas de la mañana.

Y no hay bestias amarradas en las rejas de las ventanas que se adornan con macetas: pinceladas de belleza, de armonía. La modernidad ha llegado a modo de un jardín colgante en la fachada con la que abre la calle… ¡Enhorabuena! Es precioso. Mucho de ayer  y del  mañana asidos de la mano en un futuro que llega.

Arranca en la calle Carmona, y casi en su comienzo se le escapa, - vista y no vista-  por su derecha, Cantarranas. Con la misma filosofía, pero al final  y por la derecha se le incorpora Zapata, y en su mediación perdió, hace muchos años, una travesía, de nombre Juan Acedo que la unía con su vecina Cantarranas. Ella, en el XVI, se llamó calle de Alonso Gallego…

A mí esta calle siempre me ha parecido de lo más original que se vende en calles, si es que hay una oferta de venta de calles y esas cosas. Verán. En su margen izquierda, es decir, si bajamos, apenas tiene casas… Son paredes altas y desangeladas;  las traseras de otra calle.


Y, en su mediación,  en una hornacina, en la otra acera, en la de enfrente, veneran un Cristo, el Cristo de Isabel Vera, desde siempre. La piedad popular  - y la vecina de la casa., claro  -  adornan el altar callejero que se encuentra protegido por un cristal y verja de hierro. De noche se ilumina con luz eléctrica y siempre se halla con flores, artificiales y naturales. Desde luego. No es una calle cualquiera…

lunes, 15 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora, tiene tres calles...

Desde la explanada del Castillo – el Castillo de las Torres, claro – la panorámica es única: los Lagares por Levante; el Hacho y el Monte Redondo por Poniente; en el horizonte, entre el cielo y el mar  la Sierras de Mijas; abajo,  la vega y el río que sin querer irse se va yendo…

Baja, cuando te parezca bien, por la calle del Carril. Primero echa una ojeada a la estación. Se te va a parecer como el primor de una miniatura, como algo que pusieron ahí para que los trenes parezcan de juguete y las vías una cremallera sobre el mostrador de una tienda de mercería.

El río se nos quedó sin puente de hierro una tristísima mañana de un mes de septiembre. La riada vino al amanecer. Se llevó dos vidas por delante, sembró la ruina a muchas familias y a nosotros nos dejó sin algo que era identidad. Santo y Seña, o sea El Puente. ¿Responsabilidades por todo eso? ¡Vamos, hombre, que cosas se le ocurren…!

Sigue camino (porque por allí la calle está terriza). Bordea el castillo. A tu derecha el muro de protección sobre el precipicio; a la izquierda, lo que queda de la muralla . En un recodo, casi de sopetón, te volverá a aparecer el pueblo. Párate de nuevo.

Otra vez te va a merecer la pena dejar que pase un poco el tiempo. Escudriña el caserío blanco; la iglesia que se hunde y de la que sobresale el campanario; edificios que rompen la simetría y el encanto de un pueblo andaluz y que pregonan a los cuatro vientos – nunca mejor dicho –cuánto mal gusto somos capaces, a veces, de sacar a flote los hombres.


Observa cómo se asoma el Barranco y baja la Calle Toro camino de la Puente y el Tajo de la Quera y el Calvario, enfrente, desafiando altura y pidiendo protagonismo…y podrás comprender lo acertado de la copla: “Álora tiene tres calles / que no las tiene Madrid / calle Ancha , el Barranco  y la calle del Carril…”

domingo, 14 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.

“Que veinte años no es nada / que es la febril mirada / errante las sombras te buscan y te nombran”… Era el la letra del Tango. Era el aire porteño que traía recuerdos de gente que había llegado a la tierra de promisión – Argentina - en busca del maná de una tierra que manaba según decían pan bueno y mejor carne. O sea: comida.

Serrat nos vino a decir que hace veinte años que él tuvo veinte años. No era ya un himno juvenil sino el recuerdo a aquellos años donde la creencia de que el mundo era ‘comestible’ y que algún día sería nuestro… y todas esas cosas que se piensan cuando llevamos a la juventud de la mano...

