Para ti...
viernes, 31 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Estrategias
Si yo fuese un periodista
deportivo, que obviamente no soy, y tuviese que hacer una crónica de boxeo diría
que los púgiles, ya sobre el cuadrilátero,
se estudian entre sí y plantean la manera de sorprender al rival y cómo desarrollar la estrategia que el
entrenador les ha dado en la caseta.
Si yo fuese, que lo soy, un
ciudadano de a pie, de los que se levantan cada mañana y da gracias a Ese que
todo lo rige y que está porcima de hombres y circunstancia, y que es quien manda
de verdad, diría y digo, que creen los artistas que nos desgobiernan que nos
están tomando el pelo.
Se piensan que con esos amagos
de hombres buenos, de gente entregada por la causa de sus vecinos y por todo
cuanto les atañe, nos sorprenden a la gente, a la gente normal como usted y
como yo y que se lo creen y que, para
sus adentros, piensan como aquellos escolares del tiempo que se fue en que
cantaban “que buenos son, que buenos son, los hermanos Escolapios que nos
llevan de excursión”. Pues como que no.
No suelo escribir de
política y otras zarandajas de la feria. No merece la pena. A raíz de lo que uno ve en los telediarios,
escucha en la radio o lee en los periódicos – no es mal vicio ese de leer los
periódicos – uno, les digo, se subleva un
poco y casi le dan ganas de proclamar: “menos lobos, Caperucita”.
Menos mal que el mundo, ese que
dicen que da una vuelta cada día, y trescientas sesenta y cinco al año; los
bisiestos, una más, va por otro aire.
Ese mundo que esta mañana tenía un amanecer precioso en la naturaleza. El
levante arrancado desde muy temprano ponía una nota de frescor; cantaban los
pájaros…
Pero, ese mundo, también, se ha despertado con noticias terribles. Un
Guardia Civil muerto porque el hombre quiso cumplir con su deber, la mujer
asesinada de cada día, - parece que hoy,
ración doble, dos y que ha tocado en
Tenerife y Valladolid –, un hombre muerto y otro en estado crítico por escape
de amoníaco en Tarragona, amaños de
partidos con cocaína, pastillas y mucho dinero ‘perdido’ por el camino…
Demasiadas estrategias… Que sea
lo que Dios quiera, que a lo peor, nos
llevamos una sorpresa.
jueves, 30 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De cine
Gutiérrez Aragón, creo recordar,
rodó una serie donde venía a decir algo así como que Andalucía es de cine. La
cámara, desde una altura a prueba de helicóptero, mostraba unas imágenes bellísimas
de paisajes de ensueño. Poco más o menos.
Ayer tuve la suerte de andar
por Antequera. Oigan, de cine. Antequera es y está de cine. Hacía un tiempo que no iba por
allí y aproveché la ocasión. De entrada, la Plaza de San Sebastián que antes
era hermosa, ahora, lo siguiente. Dos estatuas, en broce, sentadas en un banco
charlan – claro, las estatuas no pueden hablar; nuestra imaginación, sí - amigablemente. Son las del pintor José María
Fernández y la de Muñoz Rojas, el de “Las cosas del campo” (¿Habrá algo más
bello escrito sobre el campo? Sí, los artículos del maestro Barbeito) y “Las musarañas”.
La portada del templo,
renacimiento puro. Varios cuerpos. San
Pedro, San Pablo y el titular, San Sebastián… El escudo de Carlos V y el águila
bicéfala del Emperador. Corona el angelote. Otea vientos. Ve cómo se levanta el
polvo las tardes de solano en la vega. A lo lejos, el Peñón de los Enamorados.
Es ya Archidona. A medio camino, Menga, Viera y el Romeral…
Dentro del templo todo es
quietud. Un grupo – muy pequeño – de mujeres rezan en voz alta el rosario. En
un uno de los nichos de antaño, Rodrigo de Narváez, duerme ese sueño que llaman
muerte. Los poderosos de otros tiempos buscaban la paz del alma en las
penumbras de los templos… Lugar de recogimiento; lugar, de rezos.
En el palacio de Colarte – me
acuerdo de alguien muy especial - una exposición temporal de carteles de Semana
Santa. Otra, con obras adquiridas por Patrimonio Cultural de Diputación. Me
encuentro, con tres obras de mi amigo Leonardo Fernández. Nos hacemos fotos
ante los cuadros… Se las envío.
La Plaza Plácido Fernández-Viagas, un homenaje al gran andaluz. Desde la
Presidencia de la Junta - ¡qué tiempos más difíciles!- defendía la Autonomía
para conseguir Justicia. Lo dejó claro la doctora Lola Villar en la defensa de
su tesis. Por cierto, primer premio en
el certamen de tesis doctorales del Centro de Estudios Andaluces…
La biblioteca supramunicipal ocupa
el convento franciscano de San Zoilo; su espadaña, un trozo del azul del cielo
que ayer – como casi siempre – pespunteaba sobre Antequera. Oigan, de cine.
miércoles, 29 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Luz
Dicen que al principio
Dios - debió ser un día que estaba
aburrido – creo la luz. Separó las tinieblas para que no estorbasen a los
hombres a los que todavía no había creado y así distinguiesen los objetos y las
distancias… Bueno, exactamente no fue así, pero ¿a que pudo serlo?
Y, entonces, fue y le dijo al
sol que cada mañana aparecería entre el Cerro de la Fiscala y la Sierra de Pozo
Hondo y que se asomaría a la vega y que, en los días de nubes de Levante, se abriría paso para regocijo de quienes
sabían que de un momento a otros rompería desde detrás de las montañas.
Tampoco, tampoco, fue así, pero casi
pudo serlo.
Dicen que, también, con esa luz
hizo que los mares fuesen azules y las crestas de los montes calizos se
recortasen con más realismo en los cielos limpios de media mañana y tuviesen
tanto realismo que parecían que se podían alcanzar con la mano… No, no fue así.
Y con esa luz los campos se
vestirían de florecillas en primavera, y los almendros de flores blancas en
enero y los rosales de rosas cuando mayo encañaba los trigos y los nidos de
calandrías se echaban a volar antes que
llegasen las hoces de las siegas y… que no, que no… Pero ¿a que quedaba muy bonito?
Y Dios que lo ve todo - eso sí, eso sí es así – dio su luz a los
hombres para que la trasmitiesen a otros hombre y fue cuando a Lorenzo lo puso
a formar a un grupo de muchachos y Lorenzo repartió parte de la luz que Dios
había puesto en sus manos y otra que venía de otros hombres y así…
Y así fue como yo conocí que
Homero Macauley (Villiam Saroyan, ‘La Comedia Humana’) repartía telegramas en
Itaca, California y llevaba la tristeza que emanada de la guerra y Ulises, el
pequeño Ulises, saludaba al negro que cantaba una canción en el último vagón de
tren…
Y como el viejo añoraba (Ernest Hemingway, ‘El Viejo y el mar’) al muchacho que no estaba allí con él mientras el océano
se tragaba las luces de La Habana en la oscuridad de noche, porque hacía mucho
tiempo que el viejo no cazaba un pez grande…
Y, todo, a lo peor, no fue así, pero pudo serlo…
martes, 28 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Muchachos
Era un grupo vairopinto – un pelirrojo con pecas, morenos, escuchimizados,
gorditos, alguno algo espigado…- y heterogéneo por la procedencia. Acudieron desde
Faraján, Villanueva (las dos, la del Rosario y la del Trabuco), Igualeja,
Antequera, Colmenar, Alhaurín el Grande, Álora, Algarrobo, Bobadilla o la Cueva
del Becerro…
Fue el otoño de 1959 el año de
la cita. Como equipaje un baúl con algo
de ropa, un número marcado y un colchón de cuadros. Comenzaban las sensaciones
nuevas… Allí todo era grande: los pasillos, el comedor, la capilla, las
distancias…. El dormitorio tenía los techos muy altos y cada mañana había que
hacer la cama.
Aquellos muchachos emprendían
una vida diferente. El bagaje que aportaba, el que más, era haber sido moguillo
en su pueblo, una inteligencia despierta y la llegada a un sitio al que siempre
entendí que todos iban – después, me llevé un desencanto y supe que en todos, no
– por una cosa que no se sabía muy bien qué era y que llamaban ‘vocación’.