Veinte años en la vida de pueblo cambian muchas cosas. Y cuando pasan veinte años de aquellos veinte años, entonces, ¡ni les digo! Cambian las calles, las farolas del ayuntamiento, los adoquines del suelo y cambiamos nosotros y las costumbres.

Llevaba cuarenta y siete años en la profesión. Ha decidido bajar la persiana. Nos ha hecho polvo a los madrugadores que teníamos allí la cita mañanera con todo lo que conlleva eso de verse cada día cuando el sol apunta por los Lagares.

El hombre de quien  hablo comenzó con trece años… cuatrocientas pesetas de sueldo a la semana. “Eran necesarias para mi casa”, me dice y, después subió a seiscientas y el niño de ayer, ahora, se ve obligado a decir adiós a toda una vida.

 Pongamos que hablamos de un hombre a quien la enfermedad le corta las alas, - cuando tenía aún mucho por volar – y dice que hasta aquí se ha llegado y que el bar ‘Alora’ se une a las añoranzas de  El Pena, La Balita, Tatarrete,  El Rancho Grande,  Bar Nuevo, Asaura, Periquete,  el Zalamero…


Pongamos que hablamos de un hombre seco y enjuto, de estatura media, de palabra las justa y necesarias; pongamos que hablamos de un hombre amigo de sus amigos; pongamos que hablamos de Mateo, de Mateo García Martín…

sábado, 13 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La tarde de San Antonio

 Y , en esa hora  fresca de la  tarde del día de san Antonio, cuando un puñado de nubecillas que salieron de paseo sin saber dónde ir han puesto pinceladas de algodón sobre las siluetas de las sierras, uno siente la necesidad de tener cerca a Juan Ramón…

 Y sabe que Platero tiene los ojos como escarabajos de cristal y que es suave y peludo y blando y que acariciaba con sus hocicos de borriquillo travieso las margaritas del prado que alargaban la primavera en el preludio del verano.

Y quiere tener cerca a Alcántara porque sabe que “lo mejor del recuerdo es olvido” y que hay volver a andar el camino desandado y sabe de barcos y palomas que se fueron a vivir a no sé qué mástil de un velero que llegó sorteando el nácar de las olas y se ancló en el muelle del puerto.

 Y quiere entornar los ojos y asume y  hace suyos los versos de Barbeito: “ya sé que pasó / y que habrá que dejarlo con las cosas / que no tiene retorno” y como él sueña con campos de trigo y con un río de aguas claras y con una llanura de marismas…

Y entorna los ojos con de la poesía de mi condiscípulo electo, o sea Juan Gaitán, y sabe que tiene la voz temblorosa y  que la luz se le viene, de pronto, a las manos y no sabe qué hacer y escucha  y habla juntando un puñado de palabras…

Y recuerda aquello de Jorge Manrique que “nuestras vidas son los ríos / que dan  en ir a la mar / que es el morir” y no le importa y lo asume y sabe que es así y se duele con el dolor que atenaza a muchos amigos que lo rodean…


Y sabe que dentro de un rato porque es casi la hora de vísperas deberían tocar – ya no tocan – las campanas del campanario y se quedarán en silencio los rastrojos y las estrellas serán pincelada de ilusión en estos días donde la luz, la sagrada luz del sur pulsea a la noche y se resiste a irse…

viernes, 12 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Brevas

Junio se ha venido cargado de fruta de verano. Están espléndidas, sensuales, apetecibles. Una colección de ciruelas, peras, perillas, paraguayos, sandías, melones, cerezas, guindas, picotas…y brevas.

Escondidas entre las hojas grandes y planas, exuberantes de verdor, las brevas se asoman como la tentación en los Diez Mandamientos. Se puede pecar con todos, pero ¿verdad que algunos son más apetitosos que otros?

Soy de los que gustan del fresco mañanero. Cuando llego al campo ya me han cogido la delantera los mirlos y las frailecillas. Hace tiempo que les dejé la primacía sabedor que siempre ganarían ellos…
Esta mañana le di la primera vuelta a la higuera. Aunque mi amiga Juana dice lo de  por San Bernabé y esas cosas, creo que le faltan aún unos días para tener el grado de azúcar idóneo.