El fútbol, la válvula de escape
en las hora de recreo y en los fines de semana. Los paseos largos al monte San
Antón, a la Cuesta de la Reina, al puerto, a Gibralfaro, al monte Coronado…, el
lugar donde, compartiéndolo con otros, comenzaban a forjarse amistades para
toda la vida.
Tiempo de estudio. Aprovechamiento
y silencio interior y de fuera, mucho
más importante el primero para forjar la personalidad, el comportamiento y la
formación de cada persona. Obviamente no faltaba el tiempo dedicado a la vida
de religiosidad, a veces, excesiva si se atendía a las edades a las que iba
dirigida.
Mañana, una parte del grupo de
muchachos se va a dar cita en Antequera.
Visita a los dólmenes y algún que otro monumento, luego compartirán mesa y
recuerdos y después cada mochuelo a su olivo o cada o cada tórtolo a su agüaero.
Lo tengo difícil para acudir pero no para recordar y agradecer a aquel bendito Seminario que nos
forjó en valores de amistad, sentido de justicia, solidaridad, responsabilidad y
honradez a pesar de algún padre espiritual – si hay infierno… bueno que Dios
lo haya perdonado – y de tener a Marlyn Monroe en las pantallas a la que no
veíamos, por supuesto, pero que sí sabíamos que existía….
lunes, 27 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Uriel
Uriel es un niño precioso. El
otro día lo vi por azar. Su padre lo llevaba en el carrito. Iban en la búsqueda
de su madre. Nos paramos el tiempo que dura un saludo, le hice un pequeña caricia en su moflete
orondo y sonrosado y me correspondió con esa sonrisa que tienen los niños que
son especiales.
Uriel tiene nombre de ángel.
Mejor de arcángel porque con esto de la angeología estos seres misteriosos se
encuadra en cuatro categorías, según su cercanía o proximidad ante Dios:
arcángeles, ángeles, querubines y serafines (que no sé si es el orden pero que
da lo mismo). Resulta curioso y bonito, pero un poco complicado.
Según la tradición rabínica los
arcángeles eran siete. La iglesia
católica también los admite en número. Ya se sabe de la enorme fuerza del número
siete en todo lo bíblico; la copta los reduce a cuatro. Son los ángeles del
cielo identificados con los cuatro puntos cardinales. En los textos apócrifos aparece hasta con nueve nombres
diferentes, además de Uriel, que haría el décimo. Coptos y ortodoxos,
igualmente, lo incluyen entre sus seres míticos y en las cercanías de Dios.
El significado de su nombre es
una incógnita por cuanto tiene de fuerza y empuje: ‘fuego de Dios’, ‘ángel de
la luz’ o ‘luz de las estrellas’. En hebreo tiberiano, en copto y en griego su
nombre está incluido como un ser muy superior. Le asignan el papel de los que
interceden ante Dios por humanidad. Le atribuyen, además, hechos excepcionales
y dicen que tiene la llave del infierno que abrirá la puerta al final de los
tiempos…
La tradición mística judía dice
que fue un ángel enviado por Dios para luchar contra Jacob, y a
quien le dio el nuevo nombre, quien condujo a Abraham y quien marcó las puertas
de los judíos en la noche de muerte en Egipto. Le asignan dos misiones más:
destruye los ejércitos de Senaquerib el rey de Asiria y es quien conduce hasta
Egipto a Juan, el Bautista, que huye de la matanza de Herodes y donde se
reunirá con Jesús, María y José que también habían hecho el mismo camino con
anterioridad por motivos idénticos.
Uriel, el niño que iba en su
sillita de paseo una tarde de primavera en busca de su madre no conoce aún todo
lo que su nombre encierra. Algún día sabrá…
domingo, 26 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día
Permitidme que la rosa de hoy vaya dedicada a todas las personas que, guiadas por su afán de servicio, se integran - sea del signo o partido que sea - en un lista para servicio de sus semejantes.
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores secas
Tarde calurosa; final de
primavera. Hay un zumbido de abejas en la alberca. Horas lentas; no pasa el
tiempo. Nos acercamos al anaquel donde están, en silencio, los libros. Tomamos
uno, uno de esos que llevan allí mucho tiempo. Hemos olvidado cómo, cuándo, y porqué vinieron. Se coge con cariño, se le echa un vistazo, y entre el pasar de
hojas, aparecen unos pétalos…
Fue una rosa roja. ¿La dejó
allí el jardinero de Tagore para la reina? El tiempo le dio la finura de una
hoja de papel. No le arrebató el color íntimo y adherente. Lo conservó para
siempre. Una mano la arrancó del rosal… Tuvo que ser el jardinero. ¿Fue el
encuentro de dos enamorados que la dejó entre las hojas del libro?
Otra vez es un clavel, “sed de
infinito” de una noche de ensueño. Alguien
se acercó, ofreció mercancía… o, quizá, no. No, no, fue un arrebato. Nos llevó
a la floristería más cercana y, entonces, entonces una mano lo sacó del jarrón donde
reposaba con otros claveles y a cambio de unas monedas mutó su esencia de flor por la emoción de ir a un destino
de anhelo…
Puede que entre los cajones,
esos que se abren no sabemos cuando aparezca en uno de los ángulos compartiendo
espacio con otros objetos, una rosa. Fue rosa en un jardín donde alguien le dio
cuidado y mimo y cariño y la arrancó…, y le asignó destino.
Primero, ocupó un sitio
preferente de la casa, un florero de cristal, el más bello, uno de cuello
estrecho para que ella se sintiese a gusto. Una aspirina en el agua, el cambio
oportuno y certero y, luego, el paso
inexorable que la marchitaba, y ella, la rosa y ella – la reina que soñaba el
jardinero - no quisieron separarse nunca
y fue a donde el cajón de aquella cómoda que guardaba objetos de recuerdo…
Y se abre, de pronto, un
abanico de pensamientos. ¿Qué fue de aquel hombre jardinero que le regaló la
rosa? Mira que si por un casual ella recuerda el día y el nombre y el lugar… y ¿entonces?, entonces surge un milagro de amor
que algunos llaman recuerdos y un suspiro se escapa de la garganta y un ¡ay!
que se lleva el viento….
viernes, 24 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carteles
Quintero, León y Quiroga
pusieron letra y música. Luego, un montón de artistas, unas, de manera
espléndida, y otras de manera superior, pregonaron a los cuatro vientos que en los
carteles había puesto un nombre. No querían ni verlo y lo remataban para la
rima con ‘olé’.
Se ha empapelado España, bueno,
las calles y las plazas y las vallas de muchos lugares de este bendita tierra.
Aparecen fotos, con mayor o menor fortuna
-quien tiene la fealdad desde el momento de la primera luz, eso
convendrán conmigo tiene poco arreglo – donde la gente nos pide que le votemos.
No quiero poner en duda la
buena voluntad de todo el mundo - mi
primo Andrés que es muy crítico conmigo me dice que no yo no me mojo, y ¿cómo
quiere que me moje si no llueve desde no sabemos cuánto tiempo? - y nos ofrecen
con frases bonitas una muleta para que entremos a ella y darnos el pase de
pecho. ¿Un pase cambiado?, no me lo creo, de verdad que no, que no me lo creo
aunque haya en la partida quien puede tener tripas sin estrenar.
El domingo, con ropa nueva,
cané de identidad a mano y la parienta hay que ir a votar. Luego, cuando las
estrellas sean pespuntes en la oscuridad del cielo vendrá el recuento y quien
se preguntará a sí mismo y a la tropa que le ha acompañado ¿qué hemos hecho mal
para que la vencedora no haya sido la opción nuestra?
Hasta ahí puede que la cosa se
entienda. Cuando entran en funcionamiento los pactos entonces amigo, entonces,
si que vienen algunas cosas que no se entienden con la misma claridad que los
mensajes que estos días nos han lanzado desde esos carteles. Puede que alguien se
acuerde que el del nombre de la copla se llamaba Francisco Alegre, que era
torero, y que su amante, casada con otro
por conveniencia , no quería ni verlo, al marido, no al torero.