Por mor de las calores cuando el sol  está en su cenit regreso al  pueblo. Junto al canal, escondido debajo de unos granados, una moto. Dejo el coche. Vuelvo sobre mis pasos pero me dejo ir amparado en la frondosidad de los limoneros. Llego a la higuera…

-          ¿Qué…?

-          Aquí andamos…

-          Ya, ya te veo…

-          Pero, esto está ya andado…

-          Hombre, es que para coger brevas hay que madrugar más…

-          Sí, eso es lo que digo yo. Ya es tarde… Entonces ¿sigo o me “abajo”?

-          Ya que has llegado a esa altura, sigue, pero deja algunas para los mirlos que también son hijos de Dios… Y, cuando te “abajes”, ten cuidado que la leña de higuera es muy blanda… Ya sabes lo del refrán: “la leña de higuera que la corte mi hijo y la queme mi nuera”.

-          ¡Si lo sabré yo! El año pasado estaba en lo más alto del pimpollo, en la higueras grandes que hay en arroyo Jévar, ¿sabe, usted?  y se vino una rama y… dos costillas rotas. Me tuvieron que llevar al Clínico…

-          Y, ¿no escarmentaste? ¡Qué pena hombre…!

Brevas, sensuales, reventonas, apetitosas, con gotas de néctar a pedir de boca…

jueves, 11 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fuentarriba

No. No es fiesta. Aunque lo parezca. Si llegas a la Fuentarriba a cualquier hora de la mañana  en la plaza habrá mucha gente pero no es fiesta. Están de cháchara.
La Fuentarriba, según qué hora tiene su público.

Si es muy temprano, los madrugadores. Por cierto, lo mejor que te tomes una manzanilla del Hacho, claro, en el “Madrugón”. Un chorreón de limón le irá bien. Limpia la resaca de la noche anterior y predispone el cuerpo para aceptar lo que venga. Además tendrás gratis el periódico verbal de pueblo.

A media mañana no se cabe. Párate a oír lo que hablan: del gobierno, de fútbol, del tiempo. Luego si quieres puedes tomar café en los Caballos II, en lo de Salvador (que no tiene letrero en la puerta hacen los mejores churros del pueblo), o en las Fuentes. Regenta el bar un señor que vino de… de Bulgaria; se llama, Milo.

Cuando aún se están guardando entre virutas de serrín las figuras del Nacimiento, Paquito, en La Alegría, tiene puesto ya el Bolero Paracaidista. No es por nada en especial, al hombre le gusta y como en Álora somos tan dados a la Brigada pues calienta motores para cuando llegue, por abril, la Semana Santa.

Al medio día la plaza se queda un poco más vacía de gente. Algunos se van; los que se quedan cambian el tema de conversación y ahora hablan de fútbol, de gobierno o del tiempo. Es el momento de tres cosas; mejor de hacer tres estaciones de penitencia.

En el Chismo – a Juan e Isabel hay que ponerles una placa en la fachada recordándolos – se tapea con “Hormigón”. Han pasado las personas y los tiempos, (que no se te olvide, hormigón). Vuelve sobre tus pasos. Ve a lo de Salvador, si Babi ha hecho arroz… Ni te cuento. No se hace otro que lo iguale en todo el contorno.

Pon broche de oro. O sea, ese que cuando me veas por ahí concertaremos una cita para volver algún día. Me refiero al Azahar. Candelaria hace las mejores croquetas – carne de pollo y puchero, de por medio – que te vas a comer en un temporada. Después agrégale alguno de sus “bollitos” especiales.

De la gente ni te digo. Habrán cambiado de conversación. Ahora estarán hablando del del gobierno, del tiempo o de fútbol… ¿De los otros?; otro día. ¡Son tantos y tan buenos!

miércoles, 10 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A esa hora

Era a esa hora en que el sol hace chiribitas por las esquinas y en la carretera se forman esos charcos que parece que hace un rato se escapó por aquí el diluvio universal, sí, aquel chaparrón que encerró a Noé en el Arca y cuando vio las nubes negras fue y le dijo a la familia: vamos a meternos para adentro que parece que el tiempo está de agua.