Ojalá en estos cuatro años que
se abrirán desde la noche del domingo no siembre en mucha gente de a pie ese
deseo de repudio hacia lo que salga de unas urnas donde lo que imperó fue la conveniencia. Ya no tenemos a Quintero, León y Quiroga que
puedan hacer un arreglito, ¡ah! ni a Juanita Reina que lo cante.
jueves, 23 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Huéspedes
Llego a media mañana. Granada,
en primavera, - bueno, en todas las épocas del año -, preciosa. Aparco donde
siempre, en Sócrates, después de cruzar Trajano. Me echo a la calle, por la
Plaza de Gracia, a Martínez Campos, dejo a la izquierda, Narváez, sí
el ‘espadón de Loja’ al que preguntaron en el lecho de muerte si perdonaba a
los enemigos y dijo que no, que no tenía enemigos porque los había mandado fusilar a todos…
Salgo a Recogidas. Hago unas gestiones.
Después, hay que esperar que pase el tiempo. Todo no es ‘del momento’ y ‘del
ahora’. Aunque diga el tópico que todo es posible en Granada, en este caso, no;
el volver luego, imperativo. Subo. En la esquina de San Antón, en la calle a la
que da nombre, siguen los pedigüeños de siempre. Me lo he dicho muchas veces,
una iglesia sin pedigüeños en la puerta es una iglesia cualquiera.
Me voy por Zacatín, dejo a un
lado la Alcaicería. Granada está llena de gente. Los llaman turistas. Quizá esa
gente, toda esa gente sean, como yo, huéspedes de un rato o de un día o de quizá
algo más. Me vienen a la memoria deseos de compartir esa hospedad durante
varios días. Por ahora no es posible. Todo queda en deseo contenido e íntimo.
Me siento en la Bib-Rambla. Las
sombras, en estas horas de la primavera tardía le dan, aún si cabe, más encanto. Unos niños juegan con un balón. ¿Por
qué estos niños y a esta hora no están
en clase? Me viene el balón. Se para contra la bolsa que llevo en la mano. Me
acuerdo de la canción de Serrat: “niño deja de joder con la pelota”…
Por encima de los árboles
asoman los pináculos de la Catedral, de los edificios de la Curia y del
Sagrario. Me levanto. Me echan los dichosos huéspedes de la plaza que emulan
glorias de ídolos efímeros. Me voy por Pescaería. Giro a la izquierda y por Marqués
de Gerona – que era Álvarez de Castro - , aunque no lo diga el rótulo, a
Mesones y de allí a la Plaza de la Trinidad…
La plaza tiene como huésped la
luz, y multitud de pajarillos en sus ramas - ¿aprendió de ellos Albéniz para componer ‘Granada’? -, y el anhelo, en
sueños, de compartir tanta belleza….
martes, 21 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amancio
Una parte del comunismo - bueno a esa cosa que llaman comunismo – se ha
opuesto a las donaciones de un gallego rico, probablemente, el más rico de los
gallegos y de muchos que no lo son. Dicen que el gallego, que se llama Amancio,
da no sé cuántos millones de euros para comprar máquinas que sirven para luchar
contra el cáncer.
Este gallego que se llama
Amancio es un tío raro. Verán. He leído en alguna parte que comenzó vendiendo
por los mercadillos de Orense. Vamos, que de la Universidad de Somosaguas donde
imparten – es un decir, que nadie se llame a engaño – docencia algunos de los
que se oponen a recibir la donación, media un abismo, además de muchos kilómetros
físicos, sí, esos que se miden por metros y cuando suman mil, son un kilómetro,
de esos…
Además el gallego es más raro
aún. Informa el periódico que tiene la mala costumbre de pagar sus impuestos.
Convendrán conmigo que en este mundo, como dijo el Guerra ‘hay gente pa tó’ y
va y rompe la sagrada costumbre de no pagar y de defraudar. Se ve que este
hombre no nació en el país de Rinconete y Cortadillo, ni se las anduvo por el
Arenal de Sevilla, donde, por cierto,
quiero que alguna vez mis amistades sevillanas me enseñen el famoso patio y
aquellos lares.
El hombre dice que con el
dinero de sus beneficios hace donaciones para que se compren máquinas de esas
que ayudan a superar la dichosa enfermedad. Hay que verla muy de cerca para
saber qué entra por dentro. Palabrita del Niño Jesús que no les miento, que no,
que no.
He escuchado en no sé qué radio
que un hospital de Córdoba compró la máquina más perfecta que existía en
Europa, o sea, en el mundo, para uso de las personas que la necesitan. Cuando
con otras terapias se necesitan un puñado de sesiones, con ésta, una. ¿Qué pensarán esas mujeres que han tenido
la suerte de achicar el portón de los sustos a una sola respuesta a los
clarines y timbales?
Lo que dicen que es comunismo
tendría que hacerse mirar algunas cosas… Ah, soy fiel partidario de la Sanidad (con mayúsculas) pública, de la
Enseñanza (con mayúscula, también-) pública y de una Justicia igual para todos.
Creo en la libertad y si alguien echa
una mano, bienvenida sea…
lunes, 20 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El castillo nuestro
Está ahí desde no se sabe cuánto tiempo. Está ahí
desde que un día los hombres por mor de los miedos decidieron subir la ladera,
coronar la cumbre y levantar un cerco de piedras, amasaron el barro y
construyeron un recinto cerrado para defenderse de otros hombres…
¿Desde cuándo el hombre se
protegió de sus semejantes? La Biblia, el Libro Sagrado dice que hubo un hombre
malo que mató a otro hombre bueno. Dice, también, que eran hermanos porque
venían del mismo padre y de la misma madre. Se les puso nombre y los llamó Caín
y Abel. A lo mejor no fue exactamente así pero, desde entonces, el hombre se ha
visto precisado a defenderse de sus semejantes.
El hombre de Álora que en la
noche del tiempo no se llamaba de esta manera, dejó la ladera del río y trepó a
la altura. Allí dentro se sintieron seguros. ¿Seguros de qué? Seguros de los
otros hombres y mientras duraba el asedio aguantaban. Les ayudó su orografía:
terreno escarpado de muy difícil acceso, la altura y el poder divisarlos desde
la lejanía…
Ya llevaba el lugar poblado
desde hacía mucho tiempo. En su suelo cobijó se cobijó la Iluro romana; luego,
cuando vinieron los hombres morenos, amigos del sol, “que todo lo ganaron y
todo lo perdieron” precisaron levantar murallas. Al principio, se llamó un hins. Un grupo de soldados, una
torre de defensa…
Durante la Edad Media la
construcción no para. Elevan murallas, amplían el perímetro, construyen
mezquitas… Emires, Califas y Taifas dejan su huella. Pobreza de materiales; más
adobe que piedra y crece y crece…
Y vienen cercos y fracasos de
los que llegan y resistencia y orgullo de los que quedan: “tregua, tregua Adelantado, / por tuyo se da el castillo. / Alzó
la visera arriba, / para ver el que tal le dijo, / apuntáralo a la frente, /
salido le ha al colodrillo…”
Y supieron por tierras de
Castilla y León y por Valencia y Murcia, y por lo que quedaba de al-Andalus que a sus pies moría Diego de Ribera, un día de
primavera de 1434. ¿Qué día fue? Al igual pudo ser un día como hoy…
Después, lugar de reposo donde
se han dado la mano el polvo y el sueño, y para nosotros algo tan nuestro que
sin él no seríamos nosotros, seríamos otro pueblo.
domingo, 19 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Adulteraciones
Madrid está precioso. Madrid,
en primavera, se viste de verde en las medianas de la calles, en los árboles de
las aceras, en las yedras que trepan por las tapias. Están frondosos los
plátanos, los tilos del Retiro, los almendros – por cierto, cargados de fruto -
de la Quinta los Molinos…
Tienen la Gracia de Dios la
rosaleda del Parque del Oeste y los pequeños rosales solitarios de las
glorietas, de las medianas, de los jardines privados que asoman desde detrás de
puertas cerradas herméticamente.
Dejo Madrid. Hace un rato que
no es mediodía. Aún la tarde no ha
tomado sitio. Un rosario de cuentas perdidas, o sea, nubes algodonosas van por un cielo azul camino de algún sitio.
Intuyo que pueden ir como para las tierras de la Alcarria…
El Wanda Estadio Metropolitano –
anoche compartí mesa con una señora encantadora seguidora del Atlético – está a
junto a uno de esos cinturones de asfalto que tiene varios carriles por donde
los coches echan mano al freno por mor de las limitaciones y los radares. Es la
M-40
Pasado Vallecas, a la izquierda,
salida complicada. Tomo la N-IV, antes
del Cerro de los Ángeles. Dos figuras de cemento simulan cabezas de
caballo. Sostiene un entramado de cables de acero. Hay, debe ser por la hora,
fluidez de circulación.