Era a esa hora en que reverbera la cal – la cal blanca, pura – en los bordes de los caballetes de los corrales y en las casas del campo que jalonan como puestas en su sitio un paisaje único entre el verdor de las huertas y los rastrojos después de que ha pasado la cosechadora.

Era esa hora en que en la sierra no canta el cuco, ni zurean las tórtolas en las alamedas del río ni los mirlos se las andan con sus silbos de una música diferente cuando ven alguna lombriz o bichillos en el estiércol descubiertos en su andar de caza permanente…

Era a esa hora en que las cabras sestean en las sombras de las encinas o debajo del algarrobo grande o junto al pozo del arroyo y dejan que pasen las horas sin que casi suenen las cencerras para no despertar al pastor que dormita y el perro, junto a él, ronronea. Era esa hora en que el agua de la botija está caliente, muy caliente.

Era esa hora en que nos niños no salen a la calle a comprar hedos ni chuches al quiosco ni las niñas se mandan mensajitos con los móviles y no hay ningún mozalbete impulsando ese ruido espantoso que dan los tubos de escapes libres… No.

Era esa hora en que uno está dormitando y safisfecho porque mi amigo Antonio Lobato me soluciona el problema a medias y deja un portátil suyo para seguir con esta activida y,...Era esa hora en que suena el teléfono y una voz que tiene acento de ser de muy lejos va y te pregunta. “¿Tiene usted dolores musculares, artrosis y por un casual el duelen los huesos, todos los huesos, cuando se levanta, cada mañana, de la cama?


 Y entonces, tú vas y le dices. No señorita, no tengo nada, absolutamente nada de eso, pero tengo un agua de levante… ¿Cómo dice, señor? Le digo que son las 3,45 de la tarde, esto es el Sur de España y aquí llamar por teléfono a esta hora es pecado mortal… ¿Lo entiende, usted? Y entonces, es a esa hora en que el teléfono se pierde en una señal intermitente y continuada.


sábado, 6 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Apreciaciones

Llega al  Juzgado de Paz. Pide al personal de servicio hablar con el Juez; lo recibe y el hombre todo correcto se dirige a Su Señoría:

-          Don Francisco ¿Cuánto lleva de multa pegarle una par de bimbas a uno que me está importunando más de la cuenta?

El Juez que lo ve venir:

-          Hombre, depende, entre cinco y diez mil pesetas a criterio del Juez que tiene que valorar los agravantes y atenuantes…

-          Pues, váyame usted aforando, diez mil duros…

Otra. Comienzan los matrimonios civiles. Cierto día, desde la puerta de Lería, ven revuelo de gente vestida con ropa nueva en la puerta del Juzgado de Paz cuando estaba en la calle Santa Ana.

-          Oye, ¿Qué ha pasado en el Juzgado que hay tanta gente en la puerta?

-          Na. Una boda.

-          Y, ¿ahí se casa la gente?

-          Sí, ahora, sí.

-          Y, ¿quién es el cura?

-          El cura no lo sé, pero es sacristán es ¡Juanito el de la Fonda

Tercera. Don Francisco Bueno, Juez de Paz, años cincuenta del siglo pasado. El juicio está en el apartado testifical. El Ujier abre la puerta del salón de juicios.

-          Don Francisco, los testigos falsos ya han llegado ¿les digo que entren?

Y la cuarta. El Juez, oficiante en la ceremonia civil, lee con parsimonia y dándole todo lo suyo, los artículos del Código Civil referentes al matrimonio. El hombre está nervioso, inquieto, el Juez que piensa que es por la trascendencia del acto, le dice:

-          Calma hombre, calma que este acto es algo muy importante.

-          No, no, si yo no estoy ‘altereao’ es que es la hora del bocadillo, el encargado me ha dado permiso para venir y si me retraso me lo descuenta luego…