Por Turleque, a cien kilómetros
de Madrid, por Puerto Lápice – una vez me clavaron en la venta, a que está a la
derecha, y no he entrado más a 135, por Madridejos, los cipreses se asoman por
la tapia del cementerio, por Manzanares a 175, por Valdepeñas a 200. Al entrar
a Andalucía, 245… Pastan toros bien presentados en una dehesa entre Santa Elena
y las Navas de Tolosa.
Casi siempre hago parada en
Guarromán. Esta vez no compro ‘alemanes’ (pasteles de hojaldre rellenos de crema, exquisitos).
Decido que pararé en Loja. Entro en un
establecimiento a pie de carretera. Compra de roscos de Loja y piononos. No hay
derecho, de verdad, que no hay derecho, a adulterar productos con la calidad
que esconden esos nombres. Debe estar prohibido usar esos nombres sin un
control de calidad.
Juan Vázquez me pide
confirmación de asistencia a la presentación de su libro. Hablamos. Me dice: “No
paras, y no es mala fecha visitar Madrid por San Isidro”. Claro, antes, la
obligación que la devoción…. Quien la lleva la entiende.
jueves, 16 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuderno de bitácora. Moderación
A los españoles, a veces, nos
piden imposibles y hacemos las cosas más inverosímiles. Un manco en una cárcel
lúgubre se le ocurre escribir una obra sublime.
Al igual, ustedes han tenido la mala tentación de leerla. Comienza por “En
un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme vivía…”
Bueno no sigo que reviento el argumento y se
puede fastidiar el invento.
Otro, que por no ponerse de
acuerdo sobre él, no se sabe dónde puñetas nació y ni dónde le dieron sepultura
a sus huesos, se las anduvo, mejor, fue de peregrinaje de Corte en Corte hasta
que le hicieron caso y fue y se embarcó, en tres cáscaras de nuez, bueno un
poco más grandes que tampoco hay que exagerar mucho y ser pesimistas y se entretiene en descubrir un
Continente al que ni siquiera le dan su nombre y le ponen América.
Hubo, otro amante de desafiar a
los mares. Nació en una tierra preciosa. Allí donde el Cantábrico besa los
acantilados de una playa brava y
aguerrida, como su gente. Salieron de tierras andaluza y volvieron a tierras
andaluzas. Demostraron que la tierra es redonda y le dieron la vuelta al mundo.
Se llamó Juan Sebastián Elcano.
Un sevillano que pintaba como
Dios - porque no hay nadie mejor para
pintar los cielos azules como el mismísimo Dios – un sevillano quiero decir y digo que
pintaba cielos azules y unas Inmaculadas
que llevan, como mínimo a la admiración. Bueno, ha habido una señora que tenía
ganas que se hablase de ella y va y profana la creencia de la gente si se mira
desde el punto de vista religioso; la belleza y el arte si se hace desde lo
artístico y enciende a medio mundo que le entra al trapo.
Ahora – en España las modas
duran un par de días, como mucho una semana – lo que impera es fichar. Hay que
fichar. Que nadie se quede sin fichar y ¡ay de aquel pérfido empresario chupador de sangre, que
ose no poner una maquinita en su empresa…! (Me dicen que entre algunos
trabajadores, la chufla es de las que hacen época…¿yo me quedo sin escaqueo?,
vamos hombre, que se lo han creído. Se me ocurre pedir un imposible:
moderación. Leído lo anterior tengo mis
dudas…
miércoles, 15 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje
Cuando yo tenía mucho de Willy
Fog no me lo pensaba. Ahora, será por los años, o porque uno se vuelve un poco
pasota, me lo pienso dos veces. Si llego a la tercera, entonces, no. Entonces
es que las redes van por otro lado.
El viaje tiene tres partes:
programarlo, realizarlo y, luego, contarlo. Con esto de las primeras comuniones
me han pedido que no le haga a mi nieto ningún regalo material. Mejor un viaje
y que lo viva contigo. Y así lo podrá recordar cuando sea mayor… (y esas cosas
que se dicen).
Sin saberlo, me han vuelto a la
época de la que hablaba al principio. Casi soy un nuevo Willy Fog pero con más
años y con una ilusión que entonces no tenía. Estoy como un poseso. Por supuesto
que ya he consensuado con él el lugar donde vamos a ir y por supuesto
llevaremos también a su hermano, que es más pequeño, más pillo y que asume lo
de chupar rueda del mayor, a las mil maravillas.
He rebobinado. Torbellino de
recuerdos. El Cap Nort y el Cabo de Buena Esperanza, el Amur con el Ussuri, y
la vez que bajé por el Angará hasta Irkutsk,
y el Rhin, y el sol puesto por San Diego, y el Gran Cañón del Colorado,
Marrakech, y Nueva York y París, y la primera vez que llegué a
Madrid...
Llovía aquella mañana. Atocha y
Madrid, un mundo. La primera subida por las orillas del Sil, y un rato antes, cuando
el tren partía de Astora. Un mendigo escapado de una obra de Valle Inclán pedía
limosna con voz lastimera. En León subió una niña. Iba a su casa. Tenía
vacaciones. Se bajó en la Rua-Petín…
Noche de verano. El tren
cruzaba la campiña cordobesa. Olía a rastrojo y a mies recién segada. Luego se
abría el alba por La Mancha y en Alcázar de San Juan, el hombre que vendía
tortas de Alcázar, y el otro que daba un golpe seco, con un martillo, a las
ruedas, y el sonido agudo que se perdía…
Ahora no ocurrirá nada de eso.
Partiremos temprano. Subiremos a un tren veloz, muy veloz, tan
veloz que tiene manera de pico en la máquina para cortar mejor el viento y cruzaremos
tierras de llanura, y luego otras tierras…
¿”Adónde el camino va”? Ah, misterio…
Los misterios no se pueden desvelar.
martes, 14 de mayo de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un día de estos
Mañana de primavera… Preciosa.
Se ha bajado la luz al campo. Todo es
luz. Es tanta la luz que reverbera la cal en las paredes y el sol hace
chiribitas en la lejanía del camino. Hay un gorjeo de pájaros en la huerta.
Desde muy temprano cantan los mirlos. Los mirlos rompen el día antes que llegue
el alba. La vida sigue. Nada es igual aunque parezca lo mismo.
Hace un rato un pitido ronco,
lejano, rompió, como los clarines rompen en el albero, la sinfonía del campo. Era el tren de Sevilla.
Antes pasaban muchos trenes. Trenes expresos cargados de viajeros. Iban a
tierras de muy lejos. Otros, a lugares más cercanos. Eran trenes más modestos.
Circulaban, también los trenes de mercancías. Llevaban paquetería y cosas
perecederas. Según qué tiempos: limones, naranjas, granadas, tomates….
Los pañiles estaban cosidos por la parte
superior. Algunos, se ‘perdían’ por el camino. No llegaban a destino. Era una
paquetería que tardaba, en ocasiones, mucho tiempo en llegar a la estación de
destino. La carretera le ganó la partida y, desde entonces, dejaron de pasar
los trenes de mercancías.
Cuando los trenes de mercancías
sobrepasaban la capacidad de carga, reforzaban con una máquina en la trasera
del tren. Se llamaba ‘la doble’. Empujaba hasta Bobadilla para salvar la cuesta
del Cortijo del Cajero antes de llegar a El Chorro. Era una subida lenta y
forzada. El campo casi se cogía con la
mano y podían tocarse las espiguitas que nacían en los taludes de la vía.
Algunas veces no lograban vencer la dificultad y llegaban con un retraso
considerable.
Frasco era el maquinista
responsable de la ‘doble’. Frasco era un hombre bajito y grueso, rechoncho, con
más de Sancho que de Don Quijote. Amante de la mesa y de la calma. Su manera de
actuar en la vida le vino marcada – ya siempre vistió de negro – de manera muy
dura desde la muerte de su hijo.
En una ocasión completó el
boletín de justificación del retraso que entregó en la Jefatura de Estación de
Bobabilla:
-
“Lleguemos
(sic) con retraso por un fuerte ‘pataleteo’ de la máquina en los sifones del
Tomatero. La máquina hacía fun, fun, fun… y el tren no subía”.
lunes, 13 de mayo de 2019
